El drama de vivir por más de 15 años en una mediagua
Lejos de las luces y el glamour que se muestra en las postales de Viña del Mar, se encuentran ocultos decenas de campamentos que alojan las mediaguas donde viven cientos de personas. Los residentes de las tomas sueñan durante años con poder concretar el anhelo de tener la casa propia, tal es el caso de los vecinos de la toma Alberto Hurtado, ubicada en Forestal Alto, quienes por primera vez, en muchos años, están más cerca que nunca de conseguir una vivienda digna.
una vida en las tomas
Priscilla Contreras, de 42 años y Teresa Galleguillos, de 56; son amigas y vecinas en el campamento Alberto Hurtado. Ambas llegaron a la toma hace más de una década. Arribaron cuando sus hijos no sabían hablar, ni caminar y ahora estos son adultos y están casados.
Priscilla Contreras llegó hace un poco más de 16 años, gracias a una conocida que la llevó. Ella solía arrendar, pero prefirió tener un lugar "propio" y se vino con su hijo de un año y medio. Sigue habitando en la misma mediagua hasta el día de hoy, donde reside con su esposo y sus cuatro hijos.
Teresa Galleguillos vivía de allegada en el terreno de la casa de sus suegros y una amiga le dio el dato de que se estaban instalando tomas en ese terreno y decidió venirse con Felipe, su hijo de un año.
Las dos mujeres tuvieron que comprar una mediagua prefabricada y con el tiempo fueron reforzándola, cubriéndola con material ligero y ampliándola.
Teresa ya vivía en una mediagua cuando estaba en el sitio de su suegra, así que tuvo que trasladarla en un camión y posteriormente recibió la ayuda de la fundación Techo, que en ese entonces se llamaba Un Techo para Chile, para remozarla y dejarla a su gusto.
Tanto Teresa como Priscilla coinciden en que la ayuda de estas fundaciones de voluntarios es muy valiosa para ellos y es muy importante su apoyo para mantener sus casas.
Las mujeres miran con nostalgia sus primeros años en el campamento ya que cuando recién arribaron no contaban con los servicios básicos.
No tenían energía eléctrica así que debían colgarse del tendido eléctrico de la carretera, en la noche eran más los vecinos los que se conectaban ilegalmente a la corriente y el voltaje no era suficiente para cubrir tantas conexiones así que se cortaba la luz en el campamento.
Estuvieron en esa situación por varios años y luego de varias reuniones, cartas y manifestaciones, los vecinos de la toma lograron llegar a un acuerdo con la empresa a cargo, Conafe; y se les instaló un medidor comunitario que registrara los flujos de la corriente y entregara una cuenta que pagar.
Tampoco cuentan con una red de agua potable y obtienen suministro a través del acarreo de agua y para poder ir al baño utilizan un sistema de pozos.
la casa propia
Ambas mujeres encontraron empleo gracias a los planes de empleo del Sence y son enfáticas al decir que lo más anhelado es salir de las tomas para poder optar al sueño de la casa propia.
"Yo no hayo la hora de irme", dice con seguridad Teresa, quién al igual que Priscilla están esperando expectantes la entrega de las nuevas casas, a las que postularon en el sector de la Parcela 11.
Según dicen, confiadas, a fin de año se les haría entrega de las nuevas viviendas por las que han estado luchando durante más de 15 años. Se trata de un conjunto de tres etapas con casas pareadas de dos pisos, con baño, living y tres dormitorios.
Las viviendas son construidas por la inmobiliaria Benavente, que llegó a un acuerdo con los distintos comités que integran el campamento. La empresa abrió las postulaciones a los vecinos de la toma para que cuando ellos se cambien a los nuevos inmuebles se ocupen sus terrenos para construir nuevas viviendas.
Lo que más motiva a Priscilla y Teresa es la idea de poder sacar a sus hijos del ambiente de las tomas y que no tengan que vivir entre tantas incomodidades. "Imagínese que mi hijo llegó al año y medio, ahora tiene 18 y todavía no tenemos una casa", indica Priscilla.
Teresa cuenta que sus hijos tampoco están contentos con el lugar donde viven y preferirían habitar en una casa. "A mis hijos no les gusta estar acá, de repente ellos quieren traer a sus amistades y no les acomoda así que quieren irse", señala.
Ambas familias deben enfrentarse con el prejuicio y la discriminación de la que son víctimas, a menudo, los residentes de las tomas. "A la gente de las tomas la tienen como gente floja, que no quiere surgir y aquí hay mucha gente de esfuerzo que trabaja por su familia", manifiesta Priscilla.
Por ahora, ambas cuentan los días para que llegue diciembre y se les haga entrega de las llaves de su casa definitiva.
Dicen que actualmente y por un asunto de costumbre no viven tan precariamente. Han sabido subsistir y resguardar la seguridad y el bienestar de sus hijos.
Priscilla recuerda que sufrió una lamentable pérdida por vivir en el campamento. Hace un par de años surgió un incendio. Como las viviendas son de material ligero el fuego se propagó con facilidad y estuvo a punto de perderlo todo. Ella estaba embarazada de 5 meses, pero no tuvo otra opción que esforzarse por sacar sus cosas y acarrear baldes con agua. Afortunadamente su casa no sufrió daño alguno, pero producto del impacto de lo ocurrido perdió al bebé que esperaba.
Esos son los recuerdos que quieren dejar atrás para empezar de cero: Nueva casa, nueva vida. J