Guillermo Ávila N.
Aún no contaban con aquellos raros peinados nuevos de cómics. Tampoco sabían de artefactos futurista, rascacielos ni mini smartphones, menos aquel infierno a los hongos atómicos.
Era 1894 y Sakichi Toyoda, de 27 años, quería sacudir al Japón, más que un terremoto: inventó una máquina de enrollar hilo. De paso, la revolución textil que inyectaba en el país del sol naciente.
Pero lo suyo iba más por la adrenalina. Así, en un viaje a la tierra del 'Tío Sam', junto a su hijo Kiichiro, otra novedosa máquina -pero sobre ruedas- les hizo abrir más los ojos: el automóvil yanqui. Se sabe: a los japoneses les sale muy bien mejorar la tecnología que otros inventan.
Tras sumergirse en motores, combustibles y piezas mecánicas de culto, en 1933, ahora al volante operativo de Kiichiro Toyoda, se funda Automóviles Toyoda, división de la empresa de telares automáticos de su padre, Sakichi.
II Guerra Mundial. Con el giro comercial al nombre Toyota, la empresa motora se enfunda casco, sale de trincheras y pone marcha a la producción de camiones para el Ejército Imperial Japonés. En ese escenario, un todoterreno espartano, duro, contendiente a prueba de conflictos bélicos, sale a luz... como un diamante en bruto que reluce, hoy a la historia.
Tradición nipona
Historia que para Manuel Pizarro Oyadenel, a sus 52 años de edad, con cable a tierra desde 1991 en Artificio, comuna de Cabildo, tuvo su conexión... a esta historia, hace sólo un lustro.
En realidad, él deseaba hacerse de esta especie de jeep ágil modificado a la pinta. Le robaba el sueño.
Por eso, en el tan lejos tan cerca, como los Toyoda a la anécdota, también puso sus ojos bien grandes a un anuncio. A través de un remate realizado por el Ejército criollo, recuerda, propio de vehículos antiguos guardados por décadas, pulseó -como su máquina- a la puja en un bodegón de Quinta Normal, Santiago. Por 800 lucas, se impuso a otro tuerca temuquense en un mano a mano por la robusta joyita. Pizarro recuerda: "Ese vehículo lo conocía. Soy fanático de autos 4x4: quise tener uno con historia".
En retrospectiva, el Toyota modelo 2FQ15L, mismo que fue construido a finales de la década del 40 y cuyos últimos vestigios al ensamblaje se produjo en los talleres made in Japan a mediados de los años 70, lo motivó a enchularlo a su rediseño. "El vehículo es muy encachao", acota orgulloso de su "juguete".
Ya lo subrayamos: a los japoneses les sale muy bien mejorar la tecnología que otros inventan. "Este modelo es idéntico al del año 1937 que otra marca en Estados Unidos construyó para la II Guerra Mundial". Bajo lupa, Pizarro reconoce que los nipones potenciaron la copia. "En Japón lo hicieron mucho mejor". Y esas mejoras pasan por el bloqueo de un eje automático, una suspensión hidráulica y aquellos detalles a la mecánica tosca, pero únicas de la orfebrería de una buena 4X4.
Aperra a todas
En terreno, asevera que el 'devora pistas' lo tiene para salir los fines de semana. Aventuras tras aventuras. No es todo. Aquellas poderosas cilindradas han sabido rugir en la pampa argentina. También el móvil ha pisado fuerte en los caminos más agrestes de Chile. Acelerar rumbo a la Cordillera con yuntas, es parte de su ruta vía Chincolco. "Allí lo probamos, ¡es un vehículo muy bueno!".
Incluso se ha lucido en eventos. En 2014, los flashes alumbraron al 2FQ15L. La ocasión era propicia: 'El Día Nacional del Jeepero', en Limache. Su vedette, que no, la máquina de Pizarro. Acaparó portadas de revistas especializadas, tanto del país (Off Road) como España, rememora el hombre de familia (tiene tres hijos, ninguno tuerca) quien, para echarle a la olla, labora en empresas constructoras como contratista particular.
Manuel Pizarro hila fino, como los Toyoda a los negocios. Pone cifra al camioncito (más que capricho a pintura o asientos): 13 millones de pesos en inversión. Y contando.
Reconoce que no podía hacer "todo al tiro". Como en un taller, desmonta al habla: los neumáticos se encargaron a Estados Unidos; el motor y la culata la importó de Argentina. Las llantas se hicieron en Chile, al igual que los aros. En Putaendo encontró los tapabarros. Advierte: "Solo yo lo manejo. Y mi yerno, dos veces". ¿Su razón? De miedo: "Nadie se atreve, lo ven tan impresionante que no se arriesgan...".
Pero, ¿qué se siente manejarlo? Para Pizarro, es como conducir un auto. Pero con sus rudos ponderantes. Los cambios, a base de tracción pura. Si se desea chala a fondo, la velocidad máxima alcanza los 85 km/h. Posee 4 velocidades y dentro del perímetro de las palancas, tiene cuatro, por ejemplo, una para cambios y otra para la doble tracción. Además alberga dos cajas diferentes.
Como un pecho de paloma, Manuel Pizarro infla dicha al diálogo: "Lo pensaron tan bien, que hicieron que el vehículo nunca quede en pana". Por eso, las dos cajas, y una aparte para las marchas. "Engancha los piñones de la doble tracción, y otra palanca para reducir el torque del vehículo, la velocidad, la revolución. Joya", enfatiza seguro.
La pregunta salta, como el 2FQ15L a los obstáculos. ¿Habrá más vehículos así en Chile? "No, en esas condiciones no. Hay uno similar en Temuco, otro en Coquimbo, pero nadie se tomó el tiempo de restaurar un vehículo de este tipo como yo sí lo hice", acuña.
Sabe de lo que habla. Ha hecho restauraciones a otros modelos, aunque se declara fanático de los japoneses. De allí, la Hilux que enchuló para después venderla en Hijuelas. Aunque tiene otra a disposición.
¡Rugen motores!
Como los giros al volante, de vuelta a la infancia. Pizarro rememora esta afición que nació en él a los siete años. Corría 1972: su padre le obsequia un camión militar, precisamente similar al que hoy luce al reportaje. "Me dije que algún día tendría un vehículo como ese juguete. Uno de verdad. Eran inalcanzables los precios, hasta que tuve la oportunidad".
Ante la consulta de qué va a hacer con la 4X4, Manuel Pizarro suspira, con cierta letanía. Apresura juicio al 2FQ15L: "Me gustaría donarlo a un museo o Bomberos, en un sector cercano donde viva". Si se le inquiere por una posible transacción, se muestra tajante. Incluso al mejor postor. "¡Nunca lo vendería!", replica.
Si bien vuelve y reitera que sus hijos Estefanía, Nicole y Gregory no demuestran mayor interés por hacerse parte de este 'tanque histórico', respira tranquilo cuando bucea en su siguiente generación. Algo similar a ese momento Kodak (vamos, Japón) donde Sakichi Toyoda, le vislumbra al ojo la naciente industria automotriz gringa a su retoño Kiichiro Toyoda.
El nieto de Manuel, llamado José, parece haber heredado la veta tuerca. Al menos en pasatiempo, asevera el joven abuelo, ahora chocho. Para él, supone alivio: "José ya es muy aficionado a los vehículos. ¡Ni hablar de este tanque!".