Alison Fuentes, caramelera: Emprender "no es solamente vender"
La repostera viñamarina, dueña de Mandrágora Chocolatería, revela que el éxito de su negocio está en generar una experiencia que trasciende la mera transacción para "hacer que la gente se sienta parte de lo que hacemos". Recuperando este tradicional oficio, ha visto a viarios emocionarse al recordar los sabores de su infancia.
Desde hace cinco años, el tradicional barrio residencial viñamarino de Recreo cuenta con una de las esquinas más dulces y nostálgicas de la ciudad jardín: coloridas paletas de caramelo, tradicionales calugas con nuez, alfajores artesanales, cocadas cubiertas, dulces de hermosos diseños y deliciosos chocolates. Todo en una casa de más de 100 años dotada de una bella vitrina y un pequeño patio decorado con diversos tipos de suculentas, también a la venta. Allí, pequeñas y delicadas mesas invitan al parroquiano a sentarse y disfrutar. Así es Mandrágora Chocolatería, un espacio donde el tiempo se detiene entre sabores, colores y aromas.
La responsable de que la magia ocurra es Alison Fuentes Hidalgo, repostera y caramelera. Bajo el lema "todo hecho con amor", sus productos, 100% artesanales, usan sólo esencias y colorantes naturales.
Para algunos es difícil encontrar la relación entre su profesión -estudió pedagogía en artes visuales- y el oficio que hoy desempeña, pero la caramelera lo tiene muy claro: "Yo percibo que todo lo relacionado con la repostería tiene también esta faceta muy artística y de buscar la belleza, que se vea atractivo antes de comerlo".
Confiesa que el gen emprendedor se activó en ella desde niña, cuando comenzó "a vender los típicos alfajores en el colegio". Más tarde continuó en la universidad y luego en la sala de profesores del establecimiento donde trabajó cuatro años como docente, hasta que "llegó el momento de tomar una decisión y me decidí por lanzarme con el negocio", cuenta.
Ganarle a las cifras
En Chile, un 38,6% de los emprendedores son mujeres. Pese a que son mucho más responsables financieramente, en promedio, las microempresarias obtienen la mitad de las utilidades de sus pares masculinos, de hecho, el 68 % de ellas gana menos que el salario mínimo.
Ser emprendedora no es tarea fácil; Fuentes lo sabe y reconoce las renuncias que deben hacer las mujeres para dar vida a sus proyectos: "A costa de sacrificar hijos, familia u otros aspectos que son fundamentales".
Pese a las dificultades de esta nueva forma de trabajo -con pandemia incluida- la repostera se mantiene firme: "Soy una convencida que de las crisis nacen las mejores oportunidades y hay que saber aprovecharlas", asegura, al tiempo que admite que superó los confinamientos gracias a las tortas: "Porque la gente siempre va a estar de cumpleaños".
La caramelera recuerda que no sabía nada sobre emprendimiento cuando comenzó; por eso los fondos concursables del Estado -como el capital Abeja- y los apoyos de otros colegas, fueron fundamentales para ella: "Cuando uno está empezando, van apareciendo otros emprendedores que te van enseñando cosas. Estas ayuditas son súper necesarias", dice agradecida.
El rescate de un oficio
Para Fuentes, la ubicación de su negocio es uno de los principales encantos de Mandrágora: "Recreo tiene algo súper especial, es como un mini Valparaíso de otra época, y es muy bonito lo que se produce a nivel de comunidad".
La interacción con sus clientes es muy importante, puesto que para ella emprender "no es solamente vender, sino que es hacer que la gente se sienta parte de lo que estamos haciendo", explica.
Uno de los grandes aportes de su emprendimiento fue "rescatar este oficio muy antiguo que se estaba perdiendo". Un trabajo artesanal que "entiende al caramelo no sólo como un alimento, sino como una materialidad" explica, refiriéndose a los dulces que describe como piezas de "arte efímero". Reconoce que sus diseños son muy apreciados por los clientes: "Observar que en un caramelo pequeñito puede aparecer un dibujo, una frase o incluso algún logo, es mágico", afirma.
Fuentes destaca el impacto positivo que tiene su negocio en quienes lo visitan: "El oficio caramelero es algo súper gratificante, me ha permitido observar muchas sonrisas". Emociones que, admite, se concentran en los niños, pero también en los más adultos: "He visto a abuelitas llorar al probar una violeta".
Respecto al futuro de Mandrágora, la artesana comparte algunas de sus metas: "Me imagino poder replicar nuestro trabajo en otros barrios similares, para que más familias puedan vivir esta experiencia", expresa. Pero no a cualquier costo, "si puedo expandirme, no quiero que deje de estar este espacio en Recreo, porque va de la mano no solamente con rescatar el oficio, sino que también poder ver crecer generaciones y disfrutar con ellos", manifiesta.