A lo largo de la carrera profesional o laboral de un abogado o abogada, uno se encuentra con múltiples personajes con los cuales debe trabajar, la mayoría de las veces no escogemos a los mismos, pero se trata de verdaderos colegas o "compañeros de trabajo", entre ellos, los jueces y juezas. Si lo pensamos bien, continuamente laboramos codo a codo con estas personas que tienen sus competencias y funciones al igual que uno, claro, desde roles distintos, pero remando a la misma idea de aplicación o distribución de justicia. La relación entre los mismos, suele ser de respeto y amena, en ocasiones algo fría, dada la rapidez que requieren las audiencias en pos del acotado tiempo y la carga laboral, pero se entiende y a veces, se agradece. Por otra parte, nos encontramos a aquellos magistrados o magistradas que, lejos de la figura de funcionario público moderno, añoran la imagen de la autoridad moral del siglo pasado, que a ratos pareciera divagar entre la de un empleador, un patrón de fundo e incluso de una madre o padre de familia; gustando de dar sermones extrajudiciales, elevar el tono de voz, cuestionar estrategias judiciales más allá de sus competencias decisorias, con una aparente o dudosa intención pedagógica y también, muy emocional e incluso a veces, de forma intensa o desbordada (pero cuidando no cruzar la línea de la queja formal). ¿Corresponde? Los tribunales hoy están compuestos por personas de todas las edades, cada uno con un camino de vida muy distintos y se está lejos de una imagen idealizada de ellos, como la que se extrapola de una estructura piramidal y jerarquizada que debería acotarse a lo estrictamente funcionario más no a lo moral. Ser abogado a veces es una lotería, puede que te toque un juez o jueza que suele dar lecciones o retar como si fuese lo normal, a veces incluso humillar a los más jóvenes (típico) e incluso ser falta de respeto con los representados. Hoy, en el siglo XXI ¿existe otro trabajo donde se tolere este comportamiento?

Carlos Muñoz Lecerf

Abogado, contador y docente

La actitud antideportiva del "señor" Matías Pinto (jugador de Iquique) tanto como en la falta contra su colega de profesión como en los gestos insinuando que el partido estaba arreglado en favor de Wanderers, tendría que ser evaluada y sancionada drásticamente. Ese tipo de jugadores son los que manchan, distorsionan una actividad tan hermosa como lo es el fútbol e incitan a la violencia. De paso con su accionar demuestra la clase de persona que es. Por otro lado y felizmente en todos los partidos en que había algo en juego, quedó demostrado que el profesionalismo y la honestidad de nuestro fútbol aún existe y que

el hombre del maletín está de vacaciones.

Jorge Valenzuela Araya

Que frase para el bronce de Javier Milei en su alocución en cambio de mando en Argentina. Penosa y cruel realidad para un país, nación y no pueblo como dicen algunos pseudos gobernantes, que años atrás veíamos prósperos, rico en todos los rubros de la economía; los ingleses de Sudamérica se hacían llamar, lo cual quedó en el pasado. Sucesivamente los gobiernos Kirchneristas fueron desfalcando a las arcas fiscales por el tiempo que estuvieron a cargo. Vamos en Chile por el mismo camino en casos emblemáticos como son convenios, fundaciones. Estamos a tiempo de mejorar el rumbo, a futuro no queremos que el próximo mandatario, mencione en su discurso la misma frase "No hay plata".

Boris Cortez