Chile sin brújula
En Chile se ha instalado una sensación de estancamiento. Muchos sienten que vivimos en un país que premia el mínimo esfuerzo, normaliza la mediocridad y desalienta la excelencia. Esta percepción no es casual: responde a décadas de desigualdad estructural, liderazgos políticos poco inspiradores, una educación profundamente segregada y una cultura que castiga el mérito y la diferencia.
A esto se suma un agotamiento social evidente. Tras el estallido, la pandemia y una economía inestable, gran parte de la población vive cansada, desconfiada y sin motivación. No es flojera, es fatiga acumulada. Pero esta fatiga convive con una institucionalidad que muchas veces funciona con lógica burocrática, donde se cumplen reglas pero se pierde el sentido.
No todo está perdido. Chile también está lleno de personas talentosas, creativas y con ganas de aportar. El problema es que el sistema rara vez las escucha o las valora. Necesitamos un nuevo relato colectivo, uno que premie el esfuerzo, que reconozca el trabajo bien hecho y que recupere la confianza entre las personas. Mediocridad no es destino; es una elección cultural que aún estamos a tiempo de revertir.
Rodrigo Durán Guzmán