Belén Velásquez - La Estrella de Valparaíso.
Recorrer la magia de los cerros porteños "al estilo de Los Supersónicos" y sin contaminar. Esa es la experiencia que se vive al subir al único taxi eléctrico que desde hace un mes está operativo en Valparaíso. Su dueño es Ronald Oliva, el mismo que en 2010 pintó una Volswagen combi como el típico medio de transporte porteño.
Su objetivo en ese entonces era "mostrar Valparaíso a los turistas de una forma lo más real posible con un viaje atípico y así y armamos un mini trole, logrando subir el primer trole a los cerros. Nos fue bien, tuvimos buena llegada con los hoteles y ahora quisimos avanzar", dice Ronald.
Derribando mitos
Cerca de diez años después, este emprendedor decidió evolucionar y continuar con el rubro del turismo, pero de la mano de la electromovilidad, adjudicándose una de las patentes licitadas por el Estado y comprando -de forma privada- el modelo Nissan que hoy lo llena de orgullo porque "también subimos al cerro el primer auto eléctrico y nadie sabía si se podía".
"Queríamos derribar mitos porque se dice que Valparaíso es feo, sucio, que hay droga, que roban. Nosotros andamos por cerro San Juan de Dios, Las Cañas, lugares que no son turísticos y los turistas se dan cuenta que son tranquilos y limpios. Cuando llegan al cerro Alegre o Concepción o a la Sotomayor, se dan cuenta que es una mugre", cuenta Oliva.
Por eso, agrega, nos llamanos "'Turismo de Interés Especial' porque queremos que el pasajero se lleve la imagen más nítida de la ciudad, no le escondemos nada: hay ladrones, o sectores peligrosos, pero es lo mismo que hay en todas las ciudades del mundo. Las agencias de Santiago, dicen que todo es horrendo y eso le resta al turismo y a la ciudad".
Entonces, dice Ronald, "la experiencia que se lleva el turista es conocer una ciudad encantadora y al mismo precio que un taxi normal porque muchos piensan que es más caro que el taxi básico y no".
Abandono del estado
En ese sentido, el empresario dice sentirse "defraudado porque el Estado nos abandonó porque tras la licitación, no había autos para comprar y no pusieron los paraderos anunciados y así es más difícil mostrar el negocio".
Agrega que "yo tengo la suerte que conocía el rubro, pero nos dejaron a la deriva. La idea de un paradero es que la gente te vea ahí y confíe porque los turistas andan perseguidos con que les robarán".
Y si bien la tarifa es la misma que la de un taxi convencional y el valor del auto dobla el de uno normal, Oliva dice que los costos operacionales son menores, aunque "la verdadera ganancia la tiene el pasajero porque es una real experiencia subir y dar una vuelta, no contaminas y ¿qué busca la gente hoy? dejar un mundo mejor para los hijos y en Valparaíso tenemos la posibilidad de contribuir, pero nadie lo sabe", concluyó Ronald.