Hermanas piden restaurar histórico templo del Almendral
La construcción, que data de fines del siglo XIX, fue destruida por el terremoto de 2010.
Sebastián Mejías Oyaneder - La Estrella de Valparaíso
Alos pies del cerro Merced, en el corazón del Almendral, se encuentra una arquitectura que muchos creen abandonada. Un templo y una casona, fundadas a fines del siglo XIX, que se han mantenido firmes, como una suerte de bastión que mantiene vigente el espíritu del puerto, ante acontecimientos terribles, guerras, hambre y catástrofes.
Desde que las Hermanas de la Providencia llegaron, desde Canadá, a Valparaíso en el año 1858, han pasado por todas. Como cuando, en plena Guerra del Pacífico, hicieron las veces de enfermeras de los caídos en Perú y Bolivia.
"En los primeros días se espantaron las hermanas de tanto sufrimiento. Las tenían con el alma traspasada, perdieron el sueño y no podían pasar alimento, pero luego Dios las confortó y ninguna quiso dejar su puesto", así cuentan las crónicas de la época el caos vivido en ese templo en la guerra.
Hoy es poco lo queda de la agitación de aquellos años. Ya casi no existen vocaciones a lo largo de Chile, son muy pocas las jóvenes que quieren ser monjas, contadas con los dedos de una mano. "Un punto negativo de este país es la desigualdad entre ricos y pobres, además del interés que se tiene por aparentar", cuenta la madre Teresa Rubio, una de las cuatro hermanas de la Providencia que hay en Valparaíso.
El estado del templo es lo peor de todo. Si el terremoto de 1985 lo dejó inhabilitado para el culto, el 27F arrasó con casi todo lo que había dentro de él. Lo único que quedan son un par de reliquias religiosas, algunos muebles y un par de vitrales con imágenes de la vida de cristo, que lograron sobrevivir a las inclemencias de la naturaleza.
Pabla Vargas, otra de las hermanas del templo, recuerda con emoción el tiempo en que viajó a la ciudad y conoció, de primera mano, la belleza del templo. Cuando la trasladaron desde Ovalle, en enero de este año, quedó sorprendida ante el abandono en el que se encuentra. "No me gusta entrar ahí porque está inmundo. Todo lleno de polvo y de palomas muertas", enfatiza la madre Pabla.
En consecuencia, luego de la visita de una canadiense que quiso conocer las raíces de su país en el puerto, decidieron moverse por la recuperación del templo y acercarse al Consejo de Desarrollo Patrimonial de la Región de Valparaíso, con el objetivo de cambiarle la cara a la arquitectura.
Como primer paso lo que ellas piden es sencillo, sólo quieren reparar la fachada del templo, cerrar las entradas que aprovechan las palomas y mantener la limpieza.
Labor de hermanas
Sesenta años cumplió, este año, la madre Pabla Vargas como miembro de la congregación de las Hermanas de la Providencia. "Cumplí las bodas de diamante en mi matrimonio con el señor", sostiene. A los 29 años decidió dar su vida por esta organización fundada por la religiosa canadiense Emilie Gamelin en 1850. Con los noventa años recién cumplidos esta "monjita" aún se mantiene activa. Estudia violín, lee constantemente y es considerada como una mujer ordenada y letrada por aquellos que ahí trabajan.
"Pagué para que amaran siempre a los pobres y para que la paz y la unión se consumaran siempre entre ustedes", así reza uno de los tantos mensajes que hay en el lugar. Su foco, dicen, son los más desposeídos.
Las hermanas de la Providencia basan su trabajo en proclamar que Dios es un buen padre y que el cielo está hecho para los débiles y los humildes.