El club de básquetbol del DPA en donde todos son una familia
Enclavado en Playa Ancha, sepa de un singular equipo que no hace distinciones y da la bienvenida a todos aquí porque el deporte, afirman a la interna de la institución de disciplina física, es el camino a la integración.
Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso
Con el rabillo del ojo calcula, gira, apunta y lanza. En una milésima fracción de segundo, el esférico naranja surca por los aires en busca del aro.
Antes de que caiga por la cesta y cobre los tres puntos, el balón se confunde con una luna llena que a esa hora despega intenso brillo. Una luz que cae por todo lo largo y ancho en la cancha de básquetbol ubicada en el mítico DPA, en la hidalga República Independiente de Playa Ancha.
La atenta mirada de algunos compañeros y entrenadores queda eclipsada en aquel chico que viste de corto, a pesar del frío invernal que no se apiada en una sesión más de entrenamiento nocturno.
Es Javier Mondaca, quien a sus 14 años sonríe. Un espigado joven que hasta hace unos meses su padre lo prefería en la senda de Alexis y 'Turboman'. Al final, puntos por goles.
Alegre y canchero, el jugador que se desempeña de base y milita en la categoría sub 15 comenta que vive a tan solo dos cuadras de aquí. Que sabe de cercanos que en vez de la actividad física optan por la ilícita. Y lanza, como sus acertados triples, un concepto que resume la vibra del DPA: "Aparte de ser un equipo, somos como una familia", dice Mondaca.
El deporte es su salvavidas. El equipo. Los amigos. A futuro, quien sabe, héroes de barrio. La plataforma donde les inculcan hábitos de socialización.
Y es que convertir una buena idea en un proyecto que impacte positivamente en la sociedad es parte de la filosofía detrás del Club Deportivo Playa Ancha. La misma que irradian sus jóvenes y dedicados entrenadores, cuya voluntad y amor por este deporte los motiva a ir más allá e incluso salir al rescate de jóvenes del sector que se debaten en los flagelos de siempre: drogas, alcohol y delincuencia.
A no dar bote
Héctor Mascareño está a cargo de las divisiones inferiores de la rama de básquetbol en el DPA. Un club que cuenta con división femenina y masculina en la actividad que hizo famoso a los ídolos de varios acá como aquellos monstruos de la NBA tipo Michael Jordan, Koby Bryant, Lebron James o Manu Ginobili. Ahora, fuera de esta actividad, el DPA ha hecho historia con grandes actuaciones en otro deporte como el Waterpolo (o polo acuático).
Volviendo al baloncesto, Mascareño se inclinó por dar una mano al club este año, pero con un aliciente distinto: trabajar con los chiquillos en un plano más social que el deportivo. Es decir, nutrirlos con valores. O como este entrenador diría "preparar al deportista en el proceso de ser persona".
No cabe duda que el tema plantea un desafío. Y Mascareño está dispuesto a enfrentarlo: "Desde aquí tenemos la chance de poder aportar a la sociedad. Sacarlos de los vicios como las drogas, la delincuencia e incluso el apego desmesurado al computador y celulares".
Como todo proceso, asumen que están partiendo casi de cero. Un paso importante en ello es el estar presente en el campeonato de la Asociación de Básquetbol de Valparaíso. Lo que buscan es generar roce y experiencia para así cimentar una cantera de prospectos que accedan al primer equipo.
El club se divide en varias categorías: sub13, sub15, sub17 y sub20. De allí saltan, como sus brincos bajo el alero, a la adulta. "El ideal es que la mayoría de los que hoy ves aquí puedan llegan a lo más alto. Pero por sobre todo, sean personas de bien, alejadas de los vicios que se dan frecuente en el sector", comenta Mascareño, cuyo apellido ha estado ligado al básquet.
Su abuelo Héctor Mascareño Bruna fue secretario de la Asociación de Baloncesto de Valparaíso, uno de los precursores de la disciplina atlética en el Puerto y el país. De hecho, más adelante nacería la liga de básquetbol chilena llamada DIMAYOR (División Mayor del Básquetbol de Chile).
"Mi familia estuvo participando en Sportiva Italiana con el directorio", aclara Héctor Mascareño, precisamente en la época dorada del baloncesto porteño y nacional, a fines de los setenta y ochenta. Años en que grandes pivotes gringos daban espectáculo en jornadas a tablero vuelto en el Fortín Prat de Valparaíso.
Algo de ese espíritu quiere transmitir Mascareño, mientras sus pupilos adolescentes preparan jugadas y practican al rigor de nuevas estrategias.
Uno de esos es Luis Bernales, vecino del sector. Con seis meses, pertenece a la categoría sub 17. "Acá la gente me recibió súper bien. No he tenido problema en adaptarme". Y va más allá, nuevamente con el concepto que hoy hace grande a esta institución deportiva: "Me hicieron parte de la familia DPA".
Por eso, Bernales se inyecta del optimismo generalizado aquí. Apunta, como sus lanzamientos, a lo alto: "Me encantaría llegar a vestir el uniforme de la selección de Valparaíso y, por supuesto, la chilena".
Para ello, detrás de él hay otro DT que se la juega por la entrega, disciplina y garra. Se trata de un ingeniero comercial que optó por las colocaciones no en movidas del tipo forex sino en canastas al aire libre. También bonos a futuro, pero de niños pro deporte.
Puerta a puerta
Gianfranco Aste es del centro de Valparaíso. Como presidente de la rama básquetbol del DPA y además entrenador del equipo adulto masculino, mira la vida en modo juego. Le encanta San Antonio Spurs (de la NBA) y de Chile, Valdivia y Los Leones de Quilpué, un club de la zona que toma como modelo a emular por el manejo institucional, infraestructura y nivel de reclutamiento. De paso, dice admirar a un colega: el DT argentino Manu Córdoba, un Guardiola del báquet criollo.
"Tengo 29 años y desde los 18 empecé en esto. Dirigí la Liga Nacional en adulto, Domani, campeonato Rayo… competencias relevantes del país", ahonda con orgullo Aste.
Hace tres años el DPA estaba en segunda, tras una década en los potreros de la liga de baloncesto. Hoy el asunto es otro. Y les pinta bien: "En estos tres año hemos mantenido la categoría en la división de honor. Somos un club de cerro, un equipo chico", argumenta el ingeniero.
Sin embargo, están conscientes de que el éxito se cimenta desde las bases. Por eso han tenido que golpear puertas. Reclutar gente y formar los talentos. "Visitamos los colegios, sala por sala, hablamos con los profesores. También les dejo la circular para que se identifiquen con nuestro club y Playa Ancha, nuestro cerro", explica Aste.
Justamente en esas incursiones a terreno le ha tocado ser testigo de casos dramáticos, vinculados con los vicios. "Muchos llegan acá porque no tienen ese lazo familiar en la casa que aquí tratamos de brindar. Están solos, en vicios, cosas complicadas. Por eso los ayudamos para que opten por el deporte".
Para Aste, se trata casi de una labor de sicólogo, a pesar de que su pega deportiva es ad honorem. "Hablamos mucho con los más chicos, contarles que es un proceso nuevo y que van a venir cosas buenas".
Pero el dinero mensual del directorio del DPA, las donaciones, bingos y una matrícula casi simbólica no son suficientes. Necesidad obliga: presentaron un proyecto al Gobierno Regional para obtener apoyo en cuanto a las indumentarias. "Este es el primer año que presentamos todas las categorías: sub 13, sub 15, sub 17 y adulto. ¡Sería lindo estar bien equipado!", complementa Gianfranco Aste.
Nicolás Henríquez tiene 18 años, oriundo de la Playa Ancha, juega de alero. Llegó gracias a la labor de los entrenadores que fueron hasta su colegio. Nicolás asegura que hubo un tiempo que tuvo que dejar esta actividad por diversos factores, pero que ahora promete retomarla con más fuerza, ser motivo de honra y hermandad para los suyos. "Debo esforzarme. Me gustaría llegar a jugar en otros países. Ser un orgullo para esta familia, la del DPA".