Milagro en Caleta Portales, a la pesca de una dulce Navidad
La Estrella fue testigo de una tradición que traspasa a generaciones de pescadores. Más de 100 familias, niños del Van Buren y peatones al paso, vibraron al calor de una fiesta -con regalitos- que tuvo un circuito por Valparaíso a todo Jo-jo-jo.
Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso
Algunos llegan de los cerros más cercanos. Otros desde ciudades más lejanas. Unos tantos viven aquí. Pero todos se congregan expectantes. También radiantes en sonrisas y con los bolsillos más anchos -al apañe de regalos- para ser testigos de un tradicional milagro; un milagro propio de cada 24 de diciembre al que llaman 'Fiesta de Navidad en Caleta Portales'.
Bajo un sol raso y seco a la vez, durante la prístina mañana de Noche Buena, esta vez no hubo aquel pintoresco séquito de gaviotas y lobos marinos secundando en su recorrido a un ilustre personaje por la costa porteña.
Pero una cosa es cierta: que el Viejito Pascuero -con campanilla en mano- pusiera ritmo entre sirenas y bocinazos de las embarcaciones aledañas y cambiara su mítico trineo por una lancha a motor cargada a los obsequios en compañía de sus fieles escuderos los reyes magos y duendes, ya aseguraba lo que la gente en familia vino a disfrutar: un vibrante espectáculo hecho a la medida navideña.
Y a la medida de San Pedro, patrono de los pescadores y apóstol que siguió a Jesús, el verdadero ícono de la fecha cuyo nacimiento se conmemora esta noche.
En la ruta del Viejito
Volvamos al inicio. Once de la mañana. Y el sindicato de pescadores de Caleta Portales lleva la batuta. Una celebración que afirman a la interna ostenta casi medio siglo de arraigo popular. Y con un objetivo al corazón: traer alegría a todos los niños. En especial aquellos que la pasan lejos de casa, como los internados del Van Buren.
Para ello en la previa sus organizadores se arman a la pinta. Y los disfraces. Allí está el Pascuero, al que llaman Ariel Torres -hijo de pescador- de cerro Esperanza. Es su segundo año consecutivo a las andanzas del barbón. "Me delegaron el traje, que tiene muchos años en el sindicato". De hecho, su madre Iris Arenas es quien se encarga de darle las puntadas al arreglo para que la prenda hoy luzca impecable.
Y como Pascuero, ¿cuál es su deseo para este 2017? "Hay que aprovechar esta alegría para no pensar en los momentos malos, esos donde nos están quitando cada vez más el mar aquellos grandes empresarios", dispara cual buque lanza misil ante una realidad que, aduce, los están dejando con menos recursos al recolectar la merluza y jibia, "cada vez más escasa en la zona".
Un poco más atrás, un "enano" ya está salpicado al verde fosforescente. Cristóbal Labbé aún no llega a los 10 años, pero esta actividad le encanta. "Me gusta dar alegría a otros niños", dice el duende. A su lado, Carlos, su padre chocho de orgullo, cuenta que son de Rodelillo y que esto forma parte de su inventario cada 24 de diciembre. "Participamos de chiquitito. Es una tradición que viene de mis padres".
Dos camionetas y un auto están quemando forro para salir al trayecto. Las ansias acechan, como las del tostado mago Baltasar con sus encías vacías pero la risa más fantástica que contagia de chacota. Como para que nuestro gráfico Marcelo irrumpa arriba de la 4X4 para captar las instantáneas. El plan: de Caleta Portales al Van Buren y de allí al muelle Prat para embarcarse hasta al punto de inicio, en Portales.
A la cura de sueños
11:30 horas. Camilo Arrué, de 17 años, es de Placeres. Dio la PSU. Cree que las FF.AA serán lo suyo y no las redes. Esta es su primera vez como Rey Mago. "Me llegó una invitación; no dudé en participar. Esto es precioso".
Una vez en la entrada del hospital porteño, las indicaciones eran claras: dar buenas vibras al canto de villancicos -más en la onda de "cumpleaños de mono"-, ejercitar pulmones a la inflada de globos y repartir regalos (también golosinas, y muchas) a los niños. Para ello, el pelotón accede hasta el quinto piso.
Allí, en el Servicio de Cirugía Infantil, a los menores recostados contra voluntad física sobre sus camas, no dejan de brillarles los ojos. Como a Sofía Guajardo, de 11 añitos quien junto a su madre, Sugey González, de San Antonio, suspira: "Esta es una excelente iniciativa. Muy lindo gesto de los pescadores. Podría replicarse a otros hospitales".
En la cama de al frente en la también conocida Sala de Quemados, Josefa tiene sólo 2 añitos, he igual número de Navidades internada aquí. "Una paciente de largo tratamiento", como nos comentan las técnicos paramédicos Jennifer y Leslie, para quienes este tipo de actividades estimula a los niños.
Tras los regalitos (incluyendo un camión que a un infante le parece de otro mundo), toda la pandilla 'pescadora de sueños' se instala en el sexto piso. Cantan: "Viejito Pascuero acuérdate de mí…", mientras desfilan cual renos de Santa a otro pabellón de menores.
Allí está Lucas, quien en solitario a sus seis años y diagnosticado con Síndrome de Down, sólo ha conocido la palabra Navidad al interior de estas paredes blancas como la barba del Pascuero que, de paso -ya más lento- derrama dicha en su despedida del recinto médico al calor de la jornada. "Tiene que caminar para quemar calorías", le gritan los facultativos a ¿Santa Claus?
Así, una vez abajo, todos a las camionetas y el vehículo. Enfilar al bullicio de los dicharacheros cánticos y regalos voladores que caen en manos de transeúntes de todas las edades que aplauden por avenida Uruguay, Pedro Montt, Plaza Victoria, donde se bajan y toman fotos junto a sorprendidos turistas mientras los magos y duendes mayorcillos se caen al dulce, "toma un dulcecito por ser tan linda, gringuita", y destino Muelle Prat.
Trineo acuático
Aquí algunas señoras de los pescadores navideños se funden en abrazo con los suyos. También los retoños y un cachupín que con lengua afuera no perdió pisada al pelotón desde el hospital.
Ahora el grupo inicial se divide en tres para abordar los botes. Allí suben los hombres de las redes. No poseen otro lujo que su amor a la pesca. Y a las lanchas. En la Chino Gaby III va el Pascuero a todo Jo-jo-jo ubicado casi encima del mascarón de proa que simula la cabeza de un dragón.
A su lado, la lancha Belén y su delfín de cabecera como estrella guía en el horizonte salino donde además asoman al navegar el crucero Celebrity Infinity, un carguero en la sintonía de los próximos Post-Panamax y el Abate Molina.
Por último, y no menos animoso, el 'Cecilia del Carmen', una joyita curtida a la mar de noble madera y 30 años de trayectoria. Sobre esta lancha -la cuarta en posesión- su propietario, el pescador Manuel Irarrázaval, quien junto a toda su prole de ADN a la pesca, cuentan anécdotas, mientras la brisa marina salpica nuestros rostros.
"Trabajamos el jurel, la jibia. Con este bote salimos hasta 40 millas, cerca de San Antonio", relata Ricardo Francescoli Irarrázaval, con manejo de la barca a lo ex crack charrúa. "Fuimos innovadores en este tipo de actividad del Viejo Pascuero en el país y no sé si afuera también", agrega su "taita" don Manuel, a la vez que otro joven pariente suyo, con polera del Colo, le grita a nuestro gráfico: "Sácale fotos al Pascuero con los cerros de fondo. Chita, ¡qué bello es nuestro Valparaíso!".
Y después de 30 minutos, allí está el muelle embarcadero frente a Barón. Las cornetas al sonido retumban, igual que el Viejito que no para de saludar a toda la multitud arriba del atracadero que se aprestan para dar la bienvenida.
13:30 horas. Tras dar unas tres vueltas en círculo en la orilla de Caleta Portales en los territorios del lobo marino "Panchito", enganchan la peta (cuerda) al costado de los botes. La grúa que nos sube y con ello, un Pascuero inyectado de obsequios que ya se adelanta a seguir subiendo, pero al escenario: allí lo esperan los peques para cerrar esta fiesta; una gala que ya es leyenda gracias a estos pescadores de la ilusión, aquí en la Portales.