La enfermera porteña que recorrió el país calmando el dolor
Fresia Parra Llano fue una de las primeras enfermeras anestesistas de la región y del país. Jugó un rol fundamental en el incendio del 1 de enero de 1953 y fue una de las pocas mujeres en el Hospital de El Salvador.
De tanto en tanto Valparaíso nos sorprende con algunos de los personajes más destacados a nivel nacional.
El Motemei, Jorge Farías o el Loro del Wanderers son sólo algunos de los íconos con que el Puerto Principal se hace famoso cada día.
La historia de este personaje estuvo oculta por casi cien años y a través de las páginas de La Estrella de Valparaíso queremos tratar de revivirla. La protagonista de este relato nunca estuvo cercana a las luces de la fama o de la prensa: por el contrario, por los casi 60 años que ejerció su profesión, lo hizo en silencio, sólo siendo reconocida en forma íntima por sus pares y familiares.
Se trata de Fresia Elena Parra Llanos, quien fue protagonista y pilar fundamental de una de las primeras camadas de enfermeras egresadas de la Universidad de Chile.
Su título lo recibió en el año 1947 cuando la carrera profesional de enfermería estaba en pañales en nuestro país y eran pocas las mujeres que optaban por este rumbo.
Pese a todo, ella logró abrirse paso en el mundo de la medicina, el cual históricamente había sido comandado por los hombres.
"Era una mujer a la que le encantaba lo que hacía. Nunca quiso hacer otra cosa, porque decía que su deber era ayudar a la gente, a la gente que la necesitaba", relata su sobrina Elena Parra.
Con el paso del tiempo, Fresia pasó a formar parte de la Unidad de Cirugías del Hospital Carlos van Buren de Valparaíso, lugar donde fue adquiriendo la experiencia en torno a los pacientes con quemaduras graves.
En 1952, y ya con un poco más de experiencia, Fresia ingresa como supervisora del Hospital van Buren de Valparaíso.
Para la oriunda del cerro Mariposa, este período de tiempo se transformaría en uno de los más complicados de su carrera.
Y es que justo la noche de Año Nuevo de 1953, un incendio devastador azotaría los castillos de madera de la barraca Schulze de Avenida Brasil 2069, en pleno centro porteño.
Eran las 02.10 de la madrugada del 1 de enero de 1953 y la situación estaba descontrolada. El fuego avanzaba hacia los patios internos de la barraca en donde de forma ilegal habían acumulados varios kilos de dinamita, pólvora, fulminantes y bidones de petróleo. A las 03.04 de la madrugada, de un momento a otro una fuerte explosión se sintió en todo Valparaíso.
Fresia sabía que algo había pasado. Dejó las celebraciones por el comienzo de un nuevo año y partió rumbo al hospital Carlos van Buren.
Cuando llegó al hospital el panorama era desolador, no tan sólo por lo que se podía ver en cuanto a heridos, sino que también por el ruido ambiente cargado de gritos de dolor y llantos de muerte.
"Siempre nos comentaba que esa fue una de las peores noches de su vida. No se podía hacer mucho, más que tratar de calmar el dolor de la gente. Era para lo que ella estaba ahí, para tratar de aliviar el dolor de los heridos", señala su sobrina Elena.
Sin pensarlo dos veces la mujer, una de las enfermeras pioneras de Valparaíso, llenó sus bolsillos con pequeños recipientes de morfina, mientras en sus manos sostenía una jeringa.
"Les iba inyectando morfina a quien lo necesitara para calmar el dolor. Era un caos total", señala Elena Parra.
Posteriormente las autoridades de la época fijaron a los heridos en 350 y 50 muertos, 36 de ellos bomberos.
Posteriormente, en 1954, partiría a Santiago en donde ayudó a la fundación y consolidación del Hospital de Enfermedades del Tórax.
Anestesista
Esa dramática experiencia vivida en Valparaíso llevó a Fresia a un nuevo nivel. Con el correr de los años no quiso ser sólo una enfermera y por eso en 1996 se gradúa de su curso de anestesista, transformándose en una de las primeras mujeres anestesistas en nuestro país.
La fama de ser "la única" la llevó fuera de la región. "Ella era muy reconocida por sus pares y por sus superiores, todos los grandes médicos de la zona siempre la querían en sus equipos. Fue así como tuvo que partir a El Salvador", señala su sobrina Elena.
Según cuenta la leyenda y los antecedentes entregados por familiares de Fresia, fue desde el mismo Hospital de El Salvador, a la interior de la Región de Atacama, que la mandaron a llamar.
Eran tiempos complicados y conflictivos en el país. Corría el año 1974 y Fresia decidió partir.
Allí llegó como la enfermera jefa del hospital y como la única anestesista del yacimiento mineros.
"Fue a hacer patria allá. Era la única anestesista del lugar y muchas veces no cobraba por sus servicios. Eran otros tiempos, en donde la gente era más confiada y se hacían mejor las cosas y ella lo sabía, podía atender muchos pacientes y a varios no les cobraba", señaló la sobrina de Elena.
Fresia se encontraba sola en El Salvador pues nunca se casó ni tuvo hijos, por lo mismo sus anclas en el Puerto no eran muy fuertes. Su sobrina Elena la iba a visitar todos los veranos durante el período en que Fresia se mantuvo en el norte.
En 1975 intentó volver, pero sus jefes a través de una carta rechazaron su renuncia. Y es que era Fresia no sólo era destacada en su calidad profesional, sino que también en su calidad humana.
Ya en 1978 regresa a la Quinta Región en donde trabaja en ASIVA y finalmente desde el año 1980 hasta 1989 en el desaparecido hospital Ferroviario de Valparaíso.
En el transcurso de esos años tuvo la oportunidad de volver a una persona a la vida, luego de que los signos vitales el paciente se habían apagado.
"Nos contaba que lo tiró al suelo y ante la mirada de todos comenzó a hacerle los masajes cardíacos para tratar de revivirlo. Afortunadamente logró hacerlo y salvó la vida de ese hombre. En total en su carrera pudo hacer la misma maniobra con dos personas"
Ahí colgó su delantal y tocado de forma oficial, pero siguió trabajando por su cuenta un par de años más.
Fresia Elena Parra Llanos falleció el pasado 14 de mayo, a la edad de 95 años rodeada de sus familiares más queridos.
Antes de fallecer instó a su sobrina nieta que estudiara enfermería al igual que ella, situación que la joven cumplió a cabalidad.
Hoy sus restos descansan en el Cementerio 3 de Playa Ancha, cerrando el capítulo de una historia de esfuerzo, sacrificio y tenacidad que permaneció escondida entre los pasillos de los hospitales porteños por casi seis décadas.