Sin estar en el lugar, podemos observar la magnitud del siniestro que afectó a Castro en la isla de Chiloé. A pesar de que los daños materiales son cuantiosos, no hay que lamentar pérdidas de vidas humanas.
Una vez más, la tragedia afecta a los más vulnerables, y siempre seguirá siendo así mientras las autoridades no asuman el compromiso de entregar viviendas dignas y seguras. ¡Ojalá que la desoladora imagen de un terreno totalmente calcinado y baldío, sirva para que en ese mismo lugar quienes lo han perdido todo, puedan levantarse e iniciar una nueva vida en condiciones más humanitarias.
Jorge Valenzuela Araya