Un fantástico viaje literario al centro de la utopía medieval
Por un día en el parque Potrerillos de Viña del Mar, se abrió un portal hasta una tierra de la fantasía en el medievo donde había caballeros armados, arqueros y hechiceros que compartieron entre elfos, hadas y doncellas.
Matías Valenzuela - La Estrella de Valparaís.
D omingo, cerca de las 16.00 horas. Camino por el parque Potrerillos de la Quinta Vergara, cuando sin darme cuenta cruzo en un segundo a otro portal. Viajo miles de años al pasado para terminar en un extraño lugar del medioevo, alejado de toda la civilización moderna y tecnológica. El piso es de tierra. Hay seres con espadas, escudos y hachas, mientras suena una pegajosa música instrumental que bailan unas jóvenes de piel blanca y cabellos rojos.
Al principio siento miedo y curiosidad al no saber dónde estoy, cómo llegué ahí y de dónde habían salido tantos seres extraños con sus llamativas vestimentas. Camino distraído y errático sin saber a quién evitar ni hacia dónde ir, sin darme cuenta termino en medio de un grupo de guerreros celtas que intercambiaban historias. Hay un par de brujas, y unas especies de hechiceros que después averigüo se llaman "Druidas", me acerco a uno de ellos y le pregunto quiénes son. "Nosotros somos los Señores de Goria, una agrupación celta", me responde el hombre luciendo su armadura, pero me advierte que no tenga miedo ya que no eran guerreros, así que no corro peligro. "No somos guerreros, somos cazadores, por eso que mi armadura me deja el brazo derecho libre, que es el hábil para cazar y me protege el costado izquierdo", me explica.
Antes de irme les pregunto si tienen enemigos que pudieran atacarlos y me contesta que con los romanos hay rivalidad, pero no ha visto a ninguno cerca.
Continúo mi periplo y me encuentro con una elfa que camina cabizbaja con sus puntiagudas orejas y sus ojos muy abiertos, me acerco con cautela y le pregunto su nombre. "Me llamo Silfid de Vientoligero", me indica y agrega que nació en un juego de Calabozos y Dragones hace algunos años, y desde ese momento ha hecho su aparición en varias otras ferias medievales, donde dice sentirse muy cómoda y a gusto en compañía de otros elfos, hadas y caballeros. "Aquí nos sentimos como en casa", apunta.
Decido dar un par de vueltas en ese extraño lugar y luego de un rato abandono el miedo que siento en un comienzo y me viene una sensación de adrenalina y asombro al ver cómo me envuelvo en un escenario digno de una película de fantasía medieval. En un mismo lugar veo a guerreros británicos, vikingos, arqueros, doncellas y más personajes de la literatura que lucen sus vestidos, armamentos, cadenas y joyas.
Duelo a espada
Me quedo un momento observando un duelo de esgrima entre dos caballeros que lanzan y esquivan espadazos con gran habilidad y ágiles reflejos. Llevo unos minutos cuando la contienda se pone más emocionante y el duelo se vuelve muy coreográfico con ataques, defensas aceleradas hasta que una estocada pone fin a la batalla. "Descuidó la defensa el de bigotes y lo mataron", exclama un juglar que mira el duelo a mi lado.
Mientras camino entremedio de unos vikingos diviso a una bella mujer que llama mi atención por lo delgado de su cuerpo y lo delicado de su rostro, con facciones muy finas, pero agudas. Me acerco con cuidado y le pregunto quién es. "Soy una hada, mi nombre es Siri Deva, de los Devas de la naturaleza", me dice con voz coqueta, agitando sus alargadas pestañas y cuando le pregunto de dónde era, me responde: "Yo nací en la tierra, hace millones de años".
Tras conversar un rato con Siri, me cuenta que es una hada que maneja los poderes de las piedras mágicas del planeta para curar diversas enfermedades, dependiendo del color de la piedra. "Yo soy gemoterapeuta entonces hago terapias con estas piedras, si la persona me dice que necesita curar algo específico, yo le digo que piedra le sirve", me explica Siri, mientras me muestra algunos collares, pulseras y otros amuletos hechos con las piedras.
En un rincón se aprecia un vacío de gente, que evita pasar por el lugar donde se aloja una figura bastante tenebrosa y muy imponente; su larga cabellera blanca cae con fuerza sobre su armadura plateada, su rostro está oculto bajo una casco y su extensa espada parece amenazar a cualquiera que se acerque. Me armo de valor y voy de frente a él para preguntarle quién es. Su nombre es Arthas Menethil, y es el Caballero de la Muerte, príncipe heredero del reino de Lordaeron, que es el lugar donde ocurrió la primera gran guerra que enfrentó a orcos y humanos en el mundo de World of Warcraft. Pese a su imponente imagen, el Caballero de la Muerte accede a conversar conmigo y me cuenta que su espada y armadura son forjadas por él, y que le tomó más de seis meses poder terminarlas, aunque aún le faltan unos detalles. "Siempre le estoy agregando más cosas para que quede más completa", dice Arthas mientras luce sus puntiagudas hombreras con diseños tribales, pintadas de manera artesanal.
Dejo súbitamente a Arthis cuando escucho una discusión entre dos personajes muy particulares. Uno era un arquero celta y el otro era un hechicero de fuego. El arquero dice que su nombre es Otto Hans Tomás Véliz Backsman, pero se hace llamar "Sir Leonidas", como un homenaje a aquel guerrero espartano que murió heroicamente en la mítica batalla de los 300. Sir Leonidas, carga su arco y sus flechas en un morral y cuenta que es parte a la "Hermandad del Quinto Arco", donde se ha especializado con el arco y la flecha, con entrenamiento y competencias histórico-deportivas; últimamente se ha dedicado a corregir y enseñar a los arqueros novatos para perfeccionar su técnica. "Estoy ahí dando las clases, ayudando, corrigiendo la postura y el tiro, en el fondo enseñando lo que es la arquería", indica Sir Leonidas.
Al frente de Sir Leonidas está el hechicero, llamado Margaru Runo, que pertenece a la Hermandad de los Magos de hace millones de años. Se considera un hechicero negro, pero que también puede hacer hechizos blancos si lo pretende, principalmente con el fuego, porque es un mago elemental. "Los magos en especial, muchos dominan el fuego, el agua o la tierra, los Druidas dominan las hojas y los paladines manejan la curación, pero yo domino sólo el fuego", explica mientras me enseña su barita, una rama de árbol milenaria blindada con una cuerda.
"Gaoithe"
Luego de tan llamativo paseo, cuando me dispongo a abandonar aquel colorido lugar y luego de haber conocido a tan diversos personajes, llaman mi atención un grupo de bellas jóvenes del imperio celta irlandés que bailan con mucha gracia y sutileza en una tarima. Eran de piel blanca como la nieve, cuerpos de sirenas y todas muy bonitas. Hipnotizado me acerco a ellas cuando termina su danza e intercambio un par de palabras. Se hacen llamar "Gaoithe" y se especializaban en la danza irlandesa en distintas tabernas, ferias y actividades de época, donde dejan encantados a todos quienes las ven.
Con ese último gran regalo, salgo por el mismo portal por el que entré y abandono aquel mundo real maravilloso para volver a la monotonía del 2016, con tacos, filas y ruidos insoportables, pero con una sonrisa dibujada en el rostro, pues aún venía contento de haberme regalado un par de horas en un mundo literario que ofrece la magia del medioevo en pleno centro de Viña del Mar.