Un sabroso viaje a la tradición de la gastronomía chilena
Villa Alemana guarda bajo siete llaves el secreto de tener una de las "picás" más contundentes y convenientes de la zona. Hoy, descubriremos los secretos de "Lo de Álvaro", un negocio familiar que permanece inmune al paso del tiempo y con una historia que supera el siglo.
Mirian Mondaca. - La Estrella de Valparaíso
Es más de la una de la tarde y en Quebrada Escobar, Villa Alemana, como buena zona huasa, se come temprano. Por eso, los agricultores y obreros ya comienzan a llegar a sus casas para saciar su apetito acumulado durante la mañana con almuerzos que fácilmente llegan al borde de los platos. Y si no es suficiente, se repite. Así siempre fue, y aún es en el campo. Allí, no se ven tantos niños obesos, como ocurre en la ciudad, donde sucumben sin apelación ante los combos o las famosas cajitas, con juguetito de anzuelo incluido, de cierta transnacional. Por algo será.
Precisamente, retomar esa conexión con lo rural es lo que buscan los turistas, que a fines de diciembre llegan hasta rincones de la región rodeados de cerros y quebradas. Y, dentro de ese reencuentro con las raíces chilenas, probar la comida criolla es una forma eficaz de olvidarse que existe la hostil vorágine propia de las grandes ciudades. Es aquí, donde muchos visitantes optan por las célebres "picás", y dentro de las que hay en la zona, la "Picá de Lo Álvaro" (Camino Troncal #3702) es una de las insignes.
Como en casa
Entrar al local de Álvaro Delgadillo es como instalarse en el patio de cualquier hogar de campo chileno. El rústico y llamativo letrero de madera con el nombre del local en la entrada, da fe de que se está en el lugar correcto, si de sentirse como en casa se trata. Las mesas y las sillas, también de madera, evocan los años en que reunirse cada fin de semana a almorzar bajo la sombra de un parrón era un evento familiar.
Todo alrededor revela los más de 100 años de historia del lugar, que funcionó como quinta y chichería, hasta que en 1992, Álvaro Delgadillo lo compra y transforma en " La Picá de Lo Álvaro". Las mesas de madera rústica, los hornos de barro y las tinajas donde almacenan la chicha que elaboran al término del verano. El patriarca de este emprendimiento familiar cuenta que "este local nace hace más de 120 años, con un antiguo dueño que se llamaba Francisco Monsalve Arriagada. Él, antes de fallecer, vende el local a una familia adinerada, a don Jorge Salgado, y de ahí yo trabajé con don Jorge. En el 92 yo adquiero el local y el 93 lo abro como restaurant".
Estómagos insaciables
Como buena "picá" criolla, el aroma, sabor y -sobretodo- la contundencia de las preparaciones reina desde el primer instante. Antes del plato principal, panes amasados y una empanada de pino para cada comensal hacen Patria en la mesa. Estos productos, gentileza de la casa, hechos en los centenarios hornos de barro, apenas son los encargados de abrir el apetito para dar paso a un costillar, un veraniego pastel de choclo o una cazuela de vacuno, la especialidad más demandada por los clientes.
La mínima espera, el trato cercano con los clientes y la música folclórica que acompañan sutilmente las exquisiteces campestres son el mejor complemento para lograr que "Lo de Álvaro" se asemeje a los almuerzos familiares en las quintas de antaño. "Nuestro encanto es tener un local de más de un siglo y queremos mantener lo rústico, no parecernos a un mall, porque eso es lo que más odia la gente que llega acá", asegura don Álvaro. También agrega que llegan mucha gente de grandes ciudades o extranjeros, con la firme decisión de "buscar lo que se vivía hace 40 o 60 años atrás; vivir al aire libre. Las personas buscan arrancar de lo cotidiano, tener tranquilidad, y acá la consiguen también con la música folclórica. Así, además se reencuentran con el país, con nuestro país".
Vino a la antigua
El término del verano es un hito para la familia Delgadillo y para los clientes habituales de la "picá": la cosecha de la uva y elaboración de la célebre chicha artesanal y el viño añejo del local, una de las particularidades que le valieron estar dentro de los nominados a "Mejor Picada de Chile", concurso organizado por el CNCA en el 2012. El primer día de marzo comienzan a ser cortadas las uvas de las 6 hectáreas de parras, ubicadas en uno de los costados del comedor, para luego comenzar el proceso de semanas, donde los visitantes que se animen también pueden participar.
Ser uno de los pocos lugares en la región donde aún se produce viña y chicha a la antigua, con centenarios calderos de cobre, es una de los atractivos del lugar. Por esta razón, recalca don Álvaro, todo el proceso se hace a la vista del cliente. "Aquí pueden venir, mirar y ayudar a moler la uva si quieren también. Esa es la gracia, mostrar un poco de la cultura chilena y las tradiciones al mundo", cuenta orgulloso de los 7 mil a 10 mil litros de chicha, y 5 mil de vino añejo, en promedio, que se producen al año.
El encanto rural de Quebrada Escobar invita a visitarla todo el año, más aún en verano, el momento indicado para darse el regalo de conocer rincones ocultos de la región. Al menos, hambre no se sentirá, porque "Lo Álvaro" espera a sus fieles y nuevos clientes todos los días, entre las 9 y 19 horas.