"El Peluca": con 88 años sigue cortando el pelo en Esperanza
Don Demetrio Álvarez Vilches no piensa colgar las tijeras y cerrar las puertas de su peluquería. Dice que el oficio que ha ejercido toda la vida lo mantiene activo a pesar de los años.
Lo encontramos sentado leyendo, esperando pacientemente que algún cliente ingresara a la Peluquería Vilches, ubicada a la altura del n°45 de la avenida 21 de Mayo del cerro Esperanza.
Y es que don Demetrio Álvarez Vilches -a sus 88 años de vida- viene de vuelta; se toma las cosas con esa calma que transmiten los sabios, las personas que han vivido mucho, y que comparten sus experiencias con generosidad.
Oficio de toda la vida
De sus 88 años, lleva 60 ejerciendo el oficio de peluquero. Recuerda que llegó al cerro Esperanza cuando las calles de la parte alta aún eran de tierra, y ni siquiera había casas ni locomoción colectiva. "Circulaban puros animales no más", asegura.
Desde ahí comenzó a ganarse su clientela, entre ellos damas y caballeros, pero también muchos niños del vecindario que ahora son adultos y de vez en cuando vuelven a visitar al peluquero para echarse una "manito de gato", o sólo para saludar.
"Hay clientes que venían de chiquititos, muchos niños. Por eso yo puse arañas y otras cosas en las paredes de la peluquería para que los niños se entretuvieran mirando y no se movieran cuando les hacía el corte de pelo", relata.
Y agrega: "Ahora la mayoría de mis clientes son señoras que se vienen a cortar el pelito. Y gente de más edad porque los jóvenes se cortan en otros lados, sobre todo ahora que está de moda el corte de pelo con los colombianos que hacen diseños y esas cosas. Y los jóvenes lo ven a uno mayor así que se cortan en otros lados, pero de todas maneras yo tengo harto movimiento".
Pequeño museo
Otros clientes importantes de la Peluquería Vilches son los miembros de las Fuerzas Armadas. De hecho, a medida que se iban jubilando algunos le regalaron a don Demetrio sus gorras. Es por eso que la peluquería parece un pequeño museo con objetos que el antiguo barbero ha coleccionado a lo largo de los años.
"Todas estas cosas me las traen de regalo. ¡Tengo una colección de cigarrillos del año del cuete!. Se conseguían en el mercado negro, y yo echaba humo pa' cachiporrearme", recuerda.
Es más, sus mesas de peluquería y todos sus utensilios de trabajo son una reliquia en sí. Unas verdaderas piezas de museo. "Hay gente que me dice que me modernice pero a mí me gusta así. La verdad de las cosas que parece un museo", afirma.
En sus murallas cuelgan gorros y sombreros de distintos estilos. En una de ellas destaca una vitrina de vidrio con su colección más preciada: cientos de cajetillas de cigarrillos antiguas; zapatos de fútbol personalizados que le envía un sobrino de Alemania, y en uno de ellos se lee "El Peluca", relojes, gorras y más gorras.
Mantenerse activo
Si bien los años no pasan en vano, don Demetrio confiesa que aún no piensa colgar sus tijeras y cerrar las puertas de su peluquería. La primera razón, es que la jubilación que recibe es muy baja y no le alcanza para vivir. Y la segunda es que piensa que cuando cierre la peluquería se le vendrán los años encima.
"Si dejo de trabajar me llegan todos los achaques. Aquí me entretengo y por lo menos estoy en actividad. Ya estoy acostumbrado a vivir así. Converso con los clientes y todos me conocen porque fui cofundador del barrio", concluye.