"Trato de escaparme de esa etiqueta de escribir desde el dolor y el padecimiento"
La autora argentina Marina Closs publica en Chile "Monchi Mesa".
Joaquín Escobar - La Estrella de Valparaíso
Nacida en 1990 en la provincia de Misiones, en Argentina, la escritora Marina Closs, una de las autoras connotadas de la narrativa contemporánea argentina, cuya obra "se caracteriza por escribir cosas crueles y tristes desde el humor", como apunta su reseña biográfica, publicó recientemente en Chile su novela "Monchi Mesa", por editorial Laurel.
-Me parece que la novela tiene hartas dosis de humor. Uno se ríe bastante leyéndola, suceden muchas cosas tan absurdas como desternillantes. ¿Qué lugar le das al humor en tu literatura? Por lo general se escribe más desde el drama y el duelo.
-Bueno, yo creo que estaba un poco tratando de escaparme justamente de esa etiqueta (tan comercialmente conveniente) de escribir desde el dolor y el padecimiento, desde la posición de víctima. Siempre estoy tratando de escaparme de esa etiqueta, no porque no crea que la realidad esté llena de víctimas, sino porque el hecho de que sea tan comercialmente conveniente me produce una especie de profunda sospecha.
-En "Monchi Mesa" conviven supuestas niñas fantasmas, asesinos equivocados, grillos enfrascados y sexo entre moribundos; hay una alteración de la realidad que, sin ser delirante, me hizo recordar algunas novelas de César Aira.
-Seguro. Aunque yo no fui demasiado lectora de Aira hasta hace un par de años en que al fin entré por la puerta correcta. Yo sabía que él, en algún momento, iba a gustarme mucho (porque siempre me encantaron sus ensayos y entrevistas). El tema es que a la ficción aireana siempre entraba con el pie izquierdo. Hasta que la pegué y me leí como seis novelas al hilo. En casi todas mis novelas de Aira favoritas, él era una chica. Creo que le queda muy bien esa voz. Creo que una cosa en la que nos parecemos (y eso quizá explica el parentesco antes de la lectura) es en que a ambos nos hubiera encantado ser Marosa di Giorgio.
-Es interesante que la novela transcurra en un pueblo lejano a la gran capital. Si bien hay construcciones de la modernidad, se siguen manteniendo ritos propios de las comunidades pequeñas. Por ejemplo, hay una escena en la que el chofer del autobús espera a que Monchi llegue para no dejarlo a la deriva. El conocerse y reconocerse, la proximidad de un otro que no existe en la multitud.
-Sí, pero en realidad esa escena está un poco construida sobre el cliché de la pesadilla en la que todos te conocen, todos saben dónde deberías estar. O no sé si es un cliché, yo tengo una pesadilla así. Es verdad que está muy ligada a haber vivido en un pueblo, pero más que basado en la realidad, para mí, ese es el momento en que la vida de Monchi se vuelve delirante. Es como el umbral de la pesadilla y él, al principio, se adentra sin darse cuenta.
-Los personajes carecen de maldad. Si bien se produce un asesinato, hay una ingenuidad que se encuentra mediada por creer que la vida está en otra parte.
-Sí, yo digo (con Jesús) "no saben lo que hacen". Porque casi todas las crueldades me parece a mí que se cometen en el medio de la ingenuidad más grande. De la ignorancia, casi. O de la chiquilinada, de la inmadurez. Alguien (¿Sócrates?) dijo alguna vez que la maldad solo es una forma de la estupidez. Creo que eso es bastante así o que, al menos, la mayoría de la gente sería menos cruel si lograra ser también menos estúpida.