Streaming de clase
Así como el miedo es el primer paso en falso de un mal santificado jedi, también lo es para quienes estamos en la realidad de nuestra galaxia. Sin embargo, no se necesita ser un aprendiz ni mucho menos un maestro para sentir temor por nuestro futuro, todo lo contrario, es pavorosamente más fácil. Suele ser aceptado que la desesperación nos lleve de rodillas ante un altar rogando por intervención divina, sobre todo cuando tenemos un familiar o un cercano cuya vida se encuentra en incertidumbre, momentos en lo que toda ayuda e intervención son incuestionables. Pero por alguna razón, denomínese desinformación, esto ha mutado como muchas veces en la historia y ahora, cuando la viralizada violencia pareciera amenazar la siempre clasista seguridad pública, algunos optan por inclinarse ante ídolos que no traen los sagrados mandamientos bajo el brazo, sino unos muchos más (in)humanos.
¿La hora de la misa? No basta una sino tres horas, en vivo desde la habitación de cama individual enbanderada a cargo del profeta que vocifera una eterna guerra fría, para exaltar la caza del octubre rojo ¿Los fieles? en aumento, pueblo trabajador con una naciente vida social digital a la que acceden consecuencia del encierro y la pandemia, siempre indignados y temerosos de un anacrónico enemigo sacado de un mal remake con nombre de revolución molecular disipada y otras yerbas. A ratos me da por reír pero hay momentos en que la transmisión da pena, no por la ausencia de frases elocuentes del anfitrión, sino por la humildad de quienes se ven atrapados por el vacío relato patriota de una nación de desperdigadas raíces. Mi animada curiosidad dura poco, es incómodo seguir viendo que sus seguidores son personas como uno, pero con un especial e implantado miedo por perder lo que nunca han poseído, las libertades y propiedades que siempre les han prometido.
Sí, el diezmo se paga a la
cuentarut.
Carlos Muñoz Lecerf
Abogado - Contador