Los fanales Presidente Sociedad de Folclor Chileno
Por Yvaín Eltit
Dentro del amplio espectro del folclor religioso encontramos diversas supersticiones y objetos. Parte de ellos son los fanales.
La palabra fanal deviene del término griego "phanarion" y quiere decir farol grande utilizado en los barcos y los puertos. Según la Real Academia Española (RAE) posee significados asociados a su génesis marítima. Para nuestro manuscrito seleccionamos: "Campana de cristal cerrada por arriba, que sirve para resguardar del polvo lo que se cubre con ella".
Inicialmente respondieron a una finalidad de contemplación devocional privada, muy diferente a una exhibición masiva. Su complejidad comprende una doble dimensión, conjugando un mundo sagrado (interior) y otro profano (exterior), con diferentes pasajes en torno al Niño Jesús, sin olvidar que se puede observar, pero guardando la distancia.
En Chile las primeras piezas llegaron desde el extranjero. La influencia de la escuela quiteña fue vital; este centro artístico tiene su origen la Escuela de Artes y Oficios fundada por los frailes franciscanos Jodoco Ricke (1498-1575) y Pedro Gosseal (1497-1570) en 1535 en Quito, Ecuador.
La producción artesanal combinaba la tradición medieval con elementos de los pueblos originarios ecuatorianos. Escasamente los fanales tenían firmas, pues la mayoría de sus creadores eran anónimos. Los materiales con los cuales se trabajaba eran piedra, cera, metal, nácar o cerámica. En concreto, se trataba de formas policromadas (pintadas de varios colores), pudiendo estar en diversas posiciones sobre una base de madera casi siempre ovalada. También había plataformas circulares. La adhesión de la campana de cristal es del siglo XIX; se pueden hallar otras de vidrio.
A nuestra patria desembarcaron figuras y cabezas sueltas, cuyos rasgos característicos locales se les incorporaron dependiendo de cada orden religiosa.
La viajera británica María Graham (1785-1842) describe en su estadía en una casa porteña: "En una esquina hay una mesa que exhibe un cofre de vidrio, dentro del cual hay un pequeño niño, un Jesús de cera, de una pulgada de largo, tendido sobre las rodillas de una virgen, también de cera, rodeados por José, el buey y los burros, todos del mismo material decoradas con musgos y conchas marinas".
En nuestros días, por ejemplo, el Museo de la Merced posee una colección de 79 fanales, dando cuenta del lujo y pompa mercedario. Mientras que el Museo de Arte Colonial San Francisco tiene una colección de siete fanales, fiel reflejo de su austeridad.