"La escuela tiene que ser un lugar donde los niños aprendan a aceptar al otro tal como es"
Cansada de la falta de espacios de aprendizaje verdaderamente inclusivos, Ninfa Parra, educadora de párvulos, decidió ser el cambio. Hace 41 años fundó el Colegio Panal de Quilpué con el firme propósito de crear un espacio integral.
Una cosa es ser directora de un colegio y otra que tu comunidad educativa organice una campaña para que se reconozcan tus méritos. Tal es el caso de Ninfa Parra, quien -con la convicción de que era posible un espacio que brindara lo necesario para el desarrollo de todo tipo de estudiantes- decidió crear hace más de cuatro décadas su propia institución.
Fue esta comprensión tan integral de la educación la que llevó a Parra a ser una de las ganadoras del Premio LED (Líderes Educativos Directivos), entre más de 800 postulantes. El reconocimiento destaca a directores de todo el territorio nacional que están transformando sus comunidades.
La profesora fue destacada precisamente en la categoría de inclusión y equidad. Sin embargo, la noticia la tomó por sorpresa: ella no había postulado a ningún premio. Quienes las inscribieron y promovieron su postulación fueron sus exalumnos, apoderados y docentes.
Educadora de Párvulos de la Universidad de Chile y Orientadora de la Universidad de Playa Ancha, la directora del Colegio Panal cuenta que el proyecto educativo que empezó como un jardín infantil hoy suma especialidades técnicas. Pero, más allá de los logros académicos, Parra declara orgullosa que el foco está en las personas.
"Un alumno que está saliendo de cuarto medio el otro día me dijo: yo no sé qué habría sido de mi vida si no hubiese llegado a este colegio. Lo encontré tan profundo y tan significativo", cuenta.
Para ella, todos quienes trabajan en el rubro educacional debieran ser conscientes de la "gran responsabilidad que tenemos para que un joven se sienta así", reflexiona.
Aprendizaje
De la pandemia de covid-19, afirma la docente, se aprendió mucho. "Demostró que sí se puede enseñar de otras formas (...) ,que había falencias en la educación: preocuparse solo de lo académico. Nosotros nos enfocamos también en lo socioemocional. Cuando retornamos, lo único que querían era eso. En el fondo, el colegio pasa a ser su segundo hogar", sopesa.
Reconoce que ellos venían realizando un trabajo previo constante, pero que "la mayoría de los colegios se encontraron con un problema grande por no haber trabajado antes estas áreas, no sabían cómo resolver la violencia y depresión en los estudiantes", dice.
Y continúa: "Se dieron cuenta que no es la forma, no es solo entregar conocimiento. La escuela tiene que ser un lugar donde los niños realmente se desarrollen en forma integral y aprendan a compartir, a ser empáticos, a entender al otro, a aceptar al otro tal como es".
Un desafío cotidiano
La flexibilidad es el valor central de una institución que busca que los estudiantes se integren de verdad, aprendiendo a su ritmo y a su manera. La clave, reconoce, está en la capacitación permanente de su equipo con el fin de dar respuestas proactivas a las necesidades del estudiantado y detectar a tiempo tanto problemas como oportunidades.
La docencia, dice Parra, es un arte que se perfecciona a través del tiempo y que la formación profesional no siempre alcanza: "No están las herramientas, ni siquiera en quienes salen de la universidad. Eso hay que irlo formando junto con todas las capacitaciones que uno requiere (...) Los profesores no pueden estar solo planificando, también necesitan compartir, recrearse, conocerse, quererse, apoyarse. Toda esa parte es necesaria, porque todos los que trabajamos en el colegio, desde el señor portero para adelante, todos tienen que estar bien emocionalmente para poder atender a los niños", pondera.
"El hecho de ser educadora de párvulos, creo yo, me da una visión diferente de la educación: es primordial una educación integral y socioemocional. Lo afectivo, el vínculo con los estudiantes es súper importante; también ir incorporando otras áreas como el arte, la música, la actividad física", afirma.
Pero dirigir un colegio, sobre todo uno donde la máxima es la inclusión, no es fácil. La clave, según Parra, sería brindar "espacios para reflexionar, reunirse, tener equipos de trabajo y que se capaciten; enseñar a nuestros estudiantes de forma integral, pero con afecto, con cariño y flexibilidad. Cada niño es un mundo y por lo tanto el colegio tiene que dar respuesta", explica.
Las barreras, cree Parra, "las ponen las mismas personas, a veces incluso los apoderados"; sin embargo, ella no se rinde con ninguno de sus estudiantes. "Llevamos 41 años, y cada día aprendemos… Cada vez que llega un niño distinto, con características diferentes, nos hace decirnos: ¿qué hacemos con este niño?, ¿cómo lo ayudamos?, ¿cómo lo apoyamos?", puntualiza.
"Los educadores formamos personas y esas personas forman familias. Así es el ciclo. Es una responsabilidad grande de la que debemos hacernos cargo. Los docentes tenemos que estar ahí, acorde a lo que necesitan los niños. Nos interesa que nuestros estudiantes sean mejores personas, que se valoren a sí mismos, que sean emprendedores, que respeten al otro, que vean que las cosas se resuelven por la vía pacífica, conversando, con diálogo", concluye.