El Barrio Puerto despidió al cura amigo
Con globos, carteles, boleros y una que otra caña de vino, cientos de personas esperaron en el atrio de La Matriz al sacerdote Gonzalo Bravo, tras la misa dominicial por Facebook. Era una despedida sorpresa para el párroco que durante los últimos doce años compartió con los más desposeídos y en los próximos días será investido obispo de San Felipe. "Me voy feliz, he sido enseñado a mirar la vida desde la dignidad y la simplicidad", dice.
Marcela Küpfer C. - La Estrella de Valparaíso
Los sacerdotes que pasan por la histórica parroquia La Matriz dejan una huella en el Barrio Puerto, que acoge a este antiguo templo. Así pasó con el recordado "cura Pepo", como era llamado el padre José Gutiérrez, quien fue párroco de La Matriz por 15 años y fue reconocido por su trabajo en defensa de los derechos humanos durante la dictadura y luego por su labor hacia los más desposeídos en este antiguo pero abatido barrio porteño, donde ayudó a fundar el célebre "Comedor 421", que alimenta a los más vulnerables.
Hoy, el Barrio Puerto despide a otro párroco histórico: el sacerdote Gonzalo Bravo, quien a mediados de este mes partirá al interior de la región, para asumir como obispo de San Felipe.
Y ayer fue el día en que la comunidad de La Matriz despidió a su párroco y amigo, porque para muchos "el Gonzalo", como algunos le llaman, fue más que un guía espiritual.
Hubo globos, carteles, boleros, abrazos, llantos, risas, bailes y una que otra caña de vino al aire libre, todo un crisol de emociones y gestos para despedir a un sacerdote que alcanzó a estar 12 años en La Matriz y que compartió codo a codo con los pobres, los marginados, los solitarios y los vecinos en general.
Una sorpresa
La despedida sorprendió al padre Gonzalo. Desde mediodía, mientras él oficiaba la misa de 12.00 a través de Facebook (una práctica habitual desde la llegada de la pandemia), decenas y luego cientos de personas comenzaron a reunirse en torno al atrio de La Matriz. Casi todos con mascarillas, muchos portando carteles hechos en el mismo lugar: "Lo extrañaremos", "gracias por tanto", "bendiciones en su nuevo caminar de obispo", "421: no te olvidaremos" y hasta un clásico "manda fruta". Porque si bien hubo lágrimas, también brilló el humor, la fiesta y el baile improvisado de quienes celebran y lloran por igual.
Entre los presentes estaban muchos vecinos antiguos de La Matriz, voluntarios y usuarios del Comedor 421, niños y amigos, portando globos blancos y verdes en homenaje a Wanderers, equipo de los amores del cura Gonzalo.
La despedida propiamente tal comenzó cuando el sacerdote apareció por un costado de la parroquia rumbo al atrio. Y quedó de una pieza. Allí se encontró con una multitud que lo vitoreaba y lo abrazaba al ritmo de "La joya del Pacífico", que a todo volumen salía desde un parlante ubicado en el comedor solidario.
Fue una caminata interminable, donde cada uno de los presentes se acercó al padre Gonzalo para despedirse, sacarse una foto con él, abrazarlo pese a la pandemia.
Entre lágrimas de emoción y las risas tan propias de su carácter, el cura Gonzalo se dio el tiempo de hablar con cada uno, entregar una bendición, dar un consejo. ¡Hasta cuchareó del guiso que a esa hora se repartía en el comedor!
No faltaron los cánticos del Wanderers y algunos boleros bien cebollentos que la gente bailoteó con alegría, como queriendo que este improvisado almuerzo de despedida tuviera también la chispa inigualable del Barrio Puerto.
"me voy feliz"
Por la tarde, con las emociones ya no tan a flor de piel, el sacerdote Gonzalo Bravo repasó sus años a cargo de la parroquia La Matriz pero, más bien su vida en el corazón del Barrio Puerto, una experiencia que no compara con otras anteriores al servicio de su iglesia.
En estos últimos días, en que la pandemia ha obligado a cerrar el comedor y atender solo mediante "retiro en local" y "delivery", Bravo ha estado casi todos los días ayudando a repartir y compartiendo el almuerzo con los usuarios; por ello, tal vez, le resultó aún más emocionante esta despedida.
Será ordenando obispo de San Felipe el 15 de agosto a las 11.00 de la mañana y desde entonces su diócesis estará en la región interior, aunque afirma que lo veremos seguido por estos lados, pues mantendrá su puesto como decano de la Facultad de Teología de la PUCV.
A la hora de las evaluaciones, destaca tres planos: "Primero, en lo personal, es una alegría inmensa poder servir para que la gente con menos recursos tenga más dignidad. Lo segundo es ver una iglesia que se aleja de los pobres, de la sencillez, y que se ha perdido lamentablemente, pero aquí yo me doy cuenta de que el pueblo de Dios, la gente, está súper cerca de Jesucristo, todos queremos vivir felices, con espacios de libertad, encontrarnos, no queremos construir un mundo injusto, y como sociedad siento que volver a la sencillez es una llamada para volver a la felicidad. Y en tercer nivel, que en La Matriz hay un grupo de gente maravillosa, han llegado cristianos y no cristianos y todo tipo de personas que han visto en el ser humano alguien con quien compartir y todos hemos crecido en felicidad. Yo me voy feliz de acá, no porque he servido, sino porque he sido enseñado a mirar la vida desde la dignidad, la poesía y la simplicidad".
Su sucesor llegará recién en marzo próximo y de él solo espera "que sea cercano a los pobres y proteja a los débiles", dice, haciendo hincapié en que el barrio requiere ayuda en diversas materias, como seguridad pública, protección de derechos y desarrollo, a demás de las necesidad básicas de alimentación y vestuario.
¿Se va con preocupaciones de Valparaíso? Por cierto que sí, dice. "Me preocupa que los pobres sigan siendo pobres, me preocupa que el país no tenga las confianzas mínimas para sacar adelante la pega de la civilidad, me preocupa que la diversidad hoy día signifique distancia, que una opinión distinta signifique violencia, que las autoridades nuestras estén cada día más solas, no solo respecto a la gente sino que a ellos mismos. Si eso sigue siendo así, es muy difícil que nuestro barrio vaya a superarse, que los contextos políticos hagan cambiar la situación de vulnerabilidad y de pobreza extrema en que mucha gente vive. Por otro lado, me anima que esta pandemia ha sacado lo mejor de muchas personas, la solidaridad escondida, una empatía mayor. La indiferencia hoy día ha perdido su poder", apunta.