Chile cayó este año al puesto 45 en el Informe Mundial de la Felicidad, la peor posición desde que se elabora este ranking. Más allá de los números, este dato debería invitarnos a una conversación profunda: ¿qué rol juega el lenguaje en cómo nos sentimos como país?
En el análisis, se menciona la incertidumbre política, la desconfianza y el peso de temas como la seguridad y la corrupción. Pero poco se habla del tono en que nos hablamos, del clima emocional que los liderazgos construyen. Las conversaciones públicas -especialmente desde la política- parecen estar tomadas por el pesimismo, el enfrentamiento y la descalificación. El lenguaje negativo no solo refleja malestar: lo amplifica.
La psicología positiva ha demostrado que el lenguaje influye directamente en nuestro bienestar. En La ciencia del lenguaje positivo, Luis Castellanos expone cómo el uso de palabras optimistas modifica nuestra percepción del mundo y puede aumentar nuestros niveles de felicidad y bienestar. En cambio, cuando todo el discurso se centra en la crisis, el peligro y la desconfianza, se instala la idea de que no hay futuro posible.
Chile es menos feliz -en parte- porque está atrapado en una conversación tóxica. Y es urgente que recuperemos un lenguaje más constructivo. El lenguaje positivo no significa negar los problemas, sino abordarlos desde la posibilidad, desde lo que se puede hacer juntos.
Este año electoral representa un desafío enorme para quienes aspiran a asumir nuevos liderazgos. Comunicar hoy, con redes sociales y algoritmos que premian la polarización, es complejo. Pero también es una oportunidad. Porque comunicar bien, con propósito, con empatía y sin caer en la tentación de la violencia, es un arte. Y ese arte podría ser el primer paso hacia una sociedad más feliz.
Verónica Poblete Reyes
Directora Ejecutiva
Agencia Bee Partners