Marcela Küpfer C.

Dos hitos marcan el regreso de Pilola Polet al escenario: uno, que por primera vez en su larga carrera frente al púbico -por 30 años fue animadora en el Circo Timoteo- cambiará el espectáculo por el arte, protagonizando una obra de danza contemporánea; y dos, que este regreso será en la excárcel de Valparaíso, lugar donde tantas veces estuvo detenida por ejercer el comercio sexual y el transformismo durante aquella fiesta larga y caótica recordada como la bohemia porteña del siglo XX.

En medio de los ensayos junto a la compañía de danza Amateur, Pilola se toma un receso para hablar sobre su retorno al escenario y sobre su vida. Estamos en la antigua sección de celdas de la cárcel de porteña, donde hoy funcionan salas de ensayo para compañías de artes escénicas en el Parque Cultural de Valparaíso.

"¡Cuántas veces estuve presa aquí!", recuerda, mientras sus compañeros de elenco se prueban vestuarios y preparan la coreografía para el ensayo general.

"Que hagan una obra inspirada en mí es algo que nunca me lo imaginé, lo siento como un homenaje… Es como sacarse la lotería", dice Pilola quien, además de protagonista, es el personaje principal de "Made in Valpo", obra de danza contemporánea y performance que será estrenada el próximo fin de semana en el teatro del parque.

A través de la historia de Pilola Polet, una de las más conocidas transformistas chilenas, la obra busca hablar sobre el cuerpo, la memoria y las disidencias.

"La temática está basada en la biografía de Pilola Polet, pero es también un renacer de su vida; mostramos un lado antiguo, marginal, cruel, un lado sensible y solitario, pero también, a la vez, mostramos la transformación de cómo este cuerpo, a los casi 80 años, rejuvenece como el ave fénix", cuenta el director Marco Ignacio Orellana.

El elenco y el equipo de la obra están comprometidos con la diversidad y la visibilidad de los artistas LGTBQ+: "Son nueve bailarines, transexuales, no binarios, homosexuales, heterodisidentes y cuerpos disidentes, hay una diversidad de cuerpos, de colores, de texturas, la no hegemonía es súper importante en esta obra", recalca Orellana, quien agrega que estos principios se replican también en la música de la obra, que cuenta con la participación de la DJ trans migrante Superqueer y el vestuario a cargo de la diseñadora de moda Nieves Marín, "quien trabaja con un cuerpo no hegemónico y el no género".

"Estas diversidades antes eran escondidas, eran cuerpos reprimidos, actuaban en lo burdeles de Valparaíso, donde había prostitución, droga, alcoholismo, y donde también eran torturadas. Lo que estamos haciendo como compañía Amateur es una reparación a la vida de las transformistas, las transexuales, las sobrevivientes de la noche. Ahora la Pilola va a bailar y actuar donde fue torturada. Y también es una muestra del cuerpo nuevo, del joven disidente que sí puede ir a la calle, estar en un teatro, ponerse un vestido, vestirse como quiera y no va a ser reprimido", señala el director.

Soy la Pilola

Pilola tarda pocos minutos en resumir una historia de décadas que, en parte, es también la historia de una comunidad en Valparaíso: "Mi nombre es Ricardo Marín Abasola, más conocida como Pilola Polet en el ambiente transformista. De niño me arranqué de mi casa y ejercí la prostitución. Cuando me prostituí frecuenté distintos burdeles de Valparaíso, como la Casa Amarilla, el Siete Espejos, el 28 de la señora Eliana, el 24 de la Tamara, el 18 del Toño; después me fui a Santiago, a la (Tía) Carlina, donde la señora Morales Padilla. Después me picó el bichito de trabajar y me inicié como animadora, empecé a animar en el Hollywood y cuando ya estaba bien segura de lo que quería hacer estuve trabajando como 30 años en el circo Timoteo de animadora y de cómica, partner de René Valdés. Con el tiempo me instalé con un negocito en los Tres Palacios, era de comida al paso, pero con la cuestión de la pandemia y el estallido social me fui para abajo y dije: ahí se acaba la Pilola… y resulta que estos niños, el coreógrafo, empezó a escarbar por ahí y del baúl de los recuerdos salió la Pilola Polet en esta obra maravillosa donde estoy aquí con los chiquillos".

El desafío no es menor para Pilola: a diferencia de su rol de animadora, donde afloraban la improvisación y el humor espontáneo, acá debe ensayar, seguir una coreografía, acatar las instrucciones del director, cantar e interpretar a través de la danza.

"¡He tenido que aprender de todo!", revela. "Cuando ellos llegaron me dijeron: Pilola, tú vas a cantar, va s a tener que bailar y yo dije: nooo, si lo mío no es esto... No, no, no, me dijeron, te vamos a enseñar, ¡y me ha costado! Estamos desde mayo ensayando, tuve que aprender a cantar, caminar por la pista, no es lo mismo estar con un grupo de danzarines que hacerlo en un escenario de circo. El circo es espectáculo, si tú te caes la gente te aplaude, en cambio acá no po', es más profesional", cuenta Pilola.

Abrir caminos

A poco más de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, la obra también pone el acento en la violencia ejercida sobre las comunidades LGBTIQ+ y las disidencias durante este periodo, aunque Pilola aclara que esa violencia no es exclusiva de la dictadura ni tampoco del Estado.

"En los tiempos nuestros era muy violento, había mucha tortura, nos pelaban, nos cortaban el pelo, nos cortaban las uñas, nos llevaban a estos mismos calabozos (…) Nosotros vivimos mucha crueldad, la gente dice del tiempo de la dictadura pero esto fue de mucho antes, esa violencia siempre existió, siempre se nos discriminó y la mayoría de la discriminación y el abuso fue dentro de la familia", agrega.

"Yo les digo a los niños que nosotros pavimentamos este camino, el Freddy, el Kiki, la Carloncha, la Venus, el Carlitos del Siete Espejos… sufrimos mucho para conseguir lo de ahora, entonces tienen que cuidarlo. Ahora es otro mundo, ellos tienen derechos, nosotros nunca tuvimos derecho a nada", concluye.