El placer de los churros: tradición y tentación

No son vacaciones ni verano si no se disfruta, al menos una vez, de un buen churro.

Desde hace años, mi visita a la Feria Internacional de Artesanía de la Quinta Vergara o en Avenida Libertad no está completa sin comprar una docena de churros con azúcar flor. Es un ritual sencillo pero irresistible: la masa perfectamente frita, crujiente y suave a la vez, cubierta de ese toque dulce que se derrite con el calor, es un deleite que siempre invita a un suspiro.Sin embargo, debo confesar un placer culpable que ha sido motivo de incomprensión en más de una ocasión: los churros rellenos de queso. La mezcla entre lo salado y lo dulce puede parecer atípica, pero créame, es

una experiencia que no

decepciona.

Si alguna vez decide atreverse, seguramente se acordará de este consejo.Y aunque para muchos los churros se asocien con ferias y vacaciones, para mí son un gusto que se disfruta en cualquier época del año. Por suerte, no es necesario esperar a la próxima feria, porque los mismos deliciosos churros están disponibles de lunes a domingo en Churricos, un negocio que se ha convertido en un rincón imperdible de la Playa El Sol, junto al Muelle Vergara.

No importa si es verano, otoño, invierno o primavera, siempre es un buen momento para regalarse un bocado de felicidad.¿Aún no los conoce? Atrévase a probarlos y haga de los churros parte de su propia

tradición.