Pestes en los tiempos de la Independencia
En aquella época, la viruela, el sarampión y la tifoidea causaron más muertes que los caídos en las batallas por la emancipación nacional.
Por Juan Guillermo Prado
Santiago, en 1810, no tendría más de 70 mil habitantes cuando solo 400 vecinos se reunieron en el cabildo abierto del 18 de septiembre, para deliberar acerca de cómo debía ser gobernado el "reino de Chile", luego de que Napoleón tomara cautivo al Rey Fernando VII y en su lugar pusiera a su hermano José Bonaparte.
Por cada mil chilenos, 18 morían anualmente. Solo treinta años era la esperanza de vida. Casi la mitad tenía menos de 15 años. Veinte años era la edad promedio en que las mujeres se casaban, pero muchas convivían. Más del 40 por ciento de los niños moría antes de cumplir el año. La estatura promedio de los hombres era de un metro 60 centímetros y de un metro 44 centímetros las mujeres. Bernardo O'Higgins medía 167 centímetros.
En 1810 había solo siete médicos y dos hospitales: San Juan de Dios, para hombres, y San Francisco de Borja, para mujeres, así como varias boticas y droguerías. No existía agua potable ni alcantarillado y las pestes eran comunes. La viruela, el sarampión y la tifoidea eran las principales causas de muerte.
Vacuna contra la Viruela
En 1796, el británico Edward Jenner descubrió la vacuna contra la viruela utilizando el virus de las vacas. Sin embargo, en esa época de la inoculación ya era una práctica común, pero implicaba graves riesgos. En 1774, en Santiago, fray Pedro Manuel Chaparro había logrado evitar que muchos padecieran este mal mediante el sistema de inoculación directa, que consistía en trasmitir el fluido de los variolosos a los sanos. Este mismo fraile en 1805 vacunaba, con el descubrimiento de Jenner, a los habitantes de Santiago en la puerta del Cabildo, frente a la Plaza de Armas.
En 1803 zarpó desde España la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, una expedición que dio la vuelta al mundo y se extendió entre 1803 y 1806. Su objetivo era vacunar contra la viruela todos los lugares del imperio español, ya que la alta mortandad del virus estaba ocasionando la muerte de miles de personas.
Manuel Julián Grajales, quien formaba parte de esta expedición, llegó a Chile en diciembre de 1807 y 21 de enero de 1808 creó la Junta de Vacuna en Valparaíso, según Vicuña Mackenna: "Bajo la presencia del párroco, en una semana Grajales había inoculado el virus salvador a no menos de 800 habitantes, valiéndose, es verdad, para alcanzarlo, más de la bayoneta y del sable, que de la lanceta, porque rehusando todos tenazmente, pobres y ricos, el don que les enviaba el cielo, fue preciso recurrir a la fuerza pública".
"En 1810 había solo siete médicos y dos hospitales: San Juan de Dios, para hombres, y San Francisco de Borja, para mujeres".