"Toda persona discapacitada viaja gratis en este colectivo"
Aurelio Fernández trabaja en la Línea 18 de Forestal. En 2005, le prometió a su esposa Rosita, quien murió de diabetes, que no le iba a cobrar el pasaje a nadie que se desplazara con muletas o en silla de ruedas. Vecinos dicen que ha cumplido.
Es mediodía. En el paradero 8 de Forestal, Aurelio Fernández detiene su colectivo de la Línea 18, para tomarse un descanso. No andan muchos pasajeros, así que seguirá trabajando en un rato más.
En las ventanas de las puertas traseras, dos papeles arrugados por el calor y el paso del tiempo, sobresalen a la vista: "Toda persona discapacitada viaja libre de pago en este colectivo, Aurelio".
El colectivero sonríe y se baja del vehículo. "Es una promesa que le hice a mi esposa antes de morir, hace unos 13 años más o menos", dice, mientras cierra la puerta tras de sí.
de la feria al colectivo
En la década de los '80, Aurelio y su esposa Rosita se ganaban la vida trabajando en la feria. Luego, por una crisis económica, se les echó a perder el negocio y el viñamarino se puso a pitutear como chofer. "No había capital, así que tuvimos que ver otra cosa para mantenernos y yo empecé a hacer reemplazos en los colectivos", recuerda don Aurelio.
Rosita, mientras tanto, se puso a ahorrar una suma de dinero. "Un día, ella me dijo que ya estaba bueno que me comprara mi propio auto. Yo le dije que no tenía plata, que no me alcanzaba porque diariamente tenía que entregar una cuota, pero ella me dijo que tenía una platita guardada y que el resto se lo iba a pedir a una hermana que tenía en Forestal. Así nos compramos un Nissan cero kilómetro", relata.
Con el colectivo nuevo, don Aurelio se asesoró con un amigo, quien le enseñó los recorridos y el rubro. Rosita era la jefa. "Mi señora era mi patrona (ríe), todos los días tenía que entregarle la cuota, aunque la pega estuviera mala...", cuenta.
Aurelio y su esposa empezaron a salir adelante, hasta que una diabetes les arruinó el panorama. "Ella se empezó a enfermar y llegó el momento en que la llevé a diálisis tres veces a la semana. Tenía los riñones malos, estaba cada vez más mal de salud", se lamenta el viñamarino.
La enfermedad llegó a tal nivel, que el médico dijo que a Rosita había que amputarle una pierna. Ella no quiso. "Siempre se negó, aunque el médico consiguió las firmas, ella no dejó que se la cortaran porque decía que prefería morir entera, que con una pierna menos", dice don Aurelio.
Promesa cumplida
Una tarde de 2005, el médico le informó al colectivero que a su esposa le quedaban 10 días de vida. Cuando Rosita ya estaba a punto de partir, se puso a llorar y lo llamó.
"Me dijo que conocía a mucha gente que le faltaba una pierna, que estaba discapacitada, o que andaba igual que ella... entonces, me pidió un favor. Me dijo: 'Te voy a pedir un favor muy grande, que no le cobres el pasaje a la gente discapacitada. ¿Me lo prometes?'. Yo le dije: 'Sí, te lo prometo, no le voy a cobrar el pasaje a estas personas, aunque tengan más o menos recursos que yo'", expresa don Aurelio, emocionado.
Desde entonces, el hombre ha sido fiel a sus palabras. Persona que se sube a su colectivo con alguna discapacidad, no paga el pasaje.
Raúl Suárez, uno de sus viajeros más frecuentes, lo confirma. "Lo conocí hace como 10 años, cuando un día me esperó junto a mi esposa afuera del Santa Isabel de Viña. Desde ese día no me ha cobrado. Yo tengo las dos piernas malas, en esta (muestra la izquierda) se me cortó un tendón y en esta otra (la derecha), me caí en la casa. Ojalá hubieran más personas como don Aurelio, porque es muy atento y por todo lo que hace ya tiene ganado el cielo", manifiesta.
En la garita de la Línea 18 reconocen que don Aurelio Fernández es un excelente trabajador. "Siempre le llegan felicitaciones o saludos por lo que hace, tiene un corazón noble", dijeron.
Cuando Raúl Suárez se sube al colectivo, Aurelio prende el motor. En estos últimos años ha tenido harta demanda de pasajeros que viajan gratis.
"Ayer llevé a cuatro, uno de ellos andaba en silla de ruedas. Yo los llevo porque cumplo con mi promesa, y porque hay choferes que no se detienen o les dicen que tienen la maletera mala. Yo digo, cómo no piensan que algún día les puede pasar algo así a ellos o a un familiar", cerró la puerta y se fue hacia el centro de Viña del Mar.