La microeditorial que vino de España y apuesta por Valparaíso
Una puñalada parece ensañarse al aún devoto lector porteño. Con cada cierre de librería, el negocio tambalea. Conozca Editorial Kindberg, una Pyme que hace oídos sordos a pesimismos culturales de la mano de su mujer orquesta.
Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso
"El éxito radica en tener un buen catálogo". En un mundo donde gobiernan casi a mansalva los Pokemones go, internet (lectura a un click) y políticas estatales al debe en cultura, hacerse la América con un sello editorial hoy pondría en apuros al mismísimo Quijote.
Saber a qué contenido enfocarse y a qué ficha apostarle puede resultar, a la hora del balance, clave.
Sin embargo, doblegar a molinos de viento cargados a las ráfagas motiva reinvención. En este caso, la figura del editor ha pasado a ser una especie de talismán para el sigiloso comprador: su juicio editorial en la selección de títulos y autores escogidos será el gancho de confianza.
Y no es todo. El editor también ha debido moldearse a tiempos más propios de la microeconomía: entender de números y dogmas corporativos.
Pues a eso se metió, y de cabeza, una española que lo apostó todo (y en monedas) por los cerros y sus mágicas escalinatas que embrujaron, por citar, a vates de alcurnia como Neruda y Rubén Darío. Alcanzar sueños en su ahora soñado barrio Bellavista.
Vivita y coleando
Precisamente en su semana 40 de embarazo y con un agitado pulso a prueba de Usain Bolt por la llegada de su hija Candela ("ojalá con marraqueta", se escucha), encontramos a la madre -que ya tiene otra niña llamada Olivia- de esta nota... Arantxa Martínez, en su refugio literario. Un entorno hogareño que también sirve de morada; todo en un antiguo caserón porteño que motiva a las buenas nuevas.
De Zaragoza, hace un lustro que Arantxa ancló a la ciudad Puerto. Antes se hizo a la profesión impulsada por estudios literarios en su ciudad natal y luego en Barcelona, en la traducción. De allí al mundo editorial español, en 2006. Primera escala: Grandes Publicaciones (enciclopedias escolares) del Grupo Editorial Planeta, por un año. La última -y por más tiempo (3 años)- Editorial Seix Barral.
Tras estadías en potentes ciudades como Miami, Londres y Venecia por gestión cultural, el periplo existencial de la española la situó, por amor -cuenta- hasta este confín. Asegura estar integrada a la idiosincrasia local y que adora la calidad de vida austera de Valparaíso. Por eso nunca le interesó irse a Santiago.
Desde aquí operan las coordinadas -y en todos los sentidos- de Editorial Kindberg, su otra guagua, pero narrativa. Aún en pañales, crece en un ambiente cargado a la esperanza. De eso hace más de un año y con una mano amiga, pero que por cuestión de tiempo, su socia encargada del marketing y difusión abandonó el proyecto en octubre del año pasado.
Arantxa se quedó sola. A emprender como un llanero solitario. "Hay trabajos que son externos: diseño, ilustración de cubierta, distribución y bueno... he tenido que asumirlo todo. Han sido meses infernales", revela sincera.
Pese a todo, hoy ya tiene un pequeño catálogo con dos autores de peso: Enrique Vila-Matas (español y con quien ella colaboró en otras lides) con su obra 'Perder Teorías', en su primera edición para Chile (abril 2016) con tirada de 1000 ejemplares; y Sergio Chejfec (argentino) con título 'Mis dos mundos' que publicó gracias a un fondo ganado. "Mi primera vez a Buenos Aires tampoco lo encontré. Es un autor muy bueno. Acá funciona", aduce con fe.
Ya debutó en la pasada Feria del Libro porteña para difundir su bebé librero. También se ha volcado a los puntos de venta en Santiago. Apunta a librerías independientes, pequeñas... un nicho que tiene su segmento, pero que no es fácil de penetrar.
Para ello, su elección es simple. "Creo que debe haber gente que también tenga mis apreciaciones culturales". Si de género se trata, Arantxa se declara al impreso fanática de la ciencia ficción y novelas.
Acerca de su proyecto, emite sonrisas, tal vez propias de nervios. Un negocio donde el retorno de inversión suele no ser inmediato (si es que lo hay). Pese a cualquier sospecha, asegura no recibir financiamiento externo. "Creo en este proyecto editorial. Me involucro en vida". Todo comenzó a raíz de la curiosidad: encontrar libros que aquí no existen y que ella, como otros, bien quisieran leer. Un bichito que la picó desde niña, y que tiene rastro familiar: su padre, de cuando devoraba bajo lámparas caseras o en bibliotecas españolas aquellas narrativas pinceladas al best sellers.
¿Asunto rentable?
Hablamos de microeditoriales levantadas a pulso, en las que trabajan entre una y cinco personas, a veces desde sus domicilios como es el caso de Arantxa Martínez… que la tiene aquí de mujer orquesta.
Si nos remitimos a su nicho, se tratan de lectores de mediana edad, con gustos específicos. También los hay tipo 'hipster', aquellos que van a la caza de obras clásicas pero con el ímpetu de vanguardia, eso pese a las constantes bajadas de cortina de librerías en la zona. Y en Chile.
Para que se haga una idea, según datos emitidos por el Servicio de Impuestos Internos, mientras en 2010 los locales de venta al por menor de libros (librerías) sumaban 675 en el país, en 2013, por citar, la cifra subió a 813, con un incremento del 20,4%.
Pero, ¿qué impide la masificación del libro? En un mercado criollo donde el 70 por ciento de los libros vendidos en el país son importados, IVA que bordea el 20%, costos de internación, reducido número de ejemplares por obra (dispara costo unitario) y precios, en promedio -con la balanza picando bajo- que rondan 8 mil pesos, los vuelven 'bien oneroso' para el bolsillo medio.
Ahora, el cuento es otro con la lectura en Chile. Y eso es lo que más preocupa a Arantxa Martínez: "Es difícil, lo veo por un asunto más de política educacional. Por ejemplo, uno va a Buenos Aires y la cantidad de gente que se aprecia comprando libros es impresionante", acuña.
Reconoce que su futuro laboral en esto resulta incierto. Lo del escritor che Chejfec lo sacaron a pulmón. "Tuve que convencer al agente". Pero ella se avala con un plus: cuando les habla de que radica en Valparaíso, la luz asoma como su hija Candela: "Algo pasa que les llama la atención. Agentes y escritores me aprueban de una". Así apela al espíritu bohemio de la ciudad.
Antes trabajó con otros autores españoles como Muñoz Molina (con un libro fetichista acerca de Pablo Neruda), Ignacio Martínez, Isaac Rosa, Gioconda Belli (Nicaragua), Guillermo Sacomano (Argentina).
A fin de año le publicará a un joven autor de la localidad de Ventana: Fernando Mena, dramaturgo chileno que todavía no debuta al papel. "Todo se dio a través de un amigo que me dio referencias. Le di mi correo con poca fe, ya que me llegan muchos manuscritos que no dan la talla, pero este sí". La novela en cuestión se enfoca en la crisis existencial que corroe a los jóvenes sub 30.
Arantxa Martínez está en una política de ahorros con Editorial Kindberg, que sopesa a creatividad y garra. "Este año volví a postular al Fondo del Libro: es difícil hacer negocio. Ganarse un espacio es duro. Casi no tengo redes de contacto", se aflige.
Entonces, ¿cómo se mueve esto? Su respuesta: con perseverancia. A través de redes sociales, ferias y actividades de la Furia del Libro (septiembre y diciembre). "Tratar de estar allí. ¡Esto es mi sueño!".