De la UCI pediátrica a la "primera línea" : el relato de enfermera porteña
Catalina Sánchez cambió a sus pacientes bebés por enfermos contagiados de coronavirus en el hospital Carlos Van Buren; todo un mundo de diferencia.
Debido al avance de la pandemia todos los hospitales han debido reconvertir camas y espacios a salas UCI especializadas en pacientes COVID positivos. Junto con acondicionar camas y aumentar ventiladores, funcionarios de la salud de diferentes servicios han debido reconvertirse y colaborar desde la primera línea en la batalla contra la pandemia.
"El 2015 ingresé a la UCI pediátrica del hospital Van Buren y llevo casi 5 años trabajando allí. En marzo, cuando empezó lo del coronavirus mi jefa directa Paulina Altamirano me invitó a orientarme en la UCI adulta COVID y sin darme cuenta estaba inmersa en este nuevo mundo y con pacientes adultos que necesitaban de urgentes cuidados", relata Catalina Sánchez, enfermera de la Universidad Andrés Bello que pasó a estar con pacientes infantiles a la denominada primera línea del coronavirus.
"Estaba el tren andando y me tuve que subir no más, la situación no ameritaba más esperas. Pese a que el manejo del paciente adulto es muy distinto al pediátrico, desde los olores, las dosis y los tubos.... es decir todo era distinto", revela la joven profesional, quien junto a su mejor amiga, también enfermera pediátrica, pasaron a ser parte del equipo porteño que atiende pacientes COVID.
Sensibilidad
Con turnos de 12 horas, donde muchas veces almuerzan algo a las 17.00 horas y con la constante vigilancia de los pacientes que en un momento fallecían a diario, Catalina sostiene que su día a día arranca muy temprano y con un protocolo establecido. Guantes, doble mascarilla y delantal quirúrgico y cuando están junto al paciente la mascarilla normal pasa a la N-95. En cada turno son 9 enfermeros y si bien es una hora de almuerzo, debemos irnos rotando con tres compañeros para no aglutinarnos en el pequeño comedor que se ideó (..) la UCi COVID del Van Buren se armó de la nada, era un pasillo y hubo que armar y todo de cero con 18 camas", detalla Catalina.
La profesional de 30 años que sentía que su vocación era la atención de niños, ha tomado este paso como un desafío profesional.
"En pediatría igual mueren niños, pero al llegar a la UCI COVID fue terrible, pues al comienzo casi en todos los turnos moría alguien. Entonces uno se cuestiona, y dice: pucha me saqué la mugre todo el día casi sin almorzar, poniendo vías, diálisis, pronando y despronanado y atacando al paciente para que viva y luego moría... es frustrante", relata la enfermera, quien en abril vio morir personas prácticamente a diario.
Pese a su juventud, Catalina expresa que es un mito que el personal de la salud pierda la sensibilidad ante el dolor humano, y que cada muerte pase a ser un simple número. "Lloramos y nos contenemos entre los colegas, pero la mejor contención son tus pares. Lamentablemente vivo sola y no puedo ver a mis padres por temor a contagiarlos", resume Catalina, quien seguirá cuidando a los infectados de la peor pandemia del último tiempo.