Kiosco destrozado por derrumbe de casona tiene en la calle a suplementera
Eso desde hace más de un mes cuando se vino abajo el antiguo inmueble ubicado en av. Uruguay. Negocio requiere de un millón de pesos para su reparación y de cinco palos, en caso de levantar uno nuevo.
Le tiene cariño. Mucho. Hay un por qué, con historia: desde hace más de medio siglo, en avenida Uruguay, su madre (que ya no está en vida, Silvia Páez Carvajal), depositó sueños -y ahorros- en este kiosco.
Un puesto querido que a hoy... está en ruina. Luce destrozado, del techo al cimiento: fue el pasado 5 de septiembre cuando en un tramo de casi tres cuadras, un derrumbe de una antigua casona generó la alarma entre vecinos y comerciantes. Y tras ello, "una tromba de polvo que dejó la grande en el sector...".
Su actual administradora con dos décadas al negocio, Irma Cartagena Páez, diabética, con problemas a sus dos piernas en línea con lo que define un "año negro", acusa que su fuente laboral está perjudicada. Que no puede trabajar como antes. Que se quedó sin pertenencias, como la mercadería que ya se echó a perder; confites que caducaron. "Hubo que botar todo nomás".
¿Sin respuestas?
Apenada, y a la vez molesta, doña Irma Cartagena comenta que ha hecho gestiones en todas partes: municipalidad, concejales, políticos. Poco y nada es lo logrado. Aún peor: "Lo que más requiero es que el señor dueño de la propiedad se haga ver: a mí él me prometió muchas cosas, pero al día siguiente del derrumbe, ya no lo vi más".
Y agrega dolida Cartagena, madre de cinco hijos, que de este kiosco depende su existencia: "Yo llevo más de 40 días parada. Quiero que él venga y me pague mis días que me corresponden, eso fue lo que me prometió, pero nada de eso se ha cumplido".
Rosa Vivar, presidente del sindicato de Suplementeros Independientes, asegura que junto a su directiva han tratado de gestionar este asunto. "Pensamos que el dueño de la propiedad se presentaría, pero aún no lo ha hecho". Vivar argumenta que el propietario de la casona le dijo a Cartagena que "él se comprometió a pagar los daños del kiosco. Incluso los días que no ha podido laborar la señora".
Vivar sostiene que le han propuesto conseguirle un nuevo kiosco a doña Irma. Desliza que hay dos alternativas: repararlo, cuyo costo sería de casi un millón de pesos o, 'simplemente', poner uno nuevo, inversión que llegaría a los cinco millones. "Esa es la consulta que andamos haciendo con las autoridades, en la municipalidad". Y sostiene la presidente de los suplementeros: "Ella (doña Irma) no puede costear el trabajo, y el sindicato tampoco. Podemos cooperar con algo, pero no toda la obra", subraya Vivar.
Al respecto, Marco Peña, secretario del Sindicato de Suplementeros, agrega que para que "siga trabajando dignamente hay que reponer el kiosco. Este caballero, dueño de la propiedad, debería responderle por los días que no trabajó. Por todos los días que ella estuvo acá. También los malos ratos, las lluvias, la mercancía perdida".
Doña Irma vuelve y observa su kiosco. Recuerda: "Al dueño de la casona se le metían a robar aquí (vigas, maderas, fierros). A él se le avisaba, yo sabía que eso algún día esto me iba a perjudicar a mí, la casona que tenía pinta de caerse".
Ezio Passadore, jefe del Departamento de Emergencia del municipio porteño, aclaró en su momento que "determinado por los ingenieros de la municipalidad de Valparaíso, se autorizó la demolición de la fachada del edificio que estaba trizada".
Doña Irma cuenta que necesita de un abogado que la asesore por daños y perjuicios. "He estado muy enferma. Esto ha sido de lo peor. Por eso le pedí al propietario que fuera honesto. Uno puede esperar una semana, pero más de un mes... eso no está bien".