Los ojos del amor encuentran siempre algo que apreciar, los ojos del amor agradecen y perciben siempre la perfección. Ese tiene que ser nuestro foco siempre, liberándonos, tomando responsabilidad de lo que estamos sintiendo y eligiendo.
¡Pero los seres humanos tenemos tanta necesidad y tantos apegos! Nos aferramos a cosas externas, siempre estamos afuera. ¿Dónde tendríamos que estar en realidad? Adentro, en nuestro corazón. Quédate ahí por un momento, solo contigo mismo. Cierra los ojos y pon tu foco en el corazón. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está ahora la necesidad? ¡Ah, se ha ido! Porque cuando estamos completos dentro de nosotros, no necesitamos nada y todo se vuelve simple.
Tenemos que parar, tenemos que conectarnos, tenemos que sumergirnos profundo en nuestro corazón para poder atestiguar todo lo que está en la superficie. Una vez que vibramos dentro de la conciencia, percibimos el mundo a través de los ojos del amor.
Los humanos modernos tenemos vidas muy ocupadas, estamos constantemente haciendo cosas, así que, por supuesto, tenemos pensamientos, funcionamos en el mundo, necesitamos comunicarnos y planear asuntos. Pero siempre tenemos que volver al momento presente, a la conciencia.
La conciencia es un foco, y con él viene la claridad. Una vez que tengamos eso, todo lo demás es de muy poca importancia, pues ya tenemos la claridad de vernos y de elegir. Y es ahí entonces cuando comenzamos a disfrutar de nuestras vidas, anclados en esa experiencia. Puede que no siempre te guste lo que ves, pero no puedes ignorarlo todo el tiempo. Mientras más rápido abraces las partes de ti mismo que rechazas, más rápido tu inconformidad será reemplazada por la libertad del amor incondicional.
Empieza a confiar en tus creaciones, di que sí. Cuando estamos presentes en cada momento, creamos desde un espacio de conciencia y todo fluye perfectamente. Tal vez no como quisiéramos, pero ahí es cuando debemos confiar, soltar, y permitir que todo se abra.
Todos tenemos preferencias y eso está perfecto, pero permanece abierto al cambio, no te encasilles. Paz, amor y alegría no son el resultado de ciertos lugares o cosas, están dentro tuyo.
La conciencia es mucho más grande que el intelecto: atestigua la mente y todas sus maquinaciones; toma lo que necesita del intelecto para poder tener una experiencia humana, pero tiene una percepción clara de las cosas que nos hacen sufrir. La conciencia ve a través de los pensamientos que
están basados en el miedo, que nos hacen aferrarnos, en lugar de liberarnos.
La mente es un signo de interrogación interminable, de permanente duda: cambia confusamente de una opinión a otra. Es transitoria, porque es ilusoria. La voz del intelecto oscila de un polo al otro, alimentándose de la confusión y la indecisión. La complicación es su juego favorito, ya que entreteje raudales de pensamientos en un extraño desorden, como un gato con una bola de hilo.
La voz de la unidad no tiene dudas. Habla con absoluta claridad, resonando en el silencio de tu ser. Cuando la unidad habla, cuando tu corazón habla, no hay cuestionamientos. Es sólida y categórica. ¡Permite que tu corazón hable!
la columna de isha