La resistencia de los comedores solidarios en pandemia
Son los espacios que a pulso y generosidad han logrado brindar alimentación a cientos de familias que de otra manera no tendrían qué comer. Los últimos meses han escaseado las ayudas y sus gestoras - la mayoría mujeres - lo asocian a la cesantía.
Si para muchas familias ha sido complejo sobrellevar la pandemia y sus duros efectos económicos y sociales, imagine lo que significa para los comedores solidarios o las llamadas ollas comunes mantener su funcionamiento. Porque estos espacios que de manera espontánea y autogestionada han surgido en las comunidades no sólo se sostiene en la generosidad de sus gestores sino fundamentalmente en quienes hacen sus aportes y permiten llevar alimento a quienes no lo tienen.
No es casual que la mayoría de los comedores sea liderado por mujeres y tampoco que estas mujeres sean vecinas de sus mismas comunidades que añaden a sus propias y personales preocupaciones, las de su entorno.
Más de un año
La mayoría de los comedores han cumplido un año ya de funcionamiento y si bien algunos reconocen han tenido aportes permanentes, como el del sacerdote Marcelo Catril o los Twitteros Solidarios, lo cierto es que la mayoría ha logrado resistir gracias a la ayuda de los más modestos.
Porque como muchos de sus colaboradores coinciden, los comedores han recibido la ayuda de personas particulares, pequeños comerciantes y sobre todo, personas anónimas que de manera discreta han intentado hacer sus aportes.
Pueblo por el pueblo
Rosa Silva es una de las mujeres que lidera el comedor solidario itinerante del Campamento Esperanza 2011 que funciona en el ingreso Agua Santa a la Ciudad Jardín.
El proyecto cumplió el 27 de abril un año de trabajo ininterrumpido y ha logrado, no sin dificultades, elaborar 900 raciones de alimentos semanales.
La dirigente reconoce que a diferencia del año 2020, este 2021 las ayudas han escaseado y han hecho complejo poder cumplir con su cometido.
"Nosotras asumimos un compromiso con la comunidad, muchas veces hemos tenido que hacer dos menú distintos porque no alcanza para todos. Siempre destacamos que la principal ayuda la entregan personas muy modestas, pequeños comerciantes, como nosotras decimos, aquí el pueblo ayuda al pueblo, porque a pesar que tenemos como vecinos a empresas importantes, no hemos tenido el apoyo de ellas, y eso que lo hemos pedido", planteó.
A lo anterior se suma que la sede donde funciona el comedor y donde se elaboran los alimentos, requiere de algunas reparaciones antes de la llegada de las lluvias, específicamente, planchas de zinc de la techumbre.
"El techo de la sede está en mal estado y queremos ver la posibilidad de repararlo antes de la llegada de las lluvias. Este año no hemos tenido ninguna ayuda de parte del gobierno regional, necesitamos, por ejemplo, un horno, hasta ahora, afortunadamente contamos con el apoyo de un vecino que nos permite ocupar el suyo", acotó Rosa Silva.
Nada de campaña
La presidenta del comité de vivienda Bellavista del campamento Manuel Bustos, María Medina, es candidata a concejala por Viña del Mar, pero a pesar de esta apuesta suya por incursionar en política, no ha querido descuidar su compromiso con su comunidad por lo que optó por no hacer campaña y dedicarse al comedor que funciona en la sede de su comité.
Con más de 30 años como dirigente, María Medina conoce bien las necesidades de su sector y coincide en que los aportes han ido a la baja.
"Han sido meses difíciles para todos y es entendible que la solidaridad comience a decaer, se hace difícil mantener en funcionamiento los comedores, pero es un compromiso que uno asume. Acá trabajamos con 6 colaboradoras. Preparamos más de 600 raciones a la semana y las personas las esperan por lo que no es llegar y decir, no hay", comentó la dirigente.