Abril
por Felipe Acuña Lang, escritor
Tal vez me pasaba que todo cedía terreno y se ablandaba y, como el narrador cortazariano de "El otro cielo", ese cielo más próximo, que eran mis galerías, para no decir mi patria secreta. La galería Somar era la galería de la librería Altazor donde no había día ni hora en la semana que no pasara por allí, y me quedaba buscando títulos en los escaparates. Ingresaba tímido al principio, preguntando por alguna novela de editorial Anagrama. En ese tiempo leía a los norteamericanos, buscaba reconocerme en esos libros. Uno lee para reconocerse. Y la galería Mackenna será por siempre la galería del cine Arte y el café Cinema. Allí he pasado casi la mitad de mi existencia, tomando café, juntándome con amigos, leyendo, esperando la función de las siete. Mi ciudad son las galerías de Viña, el cine Arte y caminar orillando el estero en los días de calor o frío. Cuando estoy introspectivo, suelo caminar hacia el sur oriente, monologando por calle Llay-Llay con Montenegro.
Abril es un mes de añoranza, de hojas doradas que caen, que crujen al caminar sobre ellas. Recorriendo 1 Norte un domingo, hacia el Sporting, pensé que la vida al envejecer pasa demasiado de prisa. Los días se hacen semanas, meses, y ya completamos otro año. Se siente más fresco el ambiente.
Abril me hace recordar mi época de adolescente, vagando y feliz por la calle Valparaíso, pensando en una época en que el jazz fusión me invadía a cada rato. No puedo quitarme la imagen de Gino Basso tocando como un poseso una noche, su clarinete, en el Lukas Jazz de la calle Errázuriz. Tal vez en 1989, recién egresado del colegio. Había humo de cigarrillos y el músico del Sexteto de los Tiempos parecía estar en otro tiempo. En aquella época trabajaba en un restaurante italiano, me gustaba salir del trabajo hacia la avenida Perú con G y fumar unos cigarros Belmont, creyendo que la vida era para mí, que esa intensidad nadie me la quitaría.
Cada caminata en abril me hace recordar "El otro cielo", de Julio Cortázar, haciendo un paréntesis con mis galerías viñamarinas, caminar por su sistema de corredores, pasar por Galería Calle de Cristal, Fontana, Saleh, Vicuña Mackenna, Florida y Somar, y tal vez replegarme en el Big-Ben, tomando un café americano con un dulce de medialuna. También recorría el cine Arte y Olimpo atento a cualquier película que llamara mi interés. El cine como aprendizaje, donde soñamos otras vidas. Estamos en la eterna búsqueda, señalaba Bukowski. Pensaba ilusamente que me encontraría con María Iribarne, la heroína de "El túnel", o con Josiane de "El otro cielo", en una de las esquinas de nuestras galerías, nuestros paraíso perdidos y recuperados.
Yo creía en esos años que sería músico de jazz, al menos fue una etapa de búsqueda, errores y aprendizaje. Buscaba la música como si fuera mi amante, como el amante de "La última niebla", que leo este mes, abril como aquel mes cruel, como dice el Eliot, donde la tierra parece baldía, y seca. Las hojas de los plátanos orientales de avenida Libertad se ponen amarillas y doradas al igual que los olmos de 2 Norte.