La tía Nita: la Dama del Fuego de Quellón
Una testigo privilegiada de la historia de Quellón es Lastenia Isabel Hernández Andrade. Conocida como la tía Nita -y se apura en aclarar que no es Anita aunque la saluden para santa Ana -, a sus 80 años se convierte en una vecina ejemplar; y no sólo por sus experiencias y gran espíritu solidario, sino también porque es todo un referente nacional dentro de Bomberos. Una institución que la tiene como un verdadero emblema.
Inteligente, culta, buenamoza, lúcida y activa, esta chilota nacida el 20 de diciembre de 1934, hasta hace poco participaba de las emergencias. Por más de medio siglo ha estado vinculada al voluntariado, haciendo gala de su espíritu colaborativo. Hoy es miembro honorario de la Primera Compañía del Cuerpo de Bomberos de Quellón.
Tal como recuerda, su labor se remonta a los años 60, posterior al terremoto y maremoto que asoló la Isla Grande. Imbuida de ese espíritu de servicio que distingue a un caballero del fuego, comenta que en esos años "comenzamos a trabajar pero no en forma organizada. Pasó un tiempo y con un grupo de personas empezamos a ayudar. Ayudar a nuestros maridos bomberos que salían a socorrer a la gente en emergencias, incendios y calamidades públicas. Llevábamos cafecito y cosas así. De esa manera colaborábamos". Explica que "no fue hasta 1971 en que tuve el reconocimiento del Cuerpo de Bomberos y eso es lo que vale. Fuimos reconocidos como una brigada ese año y me acuerdo que estaba el Padre Liptky como superintendente. Ya llevo 44 años en la institución".
Actualmente, a pesar de estar muy bien conservada, Hernández reconoce hidalgamente "ya no estoy acudiendo a los llamados. Antes cuando sonaba la sirena yo estaba en la calle. Ahora los chicos están conectados con sus radios y ellos saben que hay un 10-60 antes que suene la alarma. Se preparan y están listos, vestidos y corren a los carros. Yo no tengo radio y obviamente llegaría tarde a todos los llamados. Ya no tengo el vigor de antes así que se lo dejo a los más jóvenes".
Se apura en aclarar que no va a los siniestros cuando estos son en las noches, pero cuando son durante el día sigue respondiendo a los llamados de su compañía.
"Ahí sí que voy. Cuando es de día acudo. Mi puesto ya no es con las mangueras, ni en la línea de combate del fuego, sino cumpliendo funciones de seguridad, de las cosas que sacan, de los enseres. Despejando las vías donde van a trabajar mis compañeros". Prosigue que "a veces tenemos que ayudar a alguna persona lesionada y los atendemos hasta que llegue la ambulancia para ser trasladados al hospital".
Admiradora de sus compañeros, la tía Nita no se cansa de destacar la labor, abnegación y coraje de los bomberos. "Ellos son valientes, inteligentes y tienen la fuerza para combatir el fuego y usar los implementos", reconoce.
Ha recibido estímulos y medallas por años de servicio y está a la espera de la que corresponde a los 45 años. Aún participa gallarda y orgullosa desfilando en las celebraciones que se realizan en la ciudad para las efemérides nacionales. Su figura uniformada destaca en la formación y es fácil reconocerla cuando marcha junto a sus queridos amigos. Un lujo para la ciudad tener una voluntaria activa como ella.
Algunos tropiezos, como todas las actividades de riesgo, ha tenido en su caminar por el Cuerpo de Bomberos. Tal como lo indicara hace algunos años, uno de los momentos difíciles fue cuando a un hijo lo sacaron medio asfixiado de un hotel en el sector de la costanera, mientras intentaba rescatar un cuerpo.
Otra situación marcada en su corazón ocurrió el 2008 en un accidente vehicular en la zona de Coínco, cercana a Quellón. Un terrible accidente protagonizado por unos camiones salmoneros implicó el derrame de un líquido viscoso en el suelo, lo que provocó que el carro bomba que los transportaba perdiera el control y también se accidentara.
Los voluntarios debieron extremar recursos para liberarse de los fierros retorcidos y ayudar a los transportistas accidentados previamente. Sin duda que su dolor más grande fue ver morir a uno de sus compañeros, algo que no olvida.
TAMBIÉN DOCENTE
Maestra rural, como reza su título, al igual que su abuela materna y su propia madre, ejerció durante 27 años la docencia, en Yaldad, Quellón Viejo y en la Escuela 1020, hoy Escuela Eulogia Borquez Pérez. Un dato curioso, o coincidencia que marcaría su vida, es que la escuela dónde ella inició sus estudios en la isla Laitec, era dirigida por su madre. Años antes, la misma escuela había sido dirigida por su abuela, la cual lleva hasta hoy su nombre, Lastenia Oyarzún Andrade.
Recuerda a varios de sus alumnos "cantidad de chicos, debo ser como la tatarabuela de mis chiquitos, como les decía, habían algunos, los mas pequeños, decían que era su mamá de la escuela". Por su aula pasaron muchos niños, imposible nombrarlos a todos, pero de los más conocidos Victor Hugo Low, Fernando Vera, Moncho Agüero, Freddy Gallardo, Vanessa Cárdenas, incluso el actual alcalde de la comuna Cristian Ojeda, entre otros, fueron discípulos suyos.
Su carrera como docente finaliza cuando fue exonerada de su cargo en 1986, siendo que el año anterior había sido elegida la mejor profesora de la escuela y de la comuna, todo esto mientras era, además, directora del Conjunto Folclórico del Magisterio y se encontraba en un encuentro con ellos. Profundiza sobre el tema: "No alcancé a cumplir los 30 años de trabajo porque me echaron por política, y yo jamás, jamás, y lo puedo decir en voz alta, poniendo a Dios y la Virgen de testigos, nunca me acerqué a ningún grupo político".
En la actualidad la tía Nita realiza múltiples actividades, siempre con el ánimo de ayudar, como le enseñaron sus padres. Devota católica, agradecida de Dios y su Virgen por la salud y las ganas de vivir que le han dado, participa activamente en la Parroquia de Quellón, en el coro y como ministra de comunión y ayuda a los diferentes grupos que trabajan en la misma. Cuando puede asiste y colabora cantando y rezando en los velorios. Esto, explica, lo hace desde que se fue su marido y la acompañó tanta gente que ella lo siente como una vuelta de mano.
Participa activamente en otro grupo católico formado por las monjitas, el hogar Santa Marta. Allí, señala que "integro el voluntariado que atiende a los abuelitos, y no tan abuelitos, para entretenerlos porque hay muchos que en sus casas no son bien tratados, lo pasan mal y están tristes. Necesitan que alguien les de alegría para vivir". Enfatiza que el hogar no es un asilo, "allí llegan los abuelitos una vez al mes y los entretenemos con una once que costeamos nosotros mismos".
También es voluntaria del Hogar de Cristo, donde colabora en las celebraciones que hacen en esa institución, desde donde la llaman para hacer oraciones a veces.
De estos tiempos, comparado con los pasados en Quellón, extraña la confianza, el cariño, la ayuda, la solidaridad y la familiaridad que antaño campeaba en el pueblo. Recuerda los viajes a Castro que se hacían por mar, toda una odisea, señala. De lo que sucede hoy recalca que "me molesta la violencia, la gente maldadosa, las malas costumbres, de todo hay en la viña del Señor". Declara que sus lugares favoritos son su casa, la parroquia y Bomberos. "Es el triángulo donde vivo", acota.
En sus escasos ratos libres lee poesía, ve televisión, escribe algunas cosas en verso cuando le nace. También ha tenido la oportunidad de viajar por Chile y fuera del país. Ha visitado Perú, Argentina, Brasil, Cuba. Ha tenido una vida plena y vive de lo que han dado sus sitios y propiedades que compró con su marido, ya que según ella misma comenta, "con la jubilación no me alcanzaría".
Hay dos calles en la ciudad que la gente identifica con su nombre. Por algo será. El pasaje Tía Nita, donde está el Centro de Diálisis de la comuna y en el camino a Punta de Lapas está la calle señalizada como Lastenia Hernández, un fiel reflejo de una mujer ejemplo de vida basada en la solidaridad y entrega. J