Ni la lluvia impidió que visitas llegaran a "Velas Latinoamérica"
En el Molo de Abrigo de Valparaíso, tras dos meses de navegación, recalaron los veleros que pueden ser visitados hasta este sábado. Sea parte de esta inolvidable y única experiencia náutica en honor a los 200 años de la Armada de Chile.
"Mamá, no se te vaya a caer el celular". Aquí las cuadernas no crujen como mar adentro a las tormentas. El suave balanceo al oleaje igual inquieta a Joao, de 11 años, quien vuelve y llama a su madre Yuri Vega, de Miraflores Alto, que ahora sujeta de la mano a su hija Alejandra, de cinco. Arriba del Buque Escuela Cuauhtémoc, una música autóctona hace inflar pecho a un charro. De gorra y uniforme, el sujeto da la bienvenida: "Somos de México". Yuri al abordaje asiente. Y comenta: "Esto es muy bonito, una oportunidad que se da una vez a las quinientas. ¡Nunca me había subido a un velero!".
Estamos en el Molo de Abrigo (y la Terminal Uno del Puerto de Valparaíso). Aquí las indicaciones son claras: circular por áreas demarcadas y autorizadas y mantener la atención al avanzar por los veleros, para así evitar accidentes en pasarelas y escaleras.
En medio de un paréntesis, no sólo a la competencia sino a la lluvia que arreciaba en horas de la tarde de ayer, el fenómeno climático está lejos de ahuyentar a los visitantes. La mayoría concuerda en que vale la pena no perderse esto. Vivir la experiencia.
Y es que tras dos meses de navegación -la travesía partió el 25 de marzo en Río de Janeiro-, impactan a la vista los ocho buques escuelas que flotan en fila sobre el Pacífico en un alto a la estadía, la más larga prevista (junto a Buenos Aires).
Todo como parte de un mega evento náutico a la altura de la circunstancia en honor a los 200 años de la Armada de Chile.
Su nombre: regatas 'Velas Latinoamérica 2018'. Actividad que, hasta este sábado, usted podrá disfrutar al recorrido de estas bellas embarcaciones.
"Algo diferente"
Jonathan Labrín es de la isla de Chiloé. Lo acompaña Verónica, su mujer, y dos pequeños, Andrés y Diego. Como profesor de historia, para Jonathan los buques le resultan una agradable curiosidad... cómo los astilleros con similitudes, "en su mayoría confeccionados en Europa", acota. "Uno se imagina sólo a la Esmeralda, pero saber que todos los países del continente mantienen una línea formativa en veleros es interesante, sobre todo para los niños". Si hay un buque por el que dice decantarse, es el Simón Bolívar de Venezuela, "por el simbolismo del nombre a nivel latino que representa". Precisamente en el Simón Bolívar suenan los pitajes de rancho. La tripulación se mueve de un lado a otro. Muestran la mejor sonrisa para los visitantes. Se esmeran en dar descripciones de una travesía que desde ya les impacta, no sólo por la camaradería con los otros colegas, sino por lo que les ha tocado palpar, la experiencia.
Así también lo consideran unos yuntas de la zona. Amigos de años que comparten pasión: el océano. Juan Carlos Aguilera, de Viña del Mar, cuenta que apreciar los veleros por este Bicentenario, lo emociona. "Esto es algo diferente, veleros en apariencia antiguos pero modernos, bien mantenidos. Me sorprendió el Gloria".
A su lado, Arturo Riquelme, porteño, dice estar contento por este encuentro navío, "para estrechar los vínculos de amistad entre los países". A su juicio, se trata de una presentación impecable, con excelente trato al recorrido de los buques, "todo muy macanudo", recalca, con uno en la mira: el buque velero más gran de Sudamérica: el de Perú.
Tripulantes
Ángel Jesús Oliva es oficial maniobrista del Buque Escuela Unión de Perú, el regalón acá de muchos.
Ángel es uno de sus 238 tripulantes. Narra que este es su tercer año a los viajes en altamar, bitácora que sintetiza como "increíble" y que avala a la regata donde, "nos hemos preparado para ganar".
Marcelo Meza, oficial de mar primero comenta que su pareja lo espera en Chimbote, zona de costa. De allí su imán a la mar. "Es triste alejarse de la familia", asume. Sin embargo, ser parte de este coloso lo enorgullece: "Este es el segundo velero más grande del mundo, después del de Rusia". En el estreno de esta travesía, Meza procura el laburo a las velas. También la limpieza, comidas, una rutina como "si estuvieras en tu casa", dice mientras observa a otros marinos. Son los primerizos, "y ellos se marean en la travesía".
A sus 26 años de edad, para el teniente José Aranda, jefe del palo trinquete (uno de los cuatro palos que compone el velero) y nativo de Lima, sostiene que han recorrido 600 millas hasta el momento. Tras fondear en la bahía porteña, se da tiempo para resaltar la categoría del evento: "Significa algo muy importante para mi país. Esto es un reto que debemos liderar".
Las banderas ondean en sintonía al sistema frontal. El capitán teniente Rodrigo Kormann, jefe de navegación del buque velero Cisne Branco, que dice que en 2011 fue campeón, se acerca sigiloso. Oriundo de Río de Janeiro, manifiesta que contraerá matrimonio en enero próximo. "Pasar siete meses lejos de mi familia, y ahora de la novia. A veces la soledad es grande, pero esta es nuestra profesión". Los fuertes vientos y mares bravíos dice que lo curte al bravo trayecto. Algo que tuvo que potenciar en el lugar más difícil en la ruta: Cabo de Hornos.
Allí, ante vientos de 65 nudos y olas sobre 5 metros, supo guiar a este barco veloz construido el año 2000 cuya tripulación la componen 67 personas, en este caso, todos varones. Los atributos del Cisne Branco a la estructura seducen a la vista: 76 metros de eslora y 46 metros de palo mayor, 8 kilómetros de cable, cascos afilados y una velocidad máxima de 60 nudos. Este lobo de mar sonríe, a la vez que instruye a una familia que no deja de asombrarse bajo los mástiles. El capitán Kormann recuerda su paso por Valparaíso, que tanto asegura gustarle. "Vine primero como cadete en 2011, después volví el 2012 en un crucero de instrucción y ahora vuelvo como jefe de navegación".
De momento, las precipitaciones cesan. Hay ánimo. Y más familias, como son estos 2 mil marinos, que se aprestan para 'Velas', la gran experiencia.