Estación San Pedro: en la parada antes del último tren
Acompáñenos a un viaje en sepia donde todos están vestidos de época. Sea parte del "Regreso de un nostálgico", una intervención urbana en la cual tres agrupaciones culturales de la zona recrean la historia en torno a esta terminal.
Guillermo Ávila Nieves - La Estrella de Valparaíso
Inicio de otoño del año 1900. Hace calor al límite entre las comunas de Limache y Quillota, en el sector de San Pedro. El sol resplandece, las barras metálicas de los rieles se vuelven borrosas, los matorrales se doblan y la piel bajo gruesas capas de prenda militar empapa la vida a algunos ex combatientes de la Guerra del Pacífico y la Civil.
Unos sudan y gesticulan junto a sus amadas que los despiden con pañuelo en mano. Otros escuchan atentos el silbato del conductor ataviado de impecable estilo inglés -como su sombrero de placa de bronce y cordones dorados sobre la visera-, que anuncia la llegada de los vagones arrastrados por una locomotora que supone arroja humo, pero una imaginaria que nunca llegará a destino en este punto kilométrico 138.
La mayoría de los parroquianos aquí reunidos son personajes del quehacer interiorano. La mayoría son personas comunes y corrientes en un lugar de paso de trenes: huasos, comerciantes de comida o fruta, vendedoras de flores, niños que reparten el periódico, personal de ferrocarriles y soldados.
Máquina del tiempo
Tenemos las llaves. Las puertas del paraíso ferroviario se deslizan. La historia arranca en la antigua estación de trenes de San Pedro -inaugurada en 1856- que formó parte del Ferrocarril Santiago-Valparaíso de la empresa de los Ferrocarriles del Estado, donde hoy, 117 años después, no se escucha el runrún de tren desde 1995 -año de clausura- y en la cual hace... mucho calor.
Una estación donde comienza el ramal San Pedro - Quintero para carga de cobre refinado. Sin embargo, esta Babel -por la cantidad de gente variopinta que llegaba al lugar- al presente, contrasta con la señorial estructura que parece desplomarse entre paredes agrietadas, techo carcomido, rayados y el silencio perpetuo aplacado por el arrullo de palomas. Ese es el cotidiano de una fotografía viva a la aún bella estación que, pese al sofoco matutino, sigue congelada al sepia.
Pero hoy es un día especial. Radiante. Con mucha vibra. Y de luces para la realización de una inédita intervención urbana que va por el rescate de la recreación histórica de esta mítica Estación San Pedro. Mientras charlan y retocan maquillaje, más de 30 personas se amontonan sobre los montículos de tierra y alguna champa de lo que debió ser losa fina. Todos están aquí vestidos de época para presentarse en sociedad. Y para actuar.
Entre el grupo de personajes, un teniente de porte gallardo, gorro kepi -en azul con vivos dorados- y revolver de 1863 en ristre (a diferencia del soldado que ocupaba el fusil) lanza miradas de caballero a una mujer de escote pronunciado y ceñido traje que representa a la cantinera del ejército que asistía a los guerreros en la Guerra del Pacífico y la Civil.
Diego Zabala, de Viña del Mar, hoy recrea ese período bélico entre 1879 y 1891. Por eso caracteriza a aquel teniente de chaqueta azul, pantalón rojo y botas de reno pero que en realidad, a sus 32 años, es el presidente de la Agrupación Histórica Aconcagua. "Esto empezó como pasatiempo, ahora unimos fuerzas para mostrar un patrimonio", a la vez que mece su barba decimonónica que haría el deleite para los ZZ Top.
A su lado, asoma la cantinera que las hacía de enfermera, personificada por Ingrid Díaz, de Placilla, quien participa con su Grupo Aconcagua desde 2013. "En la Guerra del Pacífico hubo varias cantineras destacadas con nombre y apellido. Para la de 1891, incluso hubo mujeres en el ejército balmacedista", nos acota Ingrid que luce su fusil comblain y un morral para vendas y materiales médicos "para salvar a los heridos en el campo de batalla".
Más allá, la dama del veraniego traje ajustado avanza coqueta en calco a su referente Inés de Suárez (aquella conquistadora, pareja de Pedro de Valdivia y esposa de Rodrigo de Quiroga). Jeanette Castillo es del Belloto y pese a ser técnico en administración dice que adora la historia. "Mi traje es de verano y evoca la simpleza de la mujer en aquel tiempo".
Flashback nostálgico
Ahora el conductor vuelve a tocar su silbato. Suena un pitazo largo y uno corto, "apúrense, quedan cinco minutos", vocifera el hombre que también cobra los boletos. "Así se anunciaba la salida del tren. Los pitazos apuraban y avisaban a la gente, y que ésta se alejara de las vías".
Quien está detrás del ruido es Hugo Quilodrán Jiménez, que a sus 43 años, lidera al Grupo Ispakul Killota -así se escribe- que auxilia al patrimonio de su oriunda Quillota. "Se nos ocurrió es hacer una intervención urbana aquí en San Pedro en quizás una de las estaciones más bonitas que va quedando, pero a muy mal traer".
Es por eso que Quilodrán no dudó en ser parte de este flashback nostálgico. Y cuento hay: "Siempre hubo muchos accidentes acá. Era común que el curadito se quedara dormido en la vía". Los datos van saliendo al calor de la charla. Por ejemplo, al ser esto un ramal, la gente se abastecía acá en San Pedro; era un entorno clave de fuente laboral y recreativo. "De allí el cariño".
El mismo cariño que profesa a la distancia disfruta en solitario, pero de civil y en contemporáneo, Yamil Attoni Tapia, presidente de la Organización Tren Quillota. "Nos dimos cuenta que parte de la historia de la Guerra Civil estaba relacionada con el tren y sobre todo con esta zona. Hoy cada uno aporta su granito de arena para así recrear el ambiente de lo que ocurría en esta estación de ferrocarriles, generar todo lo que era la llegada y espera del tren".
Leonardo Gaete nació cerca, en La Cruz. Sin embargo, su señora Rosa Gutiérrez, es de aquí, del mismo San Pedro. Ella no para de decirle al hijo de ambos, llamado Tomás, de tres años, que para la próxima vestirá de soldadito como su papá. Por eso está orgullosa de la actividad y de su marido para quien "su personaje es un soldado del ejército del Congreso que se opuso al Presidente José Manuel Balmaceda", aclara Leonardo.
De allí el listón rojo que lleva en el brazo con el número 4: representa a un caudillo del regimiento de Tal Tal nº4. Rosa no despega sus dilatadas pupilas ahora en la canana, donde el militar guarda sus municiones, con capacidad para 200 tiros. "Soy profesora, me acerco al tema. Me gustaría participar".
Así como en un set de cine, aquí todos estos artistas ocasionales le sacan el jugo a sus perchas y locación. Se la creen en modo Hollywood, lo cual le da un toque glamoroso y de credibilidad a la intervención que prometen sus encargados impulsar en otras zonas de la V Región.
Si es por estampa, don Marcos Zabala, porteño, de 60 años, pasa colado como un Sean Connery en Indiana Jones o un Manuel Baquedano (aquel general "Gran vencedor nunca vencido") con su fusil gras de mono tiro, revolver de seis tiros de 1873, del "pacificador" que se llamó en ese tiempo. "El traje lo mandamos a confeccionar nosotros, cada uno compró todo. Hay una persona que los hace en Viña del Mar".
Don Marcos posee un rostro taciturno que le confiere un carácter de época. Cuenta que de chico le fascinaba la historia, todo gracias a su tío quien le inyectó esa dosis de conocimiento al ser profesor de historia y geografía. "Cuando peque, como no había televisión, me interesé por los libros: eso le lo transmití a mi hijo, con el que tú hablaste (se refiere al "teniente" Diego); él ahora sabe más que yo".
Ha llegado la hora de la retirada. Los vestuarios irán al baúl y la Estación San Pedro quedará desolada. Pero a Yamil Attoni de Tren Quillota se le ve contento. La intervención urbana es comentada por los vecinos. Para todos aquí, ha sido un éxito. El grupo no para de tomarse las últimas fotografías con Yamil feliz al flash. Y tiene porqué: "Hemos intervenido con alrededor de más de 50 personas que se han acercado a nosotros. Nos vamos satisfechos por esta primera actividad. Esta iniciativa nos gustaría replicarla más adelante".
Último llamado. El conductor hace sonar su silbato. Tres veces. En tres minutos quedarán atrás los rieles del tiempo en la hoy caliente San Pedro… eso hasta una próxima estación. Una cultural.