¿Quién mató a Portales?
En el cerro Los Placeres, existe un monolito que recuerda el asesinato del ministro de Guerra y Marina en 1837. Sus restos, encontrados e identificados en este siglo, descansan en la Catedral Metropolitana y su corazón yace en un ánfora en la principal iglesia de Valparaíso. La versión oficial sobre su muerte es conocida, pero un historiador apunta a que hay preguntas sin resolver sobre este famoso magnicidio.
por Marcela Küpfer C.
"Un instante después se oyó un tiro que quitó la vida a este infeliz, en circunstancias que corría a tomar la barranca de la mar. Inmediatamente renovó la voz Florín, que repitió por tres veces: ¡tírenle seis, carajo! Y casi al mismo tiempo, dos tiros sucesivos y, por último, se oyó una mezcla horrible de bayonetazos y quejidos reprimidos que despedazan aún mi corazón (…) Así dejó de existir, el 6 de junio de 1837, a las 3 ¼ de la noche, en el lugar llamado la Cabritería, mi digno amigo, el esclarecido ministro de la guerra don Diego Portales".
Este fragmento forma parte de la "Memoria sobre el asesinato del ministro Portales", publicada por el coronel Eugenio Necochea, testigo directo del crimen y quien acompañaba al secretario del Estado en el carruaje que los trasladaba, en calidad de cautivos de los militares sublevados, desde Quillota a Valparaíso.
En las inmediaciones del monolito que hoy recuerda este magnicidio, en el cerro Los Placeres, ocurrió uno de los crímenes políticos más famosos de nuestra historia. Diego Portales, por entonces ministro de Guerra y Marina de Chile y una de las figuras más poderosas del gobierno, recibió dos balazos: uno que le destrozó el rostro y otro por la espalda. Luego fue rematado con más de 30 bayonetazos y su cuerpo, despojado de todas sus prendas, arrojado a un costado del camino.
Estos ominosos acontecimientos ocurrían en Valparaíso, días después de que se iniciara en Quillota un alzamiento de parte de un grupo de militares, comandados por el coronel José Antonio Vidaurre, quienes pretendían dar un golpe de estado y apoderarse de la escuadra naval. La animadversión contra Portales y la oposición a la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, liderada por el ministro, aparecían como causales de un cruento asesinato político.
Y si bien está claro quién dio la orden directa de disparar contra Portales (el capitán Santiago Florín) y quiénes ejecutaron dicha instrucción, para el historiador viñamarino Gonzalo Serrano aún persiste una pregunta clave que falta responder: ¿quién ordenó realmente su muerte y a quién le convenía?
Este es precisamente el tema central de "¿Quién mató a Diego Portales?", una investigación histórica que, en clave de divulgación, recorre los hechos y presenta interrogantes acerca de aspectos no totalmente esclarecidos del crimen del ministro.
¿Fue el líder de los insurrectos, el coronel Vidaurre, quien dio la orden de asesinar a su prisionero (algo que el militar, ya condenado, negó hasta el momento de su ejecución) o fueron agentes del mismo gobierno para el que trabajaba Portales quienes aprovecharon las circunstancias para deshacerse de un personaje poco querido y, a la vez, ganar un mártir para su causa?
preguntas incómodas
Periodista, académico, Doctor en Historia de la PUCV y director de posgrado en el Departamento de Historia y Ciencias Sociales de la UAI, Gonzalo Serrano ha enfocado parte de sus investigaciones en este periodo de la historia de Chile cuando, tras la Independiente, la naciente república batallaba por darse un ordenamiento.
Y Portales, una de las figuras más relevantes de nuestra historia política, ha sido un protagonista de estas investigaciones: "El período siempre me ha interesado como un momento clave dentro de la construcción del Estado nacional. Cuando uno analiza en profundidad la época que va desde 1831 hasta 1839 o 40, en realidad es un proceso bastante más conflictivo de lo que los historiadores conservadores insinúan. Dentro de eso, siempre me ha llamado la atención Portales como un personaje respecto del cual surgen distintas definiciones e imágenes mitológicas; buscaba aterrizarlo un poco y saber cuánto hay de este dios y demonio, como muchas veces se lo ha presentado en la historiografía, y hacerlo principalmente a partir del material que uno puede encontrar en el archivo, que ha sido revisado por otros historiadores, pero al que se le puede dar una mirada más novedosa y original".
Y dentro de este archivo, Serrano destaca el expediente judicial contra el capitán Santiago Florín, quien dio la orden directa de disparar a Portales: "El archivo da ciertas luces interesantes de la intencionalidad que existía por parte del gobierno de presentar a Portales como un mártir de la causa, que en este caso era la guerra contra la Confederación", adelanta el historiador.
-Tú planteas que hay antecedentes para, por lo menos, pensar que hay otras motivaciones del crimen, más allá de lo que se ha consolidado como versión oficial, que es un acto de los militares sublevados...
-Eso es lo curioso. Se puede ver que Portales tiene detractores y gente que lo sigue ensalzando, pero donde hay un punto común y es que nadie cuestiona los autores del crimen, siendo que si uno hace la suma y resta de a quiénes les convenía la muerte y a quiénes no, la balanza se inclina en contra de quienes tradicionalmente han aparecido como sus principales aliados.
-¿A qué crees que se debe esta versión tan unívoca respecto del tema? ¿Por qué no se ha vuelto a pensar sobre las motivaciones de este asesinato?
-Se asumió como algo objetivo que detrás de la muerte de Portales están los revolucionarios. Yo no digo que haya sido el gobierno quien mató a Diego Portales, pero por lo menos tenemos que dudar de quienes tradicionalmente hemos apuntado como sus autores, especialmente porque tenemos una imagen muy idealizada de cómo fue la muerte de Portales, quizás a partir de los grabados que existen de su asesinato, que presentan una planicie, una carreta y los soldados bajándose y disparándole a Portales, y no se presenta una imagen mucho más real, que es la de imaginárselo en medio de un cerro, en la noche, con los balazos que se escuchan de un lado a otro y con los gritos de las personas que están siendo heridas en medio de esta batalla. Y en medio de esa confusión hay que mostrar la muerte de Portales. Siempre se ha presentado como una imagen de película el asesinato y no en estas circunstancias que son más reales y bastante más caóticas de cómo debe haber ocurrido todo esto. Y en eso se presta la duda de qué claridad pudo haber tenido en este caso el teniente Florín, quien da la orden de matar a Diego Portales.
A lo que apunta Serrano es que, en medio del fragor de la batalla de Barón, donde se enfrentaban los militares sublevados con las fuerzas del gobierno, el capitán Florín recibió la orden de asesinar al ministro Portales, a quien llevaban como prisionero y, más aún, como potencial moneda de canje en caso de que hubiese que negociar con el oficialismo. ¿A quién respondían los oficiales que le transmitieron la orden a Florín? ¿Al coronel Vidaurre, líder de la revolución y padrastro de Florín, o a otros oficiales infiltrados en aquella funesta noche?
-¿Cómo fue el proceso judicial por el crimen de Portales?
-El proceso es producto de una reforma que se había hecho antes, que era de los juicios abreviados. Desde un primer momento, lo que quiso el gobierno era plantear un castigo ejemplificador para todos aquellos que intentaran llevar a cabo una revolución. Existe la necesidad, entonces, de tratar con el máximo rigor de la ley a los culpables, acelerar el proceso, tener a los culpables pronto y seguir llevando a cabo la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. Entonces, es un contexto bastante más complejo. También está la presión de los emigrados peruanos que querían presentar esto como una acción de Santa Cruz (general boliviano, líder de la confederación) contra el gobierno y conseguir el impulso para tener nuevas fuerzas y avanzar sobre la guerra. Entonces, no existe un intento real de llevar a cabo un proceso justo ni identificar realmente quiénes fueron los culpables, sino a un chivo expiatorio frente al pueblo, que en ese momento quería el máximo castigo para los culpables del asesinato de Diego Portales. Por eso se dejaron pasar muchas cosas que son increíbles, como no haber tomado en cuenta el testimonio de Necochea (quien iba junto a Portales en el carruaje), como no haber detenido a todos los que participaron del crimen y a algunos poco menos haberlos liberado antes, además de haber desestimado la defensa del mismo Florín.
-¿Podríamos decir entonces que fue un juicio más político que jurídico?
-Claro, porque los juicios abreviados que fueron aplicados o impulsados por el mismo Diego Portales buscaban eso, querían aplacar cualquier intento de revolución de carácter político; no se buscaba una verdad jurídica, tenía claramente una intencionalidad política. No existía la posibilidad de que no fueran los culpables quienes ya habían llevado a cabo la revolución en Quillota.
-A tu juicio, ¿quedó claro quiénes habían participado y en qué medida?
-Los autores materiales están claros y el mismo Florín nunca desmiente haber participado. La pregunta clave es quién es el autor intelectual del crimen de Diego Portales, quién dio la orden. Vidaurre hasta el último momento, sabiendo que estaba condenado y que cambiando su testimonio no se liberaba de la pena de muerte, dijo que él no había participado y que tampoco había habido fuerzas del exterior. Esto es muy interesante porque nos presenta que ya el nacionalismo o la idea de la soberanía está presente y él no quiere ser el medio de una acción extranjera, siendo que él podría haberse liberado de cierta culpa apuntando los dardos hacia Santa Cruz. Hasta el último momento, y aun sabiendo que estaba condenado a muerte, negó su participación en el hecho. Y, como dice su defensa, "nadie arroja al agua la tabla que te puede salvar de morir ahogado". Si uno lo piensa en términos actuales, es como robar un banco, tomar a un rehén y matar al rehén; no tiene sentido porque es lo único que te puede librar del embrollo en el que estás. La explicación podría ser que Florín se asustó y decidió matarlo en medio de la confusión que existía en el momento. Otra posibilidad es que lo haya matado porque lo odiaba y porque era la última posibilidad que tenía de no seguir viéndolo con vida, podría haber sido un acto casi heroico para los revolucionarios o liberales. La otra es la teoría menos políticamente correcta y es que el gobierno haya tomado la decisión de que Portales valía más muerto que vivo, en especial cuando entrega la carta donde señala que es mejor rendirse frente a las fuerzas revolucionarias. Si es que Portales realmente escribió esa carta, para mí es una sentencia de muerte, porque iba en contra de todo lo que se había construido dentro del período conservador.
"Mi intención final con el libro", añade Serrano, "no es decir que a Portales lo mató el gobierno, sino que las personas se hagan preguntas críticas respecto de las versiones tradicionales de la historia. Siempre hay una intención detrás y siempre tenemos que intentar hacernos preguntas incómodas y cuestionarse".
Castigo ejemplificador
Los inculpados por la muerte de Diego Portales recibieron un castigo impactante. Después de ser vejados en público (por ejemplo, Florín fue paseado en burro), fueron ejecutados en la plaza Orrego (Victoria) de Valparaíso, a solo un mes del crimen. En el centro de la Plaza de Armas de Quillota se expuso la cabeza del coronel Vidaurre y el brazo de Florín se ubicó en el lugar donde fue abatido Portales. "Es como sacado de Game of Thrones. No es algo habitual en la época, pero tampoco es algo inusual. Después hubo condenas parecidas, como destripar a alguien en 1855. Había actos brutales contra quienes ejecutaban acciones que eran condenadas por todos. Pero eso no quita que en la misma época hubo quienes calificaron eso como un exceso (...) Se quería dejar una advertencia muy fuerte; da cuenta de la inestabilidad de la época y que todo aquel que intentara llevar a cabo una revolución, iba a terminar con su cabeza en una picota a la entrada de la ciudad o en la plaza pública", explica Gonzalo Serrano.
"Mi intención no es decir que a Portales lo mató el gobierno, sino que las personas se hagan preguntas críticas respecto de las versiones tradicionales de la historia".
"Portales no pierde actualidad, porque era un símbolo de lo que algunos querían y lo que otros odiaban. Eso hace que tenga una vigencia muy grande".