Guillermo Marchant, organista de Valparaíso
Desde muy niño se sintió atraído por la música. En el colegio de los Sagrados Corazones de Valparaíso, donde estudiaba, los padres le facilitaron la llave maestra del órgano de la iglesia para que practicara y tocara en las misas. Guillermo afinó el órgano completo que estaba en desuso. Era un órgano histórico que había donado Enrique Meiggs, el constructor del ferrocarril de Santiago a Valparaíso, en el siglo XIX. En ese órgano se inició Guillermo en la música. Interpretaba piezas de Bach y de Mendelssohn, con gran facilidad, sacando los registros y tocando en ambos teclados y con los pedales. También incursionó en la música vocal cantando en el coro de la Universidad Católica en el registro de tenor. Cantó "El Mesías" de Haendel y "La Creación" de Hyden. Siendo muy joven y aun en el colegio, realizó una gira con el coro por toda Latinoamérica hasta México. Bordearon toda la costa del Pacífico en un trasatlántico. Regresó a Valparaíso con una gran experiencia musical y de viajes cuando tenía solo 17 años.
Tenía gran capacidad para elaborar instrumentos musicales. Era un gran lutier. Fabricó flautas, flautines y toda clase de instrumentos de viento de la época medieval y renacentista que él mismo interpretaba en los conjuntos de música antigua en los que participó, tanto en Valparaíso como en Santiago, entre ellos la Cantoría de San Francisco. También interpretaba el clavicordio y pequeños órganos portátiles. Con gran interés en la música de teclado, interpretó música religiosa en los órganos históricos de Valparaíso: en la iglesia de la Divina Providencia, en el convento de Santa Marta, en la Union Church del cerro de la Concepción, en la Iglesia luterana, en la de San Luis Gonzaga del cerro Alegre y en la Catedral.
El rescate de partituras
Una de sus especialidades fue rescatar partituras olvidadas en las iglesias tanto de Valparaíso como de Santiago. En las sacristías y bibliotecas conventuales examinaba sus colecciones y encontraba verdaderos hallazgos de música que no se había interpretado en siglos. Con prolijidad restauraba las partituras, pues muchas veces estaban dañadas por la humedad y había que completar compases completos. Luego seguía incursionando en parroquias e iglesias de Cuzco, Lima y en las misiones jesuitas de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, donde viajó muchas veces a participar en los festivales de música colonial americana con el conjunto de música antigua Capilla de Indias.
En sus pesquisas musicales encontró una ópera virreinal escrita en El Cuzco en el siglo XVIII titulada "Venid, venid, deidades", que montó y dirigió en el Teatro Municipal de Viña del Mar y en el Teatro de la Universidad de Santiago con cientos de músicos, actores, cantantes y bailarines. Con gran conocimiento de las artes escénicas del barroco, diseñó y confeccionó los trajes, siguiendo la moda del siglo XVIII. Él mismo actuó y cantó la partitura interpretando al obispo de Cuzco que llegaba a Arequipa y era recibido con festejos musicales.
En el convento de la Recoleta Franciscana de Santiago rescató de la basura un cuaderno de música manuscrito por María Antonia Palacios, una esclava africana al servicio de una familia chilena.
La joven se especializó en música para clavecín. Tocaba minuetos y pavanas. Además fue compositora de música para órgano. Guillermo transcribió la partitura de este Libro sexto e interpretó sus piezas musicales. Realizó su tesis para graduarse de Magister en Arte en la Universidad de Chile sobre este manuscrito musical y escribió un artículo sobre las relaciones entre la música y la sociología.
Era muy perspicaz y agudo, encontrando siempre un ángulo insólito de la realidad. Poseía gran sentido del humor, una gran cultura artística y una fineza de espíritu. Era ensimismado y tímido, se entregaba a pocos amigos, pero los que seleccionaba estaban siempre relacionados con la música y el arte.
Fuimos amigos durante 50 años, desde que nos conocimos a los nueve años en los Padres Franceses de Valparaíso hasta su fallecimiento en el año 2009 a los 59 años. Nuestro amigo se fue en forma tranquila y silenciosa, tal cual como fueron su temperamento y su vida. Pasó como una sombra y dejó un legado visible solo para algunos que tuvimos el privilegio de conocerlo.
No fue en nada pretencioso y tuvo la caballerosidad, la discreción y el recato de los antiguos porteños.