Agustina Phillips y su apuesta por la resurrección del Valparaíso histórico
Restauradora de profesión, comenzó dedicada a comercializar recuerditos de la ciudad en un carro manicero. Hoy vende la memoria del puerto en formatos de bolsas, postales, libretas o incluso estuches. Todos con grabados y reseñas, pero además, muchos de ellos entregados por sus propios dueños.
Comenzó vendiendo sus productos en un carro manisero que encontró tirado en la calle -"destruido es poco", dice entre risas- y ahora es dueña del La Vida Porteña, una tienda de suouvenirs instalada en el Paseo Yugoslavo, que está marcando tendencia en la región y que logró poner en pie gracias a un capital semilla de Sercotec.
Nunca se imaginó el éxito que tendría ("no soy muy ambiciosa", dirá después). Tuvo que mandar a restaurar aquel carro oxidado, lo que encargó a "la gente de El Litre, que son unos artistas, me lo dejaron impecable, así con tolditos, maravilloso", para empezar su negocio. Pero la historia de rescate no terminó ahí. Hoy sigue resucitando el pasado de Valparaíso a través de confecciones exclusivas, recuerdos que contienen la historia viva de la Ciudad Puerto, convirtiéndose en poco tiempo en un ejemplo de emprendimiento femenino, pero también del rescate de la historia patrimonial.
"Me daba cuenta que las opciones de compra, de productos eran casi todas chinas, peruanas y no había mucho de identidad de Valparaíso", cuenta al recordar cómo se gestó su idea. Oriunda de la capital, se había mudado a la región siguiendo a su marido y aquí encontró una gran fuente de inspiración: las ferias de antigüedades, la arquitectura, incluso las panaderías que aún funcionan con hornos a carbón. "Hay millones de historias en esas cositas, detalles que en Santiago no se ven. Me cautivó, fue como volver al pasado", cuenta.
El pasado, en todo caso, no le era ajeno. Estudió Historia del Arte en la UDD, en Santiago, y luego cursó una beca en España, donde aprendió a restaurar objetos antiguos. Hoy, a través de sus productos, continúa investigando con extremada dedicación: se pasea por las ferias, pregunta sobre los materiales. Luego, "full Google" y estudio, para averiguar cómo puede reproducir las antigüedades o qué materiales usar. Pero lo que la enriquece -afirma- es la conversación continua con los porteños, quienes anhelan compartir sus historias con ella. "Toda la gente tiene ganas de hablar. Es increíble, todos te cuentan, porque fue tan glorioso el pasado de Valparaíso que todos tienen melancolía de ese pasado, de su familia". De esa manera consigue postales y recuerdos que los mismos vecinos le entregan como una manera de aportar a la trascendencia de sus propias vivencias.
Reciclar
Ahí está el centro de su emprendimiento: en el contacto con los porteños, en recorrer la feria de la Av. Argentina, en compartir algo de la historia de sus calles. Y luego, transformar aquello en productos, como bolsas con estampados, cremas, libretas, postales o estuches, todos con grabados originales de la ciudad y reseñas históricas.
Pese a aquello, admite que la apreciación cultural no es algo arraigado en los chilenos. Eso explica, a su juicio, la baja calidad de la artesanía nacional, ya que los productos son fabricados en Asia y los mismos souvenirs pueden encontrarse tanto en Arica como en Chiloé. "El precio del producto chino en comparación al producto que se puede hacer acá… Es un mundo entre medio. O sea, obviamente que el precio chino vale un huevo", lo que ciertamente hace mucho más difícil dedicarse a un emprendimiento de las características de "La Vida Porteña", donde todo se hace a pulso y se liga a la historia de la ciudad, al patrimonio que -dice- no todos valoran. "Es un tema generacional. A la gente mayor, le gusta Valparaíso, le gusta la historia, tiene una identidad y una preocupación por el patrimonio".
Apenas terminada la polémica que suscitó este año el festival Mil Tambores, y pese a su relación idílica con la Ciudad Puerto, Agustina Phillips reconoce la dualidad que se vive entre distintos lugares de Valparaíso, por ejemplo, entre la subida Miraflores -donde ella vive- y Cerro Alegre o Concepción, donde "todas las casas son impecables, los precios, los restoranes, los hoteles… Como que uno no puede ir a tomarse una bebida. Pero, por otra parte, veo tan abandonados los otros lugares de Valparaíso", advierte.
Cuenta que "yo vivo en la franja roja, se vende alcohol toda la noche, convivo con mucha basura, los carretes son heavy. Cuesta educar a dos niños metidos en un clima tan hostil. Y con la fiesta de los Mil Tambores esto se multiplica, pero la gente que genera los enredos es de afuera, no es el vecino. Vienen de afuera a carretear a mi escalera".
Pese a ello, se niega terminantemente a dejar el puerto: "Me encanta. Tiene esa parte, terrible, pero está cada vez va mejor. Y la gente está full preocupada de este tema, porque nadie quiere vivir así".