País surrealista
En tan sólo semanas, una bebida tan común como el pisco sour ha pasado de ser un aperitivo popular a convertirse en la excusa perfecta para justificar conductas reprochables de adultos en Chile. En esta nueva realidad, el principio de responsabilidad parece haberse evaporado, cediendo lugar a explicaciones absurdas y banales. Hoy, cuando alguien dispara un arma, la culpa no recae en quien jala el gatillo, sino en el arma, como si tuviera vida propia. Del mismo modo, si una persona es víctima de un asalto, la responsabilidad se desvía hacia quien trabaja para obtener bienes, como si poseer algo fuera una provocación inevitable para la delincuencia.
En este país surrealista, el pisco sour es ahora señalado como el responsable de que algunos hombres adultos hayan cometido presuntos abusos sexuales. Pero la justicia será la encargada de decidir, y si sus fallos no satisfacen, tampoco será responsabilidad de los jueces. Será, una vez más, la culpa de un sistema corrompido, de una sociedad que se desmorona, incapaz de hacer valer los valores que alguna vez defendieron.
¿Qué le queda al ciudadano común en esta espiral de irresponsabilidades disfrazadas de excusas? Resignarse. Vivimos en una sociedad que ha aprendido a justificar lo injustificable y a normalizar lo que, hasta hace poco, era inconcebible.
Rodrigo Durán Guzmán