Lo bueno y lo malo de ser vecino de un edificio
Durante un tiempo hasta ahora, la ciudad Puerto ha tenido grandes cambios respecto al crecimiento demográfico. Es cosa de dar un paseo por la bahía para darse cuenta que poco queda de la postal tradicional con las casas coloridas distribuidas de manera pintoresca entre los cerros. Sobre todo en los cerros alejados del sector patrimonial de Valparaíso.
Altas torres se erigen desde entre las entrañas de los cerros. Es la respuesta práctica al aumento de la población porteña. La gente tiene que vivir en algún lugar, eso no cabe duda. Lo que hace que muchas inmobiliarias apuesten por invertir en ciertos sectores, estratégicos desde el punto de vista del negocio.
Al mismo tiempo, esto genera opiniones divididas entre la comunidad porteña. Para algunos la construcción de uno o más edificios, generan cambios favorables para el sector en el que habitan. Que por lo general son barrios con buena locomoción colectiva, acceso; con comercio a la mano, escuelas y universidades.
Incluso algunos pasan de ser un barrio común a un barrio universitario. Lo que reactiva las actividades y la identidad barrial, que está muy alicaída respecto a otras épocas.
Los problemas surgen cuando los vecinos y vecinas que han vivido prácticamente toda su vida en el sector, sienten que son pasados a llevar en sus derechos a la privacidad; les tapan la vista hacia la bahía, entre otros que atentarían directamente a su calidad de vida.
CASO DE LOS PLACERES
El cerro Los Placeres es un claro ejemplo de ésta situación. Desde hace ya unos años ha sufrido grandes cambios, los que han venido de la mano de la construcción de altas torres y nuevos condominios.
Desde la Avenida Placeres, subiendo por Avenida Matta, hasta la famosa Cruz ubicada al centro de la principal vía del cerro, al menos hay dos torres por cuadra. Unas están siendo habitadas, otras están siendo construidas y algunas comenzarán a serlo pronto.
La señora Pilar Aldea viene del norte, y actualmente vive frente a las cuatro torres que se ubican en calle San Guillermo, entre las calles Carmen y Mercedes, para ella la experiencia de ser vecina de los altos bloques de cemento le ha traído más incomodidades que beneficios.
"Yo también vivo en un departamento, pero cuando hicieron estas torres dejé de ver el sol, no me da nada. Y eso me ocasiona muchos problemas de humedad en mi casa; se humedecen los dormitorios y la ropa se pone hedionda. Así que hay que levantarse y abrir todas las ventanas para poder ventilar. Imagínese que yo soy de Copiapó, y el sol es fundamental para mí", opinó la vecina.
"NO HAY PRIVACIDAD"
Para quienes han vivido siempre en el sector, y han sido testigos de los cambios en sus barrios, la migración de sus vecinos de toda la vida, y la llegada de los nuevos habitantes, el tema es un poco más sensible y delicado.
"He vivido aquí toda mi vida. Soy nacida y criada en esta casa. Nos taparon toda la vista al mar y el resto de los cerros de Valparaíso", cuenta la placerina Sonia Henríquez, quien observa desde su puerta las imponentes torres al otro lado de la calle.
Y luego de una pausa continúa: "Pero para mí el problema más grande es la privacidad, porque yo tengo un patio trasero amplio donde nos reunimos con mi familia a compartir y hacer cosas, y ahora todos nos ven desde arriba. Antes, si yo quería salía a mi patio desnuda, pero ahora no puedo hacerlo. Igual hay gente súper mirona, no todos, pero hay y eso es muy incómodo. Entonces la privacidad ya se perdió".
Otro problema para los vecinos de los grandes edificios de los cerros porteños, es el problema con los estacionamientos y accesos. Si bien, todas las torres tienen estacionamientos propios, algunos residentes o sus visitas estacionan vehículos afuera de las casas particulares. Provocando problemas entre vecinos y además se complican los accesos ante cualquier emergencia, ya que las vías se hacen estrechas para la normal circulación de los vehículos, incluso para las micros.
EL COMERCIO GANA
La otra cara de la moneda la tienen los comerciantes de los cerros, pequeños emprendedores que también son vecinos y deben convivir con las torres.
Alejandro Becerra, tiene su botillería estratégicamente ubicada en una esquina. A su lado, hay una de las tantas torres del cerro Los Placeres. Él no quiso vender los terrenos por los cuales recibió ofertas de compra de parte de la inmobiliaria que se apropió de todas las viviendas aledañas.
Pero lejos de quejarse por la vista, la humedad, y la privacidad, Becerra dice que desde que prefirió invertir en su negocio, y ahora obtiene más del doble de ganancias gracias a sus nuevos vecinos.
"Como vecino de una torre la verdad es que no tengo ningún problema. No me molesta en nada. Claro que hay vecinos que odian las torres porque les generan bulla y otros problemas. Pero a mí me ha ido súper bien, así que no me puedo quejar", comenta.
Y destaca que "de todas formas yo converso con mis vecinos, conozco sus puntos de vista y entiendo que a muchos les provoca molestias. Además se ven rodeados de estas torres gigantescas como murallones, entonces es mucho igual debería haber un límite en cuanto a los permisos para construir y así no saturar los barrios con torres. Pero uno no puede hacer nada porque los permisos los da la misma municipalidad".
"HAY QUE MODERNIZAR"
El cerro Barón, vecino de Placeres, también ha tenido un crecimiento demográfico e inmobiliario importante. Para la vecina Graciela Fernández, la aparición de las torres en su barrio, lejos de ser una molestia significan un adelanto y modernización del sector.
"Yo lo encuentro un adelanto y en lo personal no me desagrada ser vecina de una torre. Creo que el nivel del sector es mejor que antes, porque el avalúo de los departamentos es caro, entonces le da otra cara al lugar. Acá vive gente joven, que tienen hijos pequeños que se juntan con los niños del barrio, entonces le devuelven la vida a la cuadra. Ahora, si construyeran una torre que me tapara la vista, o me provocara problemas lo más probable es que sería incómodo", reconoce.
John Parada, abogado y miembro del Movimiento de Defensa Parques, quien además participó en el proceso que logró frenar las obras del cuestionado proyecto inmobiliario en barrio O'Higgins. Argumenta que si bien la altura de las torres es un tema para los vecinos de los cerros, también se ven afectados por el menos cabo oculto y silencioso de quienes deciden permanecer en sus viviendas y no venderlas a las inmobiliarias.
"Las propiedades se devalúan producto del deterioro a la infraestructura, del cual las inmobiliarias no se hacen cargo", dice el abogado. Por otro lado, "yo creo que hay que construir, pero en un lugar donde no impacte tanto a la ciudadanía, puede ser abajo o arriba del cerro pero no al medio".
Otro punto, según Parada, como el caso barrio O' Higgins, es el impacto vial del transporte urbano. Ya que los estudios solo se exigen cuando el número de estacionamientos supera lo permitido por norma. J