Sándwiches salvadores
Las fuertes precipitaciones que el miércoles dijeron presente en Valparaíso, aullentaron a la mayoría de los vendedores ambulantes que muy temprano hacen de las calles de la ciudad su lugar de trabajo. En Avenida Brasil, sólo unos pocos se atrevieron a desafiar el azote del agua y enfrentar su día con normalidad, dentro de lo posible.
Uno de esos valientes es Francisco Herrera, que bajo un llamativo quitasol, espera a sus habituales clientes como un salvador en medio de la lluvia. Pagando por un ave palta o un café, quien pasara por ahí podría guarecerse un momento. Bueno, si no compraba también podría hacerlo, porque es habitual que a su puesto lleguen estudiantes del Duoc UC o de las universidades cercanas para saludarlo, conversar o , incluso, pedirle consejos.
Justo antes de decidirse a vender sándwiches en la calle, Francisco estaba comenzando junto a su padre un promisorio negocio de venta de productos agrícolas en el Terminal Agrícola de Valparaíso. Todo iba viento en popa, incluso, "traíamos papas de Argentina. Viajábamos al sur también y traíamos todo", recuerda. Pero, todo cambió por malos manejos de dinero. "No me fijé en los detalles. Recibí y entregué cheques que no tenía que entregar. Le entregamos plata a un abogado para empezar, pasaron dos meses y pedía más plata para seguir y no había hecho nada", cuenta.
iNGENIO
Ante la imposibilidad de emprender este negocio y no poder recuperar la inversión, Francisco tuvo que reaccionar rápidamente, tenía una casa que mantener y tres hijos a quienes educar. Ahí fue donde el ingenio y apoyo de Verónica, su mujer, lo impulsó a levantarse otra vez. De hecho, de ella nació la idea de aprovechar el importante flujo de estudiantes que circulan cada día por el lugar, cuando no había la cantidad de vendedores ambulantes que hoy existe.
Ahora, su mujer es su mano derecha en este negocio callejero. De lunes a viernes se levantan a la una y media de la mañana para preparar y envolver los más de cien sándwiches que vende cada día. También preparan los detalles para la venta de té y café. Un trabajo muy sacrificado, pero que ha dado frutos: su hijo mayor es profesor de matemáticas, al igual que su única hija ( que también lo hizo abuelo); mientras que el menor hoy estudia Ingeniería Civil Ambiental.
Este porteño está feliz con el negocio que ha logrado levantar, sobretodo, después de pasar por un difícil momento económico. "Es un trabajo en equipo, de toda la familia. Gracias a mi mujer es que tengo esto ahora, pero mis hijos también vienen a ayudarme a veces, aunque son profesionales", comenta con emoción. Por esta razón, lo que para muchos puede ser sólo un carro de venta de comida, para él es el fruto del esfuerzo familiar.
Está tan a gusto, que asegura le gustaría seguir trabajando en la esquina de Avenida Brasil con Rodríguez "hasta donde pueda", pero reconoce que al ser comerciante callejero, las cosas son más difíciles. De ahí, que para él el camino que se debe seguir es el de la capacitación. J