Gambito de dama

De un tiempo a esta parte, comenzó el fenómeno mediático de gambito de dama. No hay lugar en el que no se hable sobre esta exitosa serie de Netflix que comanda las modas en la mitad de este distópico verano. Si bien la gran mayoría de la opinión pública sostiene que es una producción entretenida e interesante, también una minoría la dejó de ver, sosteniendo que eran temáticas trilladas que bajo los artilugios del maquillaje se reiteran una y otra vez.

Gambito de dama antes de ser una serie, fue una novela del escritor norteamericano Walter Tevis. Publicada en la primera década del ochenta, narra la soledad de Beth Harmon en un oscuro y gélido orfanato de Estados Unidos. Ahogada en los miedos de una sociedad en la que no se siente cómoda (se ve como un estorbo que no logra encajar con nada), la protagonista decide refugiarse en el juego del ajedrez. Luego de visitar por casualidad los sótanos del orfanato (la figura de Paul Auster y el azar comenzó a popularizarse por esos años en la literatura norteamericana), observa a un empleado embobado ante las piezas de un tablero. Ese es el punto de arranque, el kilómetro cero de la novela.

Todas las noches, antes de dormir, piensa en la infinidad de jugadas que el tablero permite. Planea ataques y defensas imaginarias, sirviéndole de guía un libro que encontró en el sótano y que le reporta alguna de las formas con las que enfrentar su incipiente pasión.

Un par de años después es adoptada por un matrimonio que se desvive en apariencias, pero que en el fondo son personajes ruines que construyen su vida en torno a imágenes. La adopción de Beth puede ser vista como la presión social que existe ante las parejas que no tienen hijos. Hay una invisibilización de la niña, sus inquietudes sobre el ajedrez (su condición de superdotada) es pasada por alto, es decir, no existe crianza propiamente tal, lo que hay es un interés por saldar una cuenta con la sociedad.

Más allá del retrato de intimidad que la novela trae consigo, resulta interesante observar el universo que rodea todo el libro. Hay un contexto de Guerra fría que se hace latente desde las primeras páginas. El comunismo es visto en Norteamérica como la peor de las barbaries, diversos personajes -construyendo su discurso en base a caricaturas infantiles y absurdas- despotrican contra la Unión Soviética, dedicándose a repetir un discurso mediado por sus gobernantes.

Por otra parte, en el orfanato los niños son medicados con fármacos que buscan tranquilizarlos y reprimir sus diferencias. Se pretende construir sujetos uniformes que respondan a intereses creados, por lo mismo, cuando Beth muestra interés por el ajedrez, inmediatamente es coartada, impidiendo que vaya un poco más allá que sus compañeros.

Sigo sin ver la serie. Todavía no sé si introducirme en ella, quizás me borre las gratas impresiones que me ha generado el libro. Mientras lo pienso una y otra vez, los invito a leer la novela de Walter Tevis, un retrato que habla de lo íntimo para dar cuenta de lo público.