El dilema que atraviesa popular sala de ensayos del Barrio Puerto
Más de 60 bandas quedarían sin espacio para grabar en "Warhola". Propietarios del antiguo caserón solicitarían desalojo. Socios muestran su labor musical.
Desde afuera, a través del ruido que brota de las paredes tapizadas a los trazos de grafitis con conciencia social de 'Giova', se puede captar esa energía y espíritu. Cultura a la vena. De la que nunca calla.
Estamos en el pasaje Almirante Muñoz Hurtado 226, Barrio Puerto. Casco histórico porteño que la Unesco estipuló Patrimonio de la Humanidad. Y donde otro eco se extiende, al parecer -acusan acá- con bulla distinta: la especulación inmobiliaria.
"Se llama gentrificación: si expulsamos a los vecinos o quienes estamos acá, los propietarios pondrán otra cosa". Quien habla es Víctor Cartagena, vive en el plan. Es guía de turismo, pero lo que lo apasiona, aparte de su lucha anti patriarcal como hombre de construcción del machismo, es la música. Vocalista de Son Primate, aquí comparte espacio con otras bandas en las distintas salas, desde rock hasta la cumbia sicodélica. "Somos todos amigos", comenta por segunda vez, mientras pone pausa a la percusión de timba y congas. "El tema de las viviendas es complicado. ¡Apoyamos a los muchachos!".
Y esos muchachos que hacen este sueño posible para más de 60 bandas y 150 personas desde hace un año y medio acá, tras haber sufrido la pérdida total de su antiguo reducto a las artes en Cochrane 90 por un incendio. Dicen estar sufriendo. Otra vez. "¡De manera injusta!".
¡Suban el volumen!
Fernando González Miranda y Sebastián Flores Cabezas son los socios de 'Warhola Salas de ensayo', concepto multidisciplinario que nace en homenaje a ese artista todoterreno, Andy Warhol. Aquí hay música, danza, talleres para niños a partir de los cuatro años a cargo del maestro Pepe Benavides. Todo en un área que cuenta con 10 salas de ensayo. Además graban y subsidian a bandas locales como Chimonos y Ocho Bolas, con 29 años de bitácora.
"Queremos que la escena cultural de Valparaíso se levante: ser un semillero de bandas con y sin trayectoria", manifiesta Fernando González, ingeniero en recursos naturales que mandó todo al tacho al desencantarse con la mineras por éste, su sueño: "Deseamos contribuir al Barrio Puerto que está en evidente abandono".
Lanza un dato: han hecho bajar la tasa de delincuencia del sector. "Nosotros hemos funado a delincuentes, bajo gran riesgo".
Sin embargo, se siente estafado. Pese a saber que se metían en un posible tete, sus ocho meses de para, eran mucho. "Firmamos un contrato usurero, que no valía la pena pagar con las regulaciones excesivas de IPC. Pero ésta es nuestra filosofía de vida, trabajo y oficio. Firmamos en base a la desesperación. Todo por salir adelante".
González, agrega: "La infraestructura estaba en estado de abandono absoluto". No es todo: afirman haber invertido 25 millones de pesos en equipos, rejas, electricidad nueva, "y otras inversiones". Apunta arriba, al tercer piso, donde el techo se colapsa completo en invierno.
En una de las paredes húmedas al hongo, cuelga Moisés Montoya. Presta servicios de carpintería y albañilería: restaura y tapa goteras que aquí, más parecen chorros "no compatible con salas de ensayo".
A raíz de ese tercer piso deteriorado, la Municipalidad decretó en un informe -solicitado por los socios- que la casona podría verse en situación de ser licitada o demolida. González, añade: "Blindarnos frente a nuestras inversiones: los dueños que viven en Las Condes, no se hacen responsables".
Como si fuera poco, según dicen los arrendatarios del inmueble, fueron demandados por la familia propietaria. "Quieren echarnos. Nos demandan por daños morales por 13 millones de pesos. Alegan que sacamos ventanas de 100 años de antigüedad, cuando estaban todas podridas, que robábamos vigas de roble, barandas de cobre...". Comenta González, a la vez que el otro socio Sebastián Flores Cabezas, ingeniero en sonido, asiente. Ambos se conocieron hace cuatro años, en su nicho: la sala de ensayos. De allí el negocio. "Nosotros decimos poco y hacemos mucho". La pega de Sebastián Flores, tras Estudio Azul como ingeniero de grabación, pasa por la preproducción: hacer realidad un trabajo discográfico. Se aprecia equipamiento análogo. Un híbrido digital, con una consola de 32 canales, ecualizadores gráficos, microfonía. "Todo para rescatar ese sonido del fierro, análogo, grabaciones pulcras. Este lío nos desenfoca".
Sebastián Sarabia, de Cosa Buena -banda de timba- ocupa estas instalaciones hace dos meses. Pagan 100 lucas mensuales, "pero debería salir más caro. Este espacio es grande, tiene buena ventilación y es central". Su lamento, como todos aquí: "Una lata. No se ve solución...".