Esa curiosa atracción por las garzonas
Durante muchos años consideré a Celia, la garzona del Bar Inglés, como la mejor de todo Valparaíso. La cariñosa forma de relacionarse con los clientes, con amabilidad y paciencia, la convertían en la number "one" de los restoranes y bares porteños. A esto había que sumarle su potente belleza. Todo un ejemplo de servicio eficiente y de calidad, que se coronaba con una gran sonrisa a la hora de instalar los pancitos con crudo en la mesa.
Pero Valparaíso está mutando, está cambiando, como todo y como todos y es así que hay que abrirle pasos a las nuevas generaciones. Siempre habrá una resistencia a este proceso, pero hay que asumirlo y dejar que los jóvenes avancen en la bohemia porteña.
Desde niño que he sentido una curiosa atracción por las garzonas, meseras o camareras de los restoranes, fuentes de soda o bares de la ciudad. Muchas veces fui al bar Renato sólo para que me atendiera "La Giganta" (a quien apodaba de esa forma con mucho cariño y respeto). Es una mujer de piernas infinitas y de negras trenzas que causaba que cualquier trago o plato de comida que me sirviera fuera rico, sabroso, con profunda enjundia.
Ahora, en este Valparaíso del 2015, me llama mucho la atención una garzona de la Fuente Bávara, en la Plaza Aníbal Pinto, donde en un par de ocasiones me he ido a bajar unas mechadas paltas o unas gordas a lo pobre (ojalá que saquen rápido la patente de alcohol, por favor). Ahí está atendiendo una garzona que podría calificarla como la nueva "number one" de la ciudad.
Su forma de atender es rápida y clara. Su voz, semi ronca y con tono de mando, te obliga cariñosamente a pedir lo que está en la carta. Sus uñas de color morado claro, sumado a su bello rostro y a su trajecito germano, la convierten en una atracción visual. A veces, cuando desde los parlantes sale una música alegre, ella realiza coquetos pasos de baile, que iluminan el restorán y causan que todos los comensales seamos más felices y buenas personas.
La Fuente Bávara tiene una campana al lado de la caja para pagar. Un letrero advierte que si la atención fue buena, el público la haga sonar. A mi me gusta tañirla fuerte, para dejar en claro que en ese local la atención es excelente, entretenida, amable y gentil.
¡Talán, talán!