Los barcos a escala que dieron vida al Tranque Sur de Forestal
Patrick Castillo es el artesano detrás de la nueva cara de la laguna. Grandes y chicos se quedan contemplando por un tiempo La Esmeralda, el Misisipi y el Riquelme. Próximamente, con el Huáscar, se viene el combate naval de Iquique.
Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso
En las últimas semanas hemos sido testigos de la cara más oculta de la "ciudad bella". Un lado oscuro de la luna que proyecta las precariedades en los campamentos, balaceras en plena luz del día y esos "domésticos" que roban a sus propios vecinos, despojando de seguridad a la gente de esfuerzo. "Les cuento que he vivido mis cuarenta y ocho años en Forestal Alto, ese mismo cerro que con frecuencia está en las noticias, pero lamentablemente casi siempre a partir de cosas negativas. Hoy quiero destacar a un joven que, desinteresadamente, ha querido hermosear el Tranque Sur, instalando tres barcos a escala: La Esmeralda, el Misisipi y el Riquelme, nave que debe su nombre a la población donde él vive", afirma María Isabel Trigo, en una carta al director que hizo llegar a nuestra Estrella.
Un grupo de adolescentes dejan a un lado sus pelotas de fútbol y se detienen a contemplar los barcos. El tiempo para ellos se detiene. "Hoy en día todo pasa tan rápido y no nos damos cuenta de nada. Esto lo hago por las nuevas generaciones, los niños, pues ellos se sorprenden con el más mínimo detalle. Para los adultos, en cambio, unos minutos de contemplación pueden llegar a significar largas temporadas sin estrés", cuenta el artesano detrás de la obra, Patrick Castillo.
"Paqui" es el sobrenombre de ese joven al que destaca nuestra lectora. A sus treinta y siete años, este trabajador minero pasa sus días de descanso en el pasaje Laja, de la población que lo vio nacer, la Riquelme. Y sus recuerdos del tranque Sur son imborrables. Tardes de juegos con sus amigos, competencias de barquitos de papel e intentos frustrados de pesca, entre otras actividades, permanecen en su memoria y en la de muchos forestalinos, que han sido testigos del abandono de aquella laguna natural que da nombre al sector.
Manos a la obra
Todo comenzó el año pasado cuando con su hermano construyó, en base a materiales reciclados, pequeños barcos de juguete. De ahí que este artesano quiso darle vida a la idea y, a pulso, fabricar un modelo a escala de una de las embarcaciones más significativas para la historia de nuestro país, la Esmeralda. La noticia se reprodujo entre los forestalinos una vez que el navío floto entre las verdes aguas del pequeño lago. "Habían comentarios muy lindos y estimulantes en la página de Facebook "Soy de Forestal". Leerlos me motivó para hacer el segundo barco, el Misisipi, y luego terminar con un velero de tres palos que yo mismo ideé, cuyo nombre brinda un homenaje a todos los vecinos de la población Riquelme", cuenta Castillo.
Toda esa maestría con las manos la heredó de su abuelo. De él sacó toda la impronta de artesano que lo lleva a hacer estos barcos. "Cada uno cuesta entre cuarenta y sesenta mil pesos, pues hay que considerar el flete de los materiales, la madera, el pegamento y la pintura. Es una inversión más que un gasto inútil", agrega.
En tiempo de escasez y de vacas flacas, el "paqui" ha tenido que retomar sus dotes de artesano para ganarse la vida. Como cuando quedó cesante y recogió, desde los tachos de basura, las latas de cerveza o bebida que la gente desechaba. Recortándolos salían unas motos choperas que la gente llevaba de buena gana como objeto decorativo. "Hasta les hacía esas clásicas mochilas de cuero. También he hecho aviones, veleros, otros barcos, además de que siempre estoy haciendo cosas para regalarlas a los niños de la población", asegura.
Ahora que está recién finiquitado de su trabajo en las mineras del norte, Castillo tiene pensado concluir el concepto que da vida a su obra. Para ello desea hacer una visita a Talcahuano, para así captar toda la esencia del Monitor Huáscar. Su idea es trasladar al tranque la reproducción a escala de las naves que protagonizaron el combate naval de Iquique. "Me da un poco de miedo que la gente lo vaya a tomar desde el conflicto, ya que lo importante es recordar aquellos sucesos que han dado vida a nuestro país", sostiene.
Un muelle con acceso al público será la obra cumbre que pondrá el broche de oro, por ahora, a su intención de dotar de una nueva esperanza al Tranque Sur. "Espero que no falte la peguita para poder concretar todas las ideas que tengo en mente", subraya.
Sin embargo, y como pasa a veces con la belleza, algunos quieren destruirla. Como cuando unos jóvenes fueron sorprendidos por los vecinos intentando hundir, a piedrazo limpio, las tres embarcaciones. Tal como ocurre en las detenciones ciudadanas, fue la misma gente quien se encargó de controlar la situación y, así, preservar la intención originaria del "Paqui", que es hacer del tranque un lugar compartido y humano para todo el cerro.
Todo por los niños
Las tardes en el pasaje Laja, de la población Riquelme, privilegian la apacibilidad de los juegos infantiles por sobre el encierro y la desconfianza, tan característicos por estos días. Bueno, por lo menos ese es el camino que el "Paqui" quiere seguir. Si incluso el día que lo finiquitaron de las minas, compró helados para todos los minipeloteros que hacían de las suyas en el pasaje. "Oye ten cuidado con el auto", los reta, mitad en serio mitad en broma.
Ahora y mientras comparte una cerveza con un amigo para saciar la sed de un verano que se extiende, el "Paqui" saluda a los suyos. "Le traje un regalo al Lucas", le dice a una vecina. Siempre está pensando en hacer cosas que beneficien a la población. "Ya poh Patrick, de los diez días que tení de descanso, la mayor parte del tiempo se lo dedicas a tus manualidades", lo encara su polola. Él cree que ella está en lo cierto, pero "¿cómo apartarme de lo que más me gusta?", se pregunta.
Y cómo no si la población Riquelme "es piola". La vida en ese sector transcurre plácidamente, por lo menos en cuanto a seguridad, más allá de algunos incidentes menores. "Antiguamente se daban rivalidades entre las calles, pero hoy día eso se superó. Los vecinos se saludan entre ellos y eso es algo que hoy en día hemos perdido como sociedad", recalca.
En comparación a otros sectores de Forestal, afirma sentirse seguro. Sin embargo, "cree que el abandono hacia los trabajadores y la gente más humilde es una constante. Siempre hay alguien que se beneficia y la gente de esfuerzo sigue esperando por bienestar. Por eso desconfío un poco de las juntas de vecinos, pues muchas se preocupan más de intereses personales y de la fotito, que de solucionar los problemas de la gente".
A recuperar el tranque
Uno de los problemas principales para los vecinos del Tranque Sur, cuenta el "paqui", es el estado de abandono en el que vive el parque. Más allá del complejo deportivo Johnatan Araya, que sirve como punto de encuentro para miles de jóvenes viñamarinos, "hay que darle vida a este paisaje natural único para los vecinos de los cerros de Viña. La identidad del tranque no la hace el centro urbano sino que, también, la laguna y es la alcaldesa quien se debe hacer cargo", enfatiza el artesano.
Lo único que quiere es que las mismas poblaciones, y las gentes que viven en ellas, se apropien del lugar. Hay hasta un anfiteatro, al estilo romano, que nadie utiliza. Patrick Castillo sueña con reunir las voluntades de los distintos dirigentes vecinales y revitalizarlo a través de shows dominicales para toda la familia. "Este espacio nos pertenece a todos y me encantaría que nuestra presión convoque a las autoridades de nuestra ciudad", sentencia.