En estos días en los cuales debemos elegir un camino, puede ser útil tener ciertas ideas en consideración. No hay que olvidar que para tomar una buena decisión es preciso tomar en cuante algunos elementos indispensables. En primer lugar, es fundamental tener la mayor claridad posible acerca de sí mismo. Para ello hay que acudir a la memoria.
Esto significa, entre otras muchas cosas, pensar acerca de la propia historia, reconciliarse con ella, asumir quienes somos, reconocer nuestras heridas, agradecer a quienes han sido fieles con nosotros, a quienes nos han exigido para superarnos y conocer también cuáles son nuestros dones.
Luego, es preciso considerar el presente, el tiempo que nos tocó vivir, dónde estamos, cuáles son nuestras reales posibilidades, cuáles son nuestros deseos más profundos, nuestros anhelos, nuestros sueños y cuáles son las necesidades que vemos a nuestro alrededor; qué necesita nuestro país, para ser mejor y qué es aquello que nosotros podríamos aportar además de no tener miedo a preguntarse: ¿Dónde puedo servir mejor?
Para todo esto es muy importante salir de uno mismo yendo al encuentro de otros o dejándose encontrar por otros mediante la conversación, dialogar auténticamente, con tiempo, sin premuras y a fondo muchas veces, para tener claridad en nuestros pensamientos, acoger lo que otros nos quieren decir, lo que ven de nosotros, sobre todo aquellos que nos aprecian y se preocupan por nuestro bien.
En este sentido, es valioso mirar al futuro con perspectiva, mirar toda nuestra vida hasta el final, pensando como nos habría gustado vivir, mirar nuestra vida desde su término, de manera de no arrepentirnos de malas decisiones: decisiones cobardes o mezquinas.
Estos elementos nos ayudarán a orientarnos a un buen fin, que sea exigente y posible a la vez, que comprometa nuestra vida para que dé frutos en la medida que lo entregamos con sinceridad y generosidad a los demás, para comprometernos en un camino que le dé plenitud a nuestra vida, en definitiva, que nos guíe hacia una vida feliz.
Klaus Droste,
decano de la Facultad de Psicología,
Universidad San Sebastián