En estos días en que la gran cita deportiva que son las olimpiadas ocupan la atención de quienes nos gusta seguirlas a través de los medios de comunicación, es fácil desilusionarse, si no se tiene en cuenta algunos aspectos elementales de entender. Nuestros representantes nacionales participan de la competencia, habitualmente sin ganar alguna de las tres preseas destinadas a los ganadores, algo que si bien no es una constante, suele ocurrir en forma bastante reiterada. Para un observador poco atento, ello podría constituir una frustración nacional, olvidándonos que el primer propósito de todo competidor es superarse así mismo y por tanto, superar su propio récord. Dejemos que nuestras autoridades saquen sus conclusiones de por qué ocurre ello, mientras que nosotros en lo particular, reconozcamos el enorme esfuerzo de nuestros deportistas nacionales, quienes pasean nuestra bandera orgullosos en París, luego de cuatro años de anónima preparación.
Antonio Yakcich Furche, historiador