Guillermo Ávila N.
Javier Verdejo Leiva tiene el cuero a prueba de tragedias. De hecho, las ha vivido en carne propia. No una, sino muchas veces. Sin embargo, hay algo en su temple que parece delatar cierto dolor.
Javier, desde hace una década, es miembro clave como teniente primero de la cuarta compañía de la bomba almirante Blanco Encalada de Valparaíso. Aquella vocación de bomberil -no apta para cualquiera- afloró en él a los 17 años de edad, gracias a familiares que le inculcaron pasión por los demás. Así perteneció a otros cuerpos de bomberos: de Villa Alemana y Viña del Mar.
Javier cuenta que lo marcó el incendio del cerro La Cruz, aquel donde falleció Gabriel Lara, el último mártir de Bomberos de Valparaíso. Esa vez, salieron cuatro colegas... y volvieron tres. "Esa vez yo me salvé de milagro. Me pilló el fuego abajo en la escala. Carabineros pidió apoyo. El fuego irrumpió por un costado, a través de una quebrada. El fuego nos hizo una encerrona, con efecto de chimenea. Dijeron que evacuáramos y allí le perdimos el rastro a Gabriel". A sus 52 años, Javier resalta que está casado con Cristina León. Y agrega que tienen, en total, seis hijos: "Los tuyos, los míos y los nuestros", dice orgulloso. También cuatro nietos.
La tragedia
Fue un sábado 6 de mayo cuando le tocó la otra cara de la moneda del oficio y la vida. "Bajé al plan a buscar a mi señora. Venía de hacer trámites". Ese día, en casa de Javier se encontraba la nuera, dos hijos y dos nietos. A las 12:30 AM, la fatídica llamada de la nuera. "¡Se está quemando la casa!", escuchó el bombero al otro lado de la línea. Por el tono de voz, asumió la magnitud.
"Afortunadamente andaba con mi radio. Avisé a la central. Di el despacho y la dirección. Me tardé cinco minutos en llegar a mi casa: estaba todo el segundo piso en llamas". Lo primero que Javier hizo en la emergencia fue calmar a su señora: estaba en histeria. Se preocupó de que los niños estuvieran bien. Dio instrucciones, como teniente primero, de lo que tenían que hacer las distintas compañías que acudieron al fuego. Llegó primero la séptima compañía; la suya estaba libre, "aunque al rato igual llegaron las dos máquinas. Todos mis colegas me apoyaron al 100%".
La casa de dos pisos y de 140m2, ubicada en cerro Rocuant bajo, calle Santa Estela, fue declarada perdida total. Por suerte, no hubo otras viviendas comprometidas. "En el primer piso sólo quedó la estructura que es concreto; todo el resto se calcinó completamente". La causa: un cortocircuito en la bodega trasera que se incendió. Era toda de madera. Las llamas tomaron el primer piso de una ventana del dormitorio; luego cortinas, cielo y el tiraje con la carga de fuego hacia el segundo piso de material ligero. Javier recuerda: "¡Quedamos con lo puesto!".