La vida de los haitianos que trabajan en el circo
Llegaron a Chile buscando nuevas oportunidades y desde que se instalaron en el estero, están fascinados con Viña. Quieren quedarse.
Son las 10.30 de la mañana y en el sector en donde está instalado el American Circus, en el estero Marga Marga, casi no se ve gente. Salvo un venezolano, que con amabilidad, se ofrece a buscar a los haitianos.
"Voy a ver si están durmiendo", dice con una sonrisa y se dirige hacia una de las casas rodantes.
Al cabo de unos minutos, regresa y explica que se estaban vistiendo. "Ya les dije y viene Andor, el que habla mejor español", indica y se retira hacia sus quehaceres.
En efecto, Andor aparece inmediatamente, vestido con una polera negra, jeans y zapatillas. Saluda diciendo "hola", pero apenas ve la grabadora y la cámara fotográfica se asusta. "No, ¿qué es eso?, por favor no, no me gusta", dice visiblemente incómodo.
Conforme, se guarda la grabadora y se toma nota. Entonces Andor se relaja y cuenta que hace cuatro meses llegó a Chile. "Me vine con mi hermano a Santiago. Queríamos buscar una oportunidad porque en Haití ya no hay trabajo y el sueldo mínimo es de apenas unos 20 dólares ($12.967)", expresa.
Aprenden español
Mientras Andor habla de cómo llegó al país, aparece otro haitiano más tímido y que apenas entiende español. Viste una polera rayada y se queda para intentar comprender lo que se está hablando.
"En Santiago una persona buscaba personas para trabajar en el circo y yo me ofrecí. Aquí armo las carpas, trabajo en la limpieza y también en la electricidad", detalla Andor.
Consultado si le gusta la ciudad de Viña del Mar, el joven de 24 años asiente. "Es muy linda, me gusta mucho, Chile es lindo, por eso me gustaría tener la residencia definitiva", manifiesta.
Andor y los otros tres haitianos que trabajan en el circo, no son de ir a fiestas. Al contrario, prefieren ahorrar el dinero que ganan y mantener el contacto con sus familias a través de internet. "No me gusta salir a fiestas porque eso es buscar problemas, tampoco ir a la playa. En mis momentos libres prefiero estudiar, aprender bien el español, reforzar lo que me enseñaron del idioma en la escuela", expresa el haitiano.
Tal como lo señala, Andor se encierra en la casa rodante para leer el diccionario y aprender palabras nuevas. También las expresiones coloquiales. "Cuando no entiendo algo pregunto o voy a buscar el diccionario y lo aprendo. Las palabras que no aparecen como 'cachai' pregunté y ya sé que es decir ¿me entiendes? y el huev... esa palabra que ya saben, sé que significa hartas cosas, ¿cachai?", dice riendo.
Lo único que no les gusta del país es la comida, por eso, los amigos haitianos se cocinan. "La comida de acá no nos gusta, por eso nos cocinamos lo que comíamos en Haití como porotos con arroz o pollo", declararon.
Los jóvenes se quedarán todo febrero en Viña y seguirán trabajando en el circo dondequiera que se instale.
El patrón los quiere harto
Casi al final de la charla aparece Rubén Palma, el jefe de los haitianos. Andor apenas lo ve lo saluda con cariño: "Él es muy buena persona", dice. Rubén sonríe y le da una palmada en el hombro. "He trabajado con varias personas extranjeras en el circo, pero esta es primera vez que tengo haitianos. Son buenos muchachos, amables, trabajadores, con buenas costumbres. Son católicos y estoy feliz con ellos", declaró. El circo funciona de lunes a viernes a partir de las 19.00 horas y este viernes será el debut de la "Botota". Los haitianos también estarán ahí, vendiendo su artesanía. "Y sacándose fotos, porque la gente les pide y los quiere mucho", señala Rubén y los llama para que se hagan la foto que acompaña esta nota.