Un viaje hacia las estrellas con el astrónomo más popular del año
Con prácticamente 20 mil libros en la calle, José Maza es uno de los científicos que más vende entre el público de hoy. Un resurgimiento del interés por la astronomía, y también por la ciencia, que causó un lleno total en el Palacio Rioja.
Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso
El reloj marcaba las 19.00 horas del viernes recién pasado y en el salón Aldo Francia, en el remodelado Palacio Rioja, se presentaba al público el reconocido astrónomo chileno, Premio Nacional de Ciencias Exactas de 1999, José Maza Sancho (Valparaíso, 1995), con la idea de contar un poco de qué va su más reciente y exitoso libro, "Somos polvo de estrellas".
"Mira, no tenía idea, me dejaste sorprendido", fue la primera reacción de Maza, al enterarse de que muchas personas habían quedado fuera del evento. Eso a pesar de que las salas habían sido reacondicionadas para recibir un público más amplio de lo previsto.
Primero, lo importante es preguntarnos cómo comienza a extenderse este fenómeno que, tal como hizo Jorge Baradit con la historia, logró reposicionar el interés por la ciencia y la astronomía en un amplio espectro de la población.
Lo anterior se puede entender, principalmente, por la pasión que Maza le pone a cada una de sus intervenciones. Y cómo no, si por su espíritu un tanto infantil, todavía no deja de sorprenderse con la inmensidad del cielo.
Sus recuerdos de niño, cuando miraba las estrellas desde un trigal, o la primera vez que visitó un observatorio, retornan a su cabeza. Quizás son los mismos que explican su capacidad de generar fascinación, entre esos tantos lectores que cada día van en aumento.
"Toda la vida he tenido facilidad de palabra. Me he sabido expresar más o menos de corrido. Así que, después de volver de un doctorado, que hice en Canadá me mandaban a mí, como pajarito nuevo, a dar las charlas", recuerda Maza.
Al principio y como pasa siempre, a sus conferencias llegaba un poco apretado, pero después le fue entusiasmando la cosa. Poder generar cierta empatía con el público, hacer un quiebre y, entre medio, tirar alguna talla.
Si luego de su exposición en el Rioja, se dio incluso el tiempo de encantar a varias niñas y niños curiosos. Pero también para realizar la firma de libros más extensa que, hasta ahora, se realizara en el Departamento de Cultura de la Municipalidad de Viña del Mar.
Hijos de las estrellas
En palabras del mismo Maza, su libro está orientado a que la señora Juanita, que nunca tuvo cercanía con la ciencia, pueda comprender qué es una estrella o un planeta.
La charla fue más o menos de lo mismo, muy cercana a la pregunta de si somos, realmente, polvo de estrellas, como dice el título del libro.
"El cosmos está también dentro de nosotros. Estamos hechos de la misma sustancia que las estrellas", decía Carl Sagan, en la clásica serie "Cosmos".
José Maza, en su conversatorio del viernes pasado, explicó esa misma frase de la siguiente forma: "A miles de jóvenes y no tan jóvenes les he contado lo que yo considero una de las más grandes historias de la astronomía. Carl Sagan decía que somos «material estelar»; María Teresa Ruiz, en Chile, hace unos años nos dijo en su libro que somos «hijos de las estrellas». La historia cambia de nombre pero el contenido es el mismo: todos los átomos que componen su cuerpo, amigo lector, y el mío, salvo el hidrógeno, han sido fabricados al interior de una estrella".
Cuando las estrellas se extinguen, hay una gran cantidad de elementos químicos que comienzan a recorrer el espacio. Por eso la pregunta que realizó uno de los moderadores en el debate, sobre si en el cielo se encontró alguna vez una molécula relacionada al origen de la vida.
Contra las primeras ideas de los astrónomos, en el espacio interestelar se encontraron, en los últimos años, más de doscientas moléculas cuya gestación es desconocida, incluso para un astrónomo de la talla de Maza.
"Si los átomos están tan distanciados unos de otros, tanto que es imposible que contraigan matrimonio, ¿cómo se llegan a formar moléculas más grandes?", se preguntaba el destacado experto.
Entre bromas y risas contó, también, que "en el espacio se descubrió una nebulosa de nombre Happy Hour, porque tenía alcohol etílico, azúcar y hielo".
Hay algunas teorías que, según sabe, se refieren a que todos los seres vivos en la tierra somos marcianos. Un meteorito habría golpeado la tierra, desde Marte, dando forma a la vida. Así que todos somos, en el fondo, parientes lejanos de burros, caballos y de vegetales incluso.
Una historia nobel
Cuando Brian Schmidt y Saul Perlmutter se convirtieron en los ganadores del Premio Nobel de Física 2011, hicieron un reconocimiento público al rol que tuvo el proyecto Calán-Tololo en el descubrimiento de la aceleración de la expansión del Universo y a los astrónomos chilenos que lo lideraron: Mario Hamuy y José Maza.
"En el cerro Tololo nos dimos cuenta de que las supernovas más brillantes duraban más y las menos luminosas declinaban más rápido. Entonces correlacionamos el brillo del máximo con la tasa de decaimiento y encontramos una relación muy bonita", asegura Maza.
Esos mismos datos fueron publicados, a la mala, por un profesor de Harvard, que luego fue denunciado por Maza y Amuy. La historia sigue con un estudiante que trabajaba con el ladrón y posteriormente ganó el Nobel, Brian Schmidt, quien tomó los datos del cerro Tololo no para robarlos, sino para terminar descubriendo que la expansión del universo no se frena, sino más bien se acelera.
"El premio Nobel es probablemente el máximo galardón al que un científico puede aspirar. Nosotros (Calán-Tololo) fuimos algo así como los sherpas que llevamos al resto hasta la cumbre. Me alegra mucho que hayamos podido contribuir al descubrimiento de la aceleración de la expansión del universo", contaba hace unos años Maza, sobre su influencia en el Nobel de Física 2011.
Volver a mirar el cielo
Cuando José Maza recibió el Premio Nacional de Ciencias Exactas, en 2011, se hizo acreedor de diez millones de pesos, además de quedar con una pensión que ronda las veinte UTM mensuales, cercanas al millón de pesos.
Recibir esa cantidad de plata al mes, contribuye a que Maza sienta un compromiso especial por difundir y divulgar la ciencia. En esa cruzada pasó de vender dos mil o tres mil copias, con sus libros anteriores, a llegar a prácticamente veinte mil libros vendidos.
Y no solamente él está vinculado a este retorno de la divulgación, como ocurría en los '80, sino que varios de sus colegas que en ventas se mantienen bien arriba.
Entre ellos se cuentan María Teresa Ruiz, con su libro "Hijos de las estrellas: Un maravilloso recorrido sobre los orígenes del universo y del ser humano", o "La ciencia pop", de Gabriel León.
"Yo tengo mucho gusto por ir a colegios rurales allá en Tiltil, en Rungue, en huertos familiares, donde llegábamos con telescopios. Y luego les mostrábamos a los estudiantes el cielo, así a simple vista, y les decíamos oye, éste es Orión, o con un láser les decíamos que podían ver a Saturno y todos aclamaban que se le veía el anillo", relata José Maza.
A su parecer, la labor práctica de un divulgador de la astronomía es ilusionar a las personas con el paisaje que hay en el cielo. De ahí que cite un dicho árabe: "Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego".
Para que eso no pase la ilusión se hace fundamental, así como la búsqueda de los sentidos más complejos. Maza recuerda cuando, antes de la universidad, lo invitaron a cerro Tololo. Que cuando llegó y vio ese cielo a 2.200 metros de altura, en el Valle del Elqui, se sorprendió tanto como la primera vez que contempló la oscuridad más absoluta en las alturas de un gran telescopio.