Volantines que vuelan en la 'ciudad del viento'
Los sectores periféricos de Valparaíso son escenarios de historias particulares que escasean o extrañamente pueden encontrarse en el plan de la ciudad. La altura y la distribución de sus poblaciones y villas, son cómplices ideales para un juego que surgió junto a la ciudad: encumbrar volantín.
Una diversión sana que para muchos ha sido heredada de generación en generación, y tiene su auge durante el mes de septiembre, cuando el viento y el clima se hacen propicios para cubrir los cielos de las cumbres y quebradas porteñas, con coloridos y alegres papelitos.
Así comenzó a encumbrar el Benja, un niño placerino con gran talento y destreza para el juego. El viento sopla con fuerza, pero aún así el Benja pone los tirantes de su volantín. Busca un palito en el piso, y apoya su rodilla sobre su adquisición para que no se vuele ni se rompa. Calcula con sus cuatro dedos dónde debe hacer los agujeros por donde luego pasará el hilo, y realizará los nudos.
"Mientras los tirantes estén bien puestos el volantín se eleva igual. Eso fue lo primero que me enseñó mi papá, que es seco. Después para encumbrar depende del viento, y la técnica se va haciendo con la práctica. Yo encumbro todo el año, no espero que sea septiembre porque es súper divertido, además acá uno se hace amigos y lo pasas bien", cuenta el Benja quien a esas alturas ya tenía su volantín por lo aires.
TROFEO DESDE EL CIELO
Y mientras el jovencito porteño demuestra gran destreza con su carrete agrega: "A veces viene harta gente, ahí se pone más entretenido porque empiezan las competencias. Algunos igual le ponen hilo curado en la punta, porque es la única forma que no te manden cortado el volantín. Pero ahora está prohibido así que no se puede. También vienen hartos niños más chicos a mirar, se lanzan por las quebradas y corren detrás de los volantines cortados, ganarse uno es como un trofeo".
El juego del volantín se mantiene vigente por niños como Benjamín, que prefieren divertirse al aire libre en vez de quedarse encerrados en sus casas con el computador o la televisión encendidas.
Pero esto también tiene sus riesgos. Así como Benja cuenta que hay niños que persiguen volantines, muchos andan solos por las calles tratando de alcanzar un trofeo que caiga desde el cielo, y es tal su afán que a veces no notan los riesgos a los que se exponen; cruzan las calles sin mirar y se arriesgan de ser atropellados, otros se cortan con hilo curado, e incluso se enfrascan en peleas por un volantín. Es ahí cuando la responsabilidad y presencia de los adultos se hace imprescindible.
HISTORIA DEL VOLANTÍN
Hay varios mitos urbanos en torno al origen del volantín. Uno de ellos se remonta al siglo XVI a. c. en Indonesia, con la existencia de las cometas, como las llaman en oriente, aunque tienen otra estructura.
Otro dice que los primeros volantines llegaron a Chile en el período colonial de la mano de los misioneros católicos de la Orden Benedictina. Se dice que el gobernador Ambrosio O'Higgins, era un entusiasta participante de las competencias de volantines de la época. El deporte se hizo tan popular que en 1795 se dictó una orden que condenaba a seis días de prisión a aquellos que provocaran daños por encumbrar volantines, ya que muchos transeúntes sufrieron el golpe de una teja por las piruetas de un volantín.
Pero según el historiador porteño, don Archibalbo Peralta, profesor de Historia e historiador de la Municipalidad de Valparaíso, asegura que esta "sana diversión" está ligada con la obra del escritor Joaquín Edwards Bello, 'Valparaíso, ciudad del viento', ya que sin esa condición sería muy difícil de desarrollar.
Aunque según sus conocimientos, el cree que las cometas fueron traídas al continente por el mercader y viajero veneciano Marco Polo.
"Él viajó por países asiáticos, donde tienen su origen las cometas, y de seguro las trajo en sus viajes como una novedad. Lo único propio es el formato del volantín, que es cuadrado y mucho más sencillo. Las cometas en cambio eran mucho más elaboradas y tienen motivos característicos de la cultura oriental", afirma Peralta.
El historiador recuerda que antes en la ciudad Puerto eran muy comunes los almacenes especializados en la elaboración y venta de volantines. Y la totalidad de ellos desapareció en el tiempo, ahora solo quedan personas que los hacen, más que nada, por amor al arte y para mantener esta tradición tan arraigada dentro de la gama de los juegos nacionales, como el trompo, la rana, la rayuela y el emboque. Los mismos que reviven cada celebración de las Fiestas Patrias.
JUSTO EL VOLANTINERO
Uno se esos artesanos especialista en crear volantines, es don Justo Gil Nuñez, quien sagradamente los septiembres de cada año baja desde su cada taller ubicado en Nueva Aurora, con sus dos maletas especialmente hechas por él para transportar sus volantines y venderlos en la Plaza Victoria.
Sus volantines reflejan el amor con el que Justo realiza el arte que le heredó su tío, cuando aún era un niño. Él corta figurita por figurita de papel volantín para luego ir creando sus volantines, los mismos que volarán por los cerros de Valparaíso.
Además, don Justo fue uno de los fundadores del primer club de volantines de la ciudad, que se llamaba: 'En el Cielo de Valparaíso', durante los años 60.