La inmigración belga en Chile
Los ciudadanos de esta nación europea llegados al país han sido pocos pero muy destacados. A Chile Chico, Región de Aysén, arribó después de la Segunda Guerra Mundial un significativo contingente.
Juan Guillermo Prado - La Estrella de Valparaíso
Aunque está en Europa, Bélgica solo logró su independencia de los Países Bajos en 1830. Pero, ya en 1833, designó a Hipólito Serruys como primer cónsul en Valparaíso. La lista de representantes belgas en el Puerto es larga y hoy ocupa el puesto de cónsul honoraria Ruth Engels, desde el año 2009, quien además es la decana del cuerpo consular en nuestra ciudad.
Con una extensión de poco más de treinta mil kilómetros cuadrados, ocupa el puesto 136, entre casi 200 países. Su población es de once millones y medio de habitantes, con la característica de que allí hay tres idiomas oficiales: neerlandés, francés y alemán. Es una monarquía parlamentaria y su rey Felipe lo es desde el 21 de julio de 2013.
Esa fecha, pero desde 1890, es una fiesta nacional, ya que recuerda el juramento del rey Leopoldo I a la nueva Constitución, convirtiéndolo en el primer monarca de la nación.
Un belga icónico de nuestra arqueología ha sido el padre Gustavo Le Paige, quien se destacó como investigador de la cultura atacameña al desempeñarse como párroco en San Pedro de Atacama. Durante 25 años recorrió el árido desierto, buscando material relacionado con nuestros antepasados, que le permitió fundar el Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama. También se preocupó de las condiciones de vida de los pobladores de las aldeas, creando caminos, hospitales y escuelas. Reconocido por sus investigaciones y publicaciones, se le otorgó el doctorado Honoris Causa por las universidades del Norte, de Chile y Pontificia Universidad Católica de Chile.
El año 1972 una ley le otorgó la nacionalidad por gracia, máximo honor que entrega nuestro país a aquellos extranjeros que han prestado importantes servicios a la República, los cuales han beneficiado a muchos connacionales.
Migraciones en Chiloé y Chile Chico
La primera migración masiva de belgas ocurrió en 1895. Fue un contingente de unas 20 familias, era más de un centenar de personas que se asentó principalmente en el sector de Quetalmahue, una caleta de pescadores ubicada a doce kilómetros de Ancud, en la Isla de Chiloé. Pero, en la primera década del siglo XX, todos los belgas abandonaron el lugar, algunos de ellos expulsados por ser anarquistas.
Absolutamente distinta fue la llegada belga ocurrida tras la Segunda Guerra Mundial. Al finalizar 1948, un grupo de aproximadamente 50 personas abordó el vapor Loriga desde el puerto de Amberes, con rumbo a un desconocido país.
Uno de los viajeros escribió: "Nuestra vida a bordo puede compararse a la de los monjes, desde el punto de vista de la alimentación, el confort y la libertad del movimiento, y a la de los prisioneros del punto de vista de las actividades. A pesar de eso, estamos bien física y anímicamente, sobre todo gracias a las escalas de las que recibimos un voluminoso correo y que nos permiten a nosotros enviar el nuestro".
Eran 20 adultos y 26 niños quienes, después de un largo viaje, desembarcaron en Punta Arenas, desde donde se trasladaron a Chile Chico, una ciudad que se encuentra en la ribera sur del lago General Carrera, que está rodeada de glaciares y montañas en la actual Región del General Carlos Ibáñez del Campo.
La mayoría llegó en una caravana de vehículos que los migrantes embarcaron en Bélgica; gran parte de ellos era material de guerra que fue vendido tras la conflagración. En su equipaje traían muebles, maquinarias y todo lo necesario para iniciar una nueva vida en la Patagonia.
Al momento de arribar, Chile Chico tenía una población cercana a las 600 personas. No había agua potable, electricidad ni siquiera leña para calefaccionarse pues esta se traía de lugares cercanos. Para conseguir medicinas, combustible y recibir correspondencia debían cruzar el río Jeinimeni para llegar a Los Antiguos, pueblo situado a diez kilómetros en territorio argentino.
Los inicios no fueron fáciles; muchos de quienes llegaban a este territorio agreste y ventoso, acostumbrados a vivir sin mayores dificultades, antes y después de la guerra, eran profesionales, no sabían español, pero poco a poco se fueron adaptando a esta naturaleza dificultosa, donde no había caminos y para salir a otros lugares del territorio había que montar un caballo o embarcase para navegar por el extenso lago General Carrera, que compartimos con Argentina.
Uno de los viajeros fue el padre Roberto Polain, invitado por esas católicas familias que necesitaban un capellán. En Chile Chico creó un colegio para atender a los hijos de los colonos. Sin embargo, dos años después viajó a Santiago, hizo clases en el colegio Luis Campino, fundó el colegio Notre Dame y en 1956 instauró la Federación de Scouts Católicos de Chile. Durante el Gobierno de Eduardo Frei Montalva recibió la Condecoración a la Orden al Mérito por los servicios prestados a la educación.
También se ha destacado la religiosa belga Elise Mottard que recibió la nacionalidad por gracia, el año 2017, por su labor social en la comuna El Carmen, en la Región de Ñuble.